Dieciséis.

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Los días comenzaron a pasar igual que antes: lentos, aburridos, sin nada que esperar. Ella me ignoraba completamente en el trabajo y, a decir verdad, nunca hice nada para cambiarlo, supongo que a lo mejor estoy mejor solo, como siempre.

Nunca quise que Ella forme parte de mi vida porque siempre tuve miedo de que me deje, así que no es tan malo estar solo devuelta.

Los primeros días se sintieron completamente tristes, debo admitir. Me levantaba pensando que quizás el enojo de Ella había sido temporal y no para siempre, pero cuando llegaba al trabajo ni siquiera me dedicaba una mirada. Hubo días en los que intentaba llegar más temprano, sólo para ver si me regalaba aunque