Catorce.

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Luego de unos minutos de silencio, decidí hacerme un café y un té a Ella. Después nos sentamos en el sillón, Ella esta sentada con las piernas cruzadas y yo estoy prácticamente ocupando todo el sillón ya que estoy acostado, aunque mi espalda está apoyada contra el brazo del sillón para poder tomar mi café.

Me quedo observándola unos instantes hasta que interrumpe mi observación cuando levanta las cejas, cuestionándome silenciosamente por qué la estoy mirando. Me encojo de hombros; realmente no sé por qué la contemplo tanto, quizás es por la forma en la que arruga su naríz cuando sonríe, o la forma en la que sus ojos resaltan cuando observa la luz o quizás sólo porque es hermosa.

Bebo un sorbo de mi café, olvidando por completo que está caliente y logrando que mi lengua se encuentre prácticamente en fuego.

—Debo advertirte algo: el café me causa el mismo efecto que el alcohol, así que si de la nada me ves demasiado feliz o demasiado triste; es toda culpa del café.

Ella se ríe ruidosamente.

—¡En ese caso yo quiero un poco de alcohol! No es justo que tú tengas toda la diversión —Se queja, aún riéndose. Sus ojos se arrugan un poco al estar sonriendo tan grande.

—Si quieres creo que tengo una botella de vodka —Digo señalando la cocina. Inmediatamente ruego: —Por favor, no vomites demasiado.

—Trato hecho. ¡Trae esa maldita botella! —Grita entusiasmada, sin dejar de sonreírme.

Río sin pensarlo y me levanto en busca de lo que alguna vez fue mi saciador de penas. Cuando lo encuentro, vuelvo a mi lugar y abro la botella, dando el primer trago.

—¿Te molesta tomar de la botella directamente? —Cuestiono mientras extiendo mi brazo con la botella.

—No, no te preocupes —Se encoje de hombros y bebe un gran trago, dejando de lado su té sobre la pequeña mesa de vidrio.

Imito su acción y olvido mi café, robándole la botella de sus manos y bebiendo un poco más.

—Si nos vamos a emborrachar: hagámoslo bien. —Murmura Ella y se dirige hacia la radio.

No escucho música hace años. Quizás esto sea una buena idea.

Mis oídos se sienten totalmente agradecidos cuando Queen empieza a sonar fuertemente. Bebo otro trago mientras muevo mi cabeza al compás de la música y le paso la botella a Ella, quien volvió a sentarse a mi lado.

—Mientras esperamos que esto haga efecto, cuéntame acerca de Jason: ¿Con quién se va a casar? —Cuestiona curiosa.

—Se llama Emma y tiene 27 años, justo como él. Se conocieron en la universidad, creo. Son amigos desde ese entonces pero no fue hasta cuando ya tenían 23 cuando Jason se quedó como un idiota observándola y se dio cuenta de que sentía algo por ella. No sé muy bien su historia pero están juntos hace unos tres años.

Ella me ofrece la botella luego de darle varios sorbos y yo la tomo sin dudar ni un segundo.

—Aw, ¡eso es lindo! Siempre quise que alguien se quedara totalmente embobado mirándome, no lo sé, quizás porque nadie nunca se enamoró de mí o quizás porque nunca vi a alguien actuando así. —Se encoge de hombros y saca un cigarro del empaque que tiene guardado en el bolsillo.

—Ella, dejarás olor a tabaco —me quejo.

La escucho gemir en desaprobación y me observa haciendo pucheros.

—No tiene sentido emborracharme si no puedo hacer lo que quiero —dice sin dejar de hacer pucheros.

Ruedo mis ojos y asiento en su dirección. Espero que no haya notado cuán débil soy ante sus peticiones.

—¡Gracias! —Grita entusiasmada y me lanza un beso para luego encender su cigarro.

Levanto mi dedo índice en su dirección y agrego: —Si vas a fumar tendrás que darme aunque sea un cigarro.

Ella rueda los ojos y niega con la cabeza.

—Creo haberte dicho que no te daría ningún cigarro que me pidieras. No quiero ser la causa de una adicción.

—Sólo uno, El. Prometo no pedirte más. —Imito su estrategia y hago pucheros, logrando que lance un suspiro de derrota y prácticamente me golpee en la cara con el paquete de cigarros.

Saco uno y lo enciendo con su encendedor, dejando que el humo fluya por mi garganta.

—Qué conste que sólo te di el cigarro porque te ves increíblemente bien fumando... —Dice observándome— Ah, y porque también te ves increíblemente bien haciendo pucheros.

Le sonrío de costado y bebo un trago largo de mi botella.

La sensación de libertad comienza a apoderarse de mi cuerpo poco a poco. La voz de alguien cantando inunda mis sentidos y recuerdo instantaneamente que la radio está encendida.

—¡Amo esta canción! —Grita Ella, corriendo hacia la radio y subiendo el volumen, moviendo su cuerpo al ritmo de Moves like Jagger de Maroon 5.

Me río al ver la escena delante de mis ojos; Ella cantando a todo pulmón, moviéndose al ritmo de la música mientras fuma de su cigarro. La botella está en sus manos así que me levanto -admito que me mareo un poco- y Ella me la da.

Bebo mientras la observo divirtiéndose y una sonrisa inconsciente escapa de mis labios. Ella, al ver mi sonrisa, se acerca a mí y me obliga a bailar junto a su cuerpo.

—Soy pésimo bailando —Advierto mientras inhalo un poco más de mi cigarro recién empezado.

Bebo otro trago hasta que Ella intenta quitarme la botella de las manos pero se la quito y la extiendo hacia su rostro. La observo abrir la boca y tragar el líquido de la botella para luego ver cómo me sonríe animadamente, como si el mundo dependiese de ello.

Luego de eso, comenzamos a cantar desafinadamente al ritmo de Adam Levine, mientras bebemos y fumamos.

Sí, estamos haciendo el rídiculo y sí, no me importa.

Ella se ve tan feliz moviendo sus caderas que me río de su actitud, aunque en realidad me esté riendo de lo estúpido que me siento.

Comenzamos a bailar al ritmo de la música. Al principio fue algo incómodo, porque no sabíamos si estábamos demasiado cerca o demasiado lejos, pero luego perdimos esa timidez y bailamos pegados o no tan separados.

Después de al menos seis canciones, la botella de vodka se terminó y ya habíamos fumado prácticamente más de la mitad del paquete de cigarros. Ya puedo sentir la habitación girando y girando, la voz de Ella es cada vez más fuerte y no sé si es porque está gritando o porque a mí me duele la cabeza.

Tomo a Ella de la cintura y apoyo mi mano en su boca, logrando que deje de hablar por unos segundos. Ella comienza a reír por alguna razón que desconozco y yo me uno a su chistosa risa.

Probablemete estemos locos.

—El, me duele la cabeza... —murmuro— La habitación no deja de girar.

—A mí también pero es divertido —dice riendo mientras acomoda sus brazos detrás de mi nuca.

Siento que quizás esto puede estar mal pero estoy ebrio y me importa muy poco.

—Creo que deberíamos sentarnos —Propongo, aunque mis palabras probablemente se enredaron entre sí.

Arrastro a Ella hasta el sillón y, abruptamente, caemos en este. Su cuerpo cae sobre el mío e inmediatamente intenta escaparse pero la sostengo más fuerte y la dejo donde está.

Mis ojos no se alejan de los de Ella ya que estoy intentando descifrar qué es lo que está sintiendo ahora mismo y sus ojos no se alejan de los míos.

Acerco mi rostro al de Ella y una de mis manos se dirige inconscientemente a su cuello, acercándola a mí.

A lo mejor sí le mentí a Jason: Quiero besar a Ella Adams.

her | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora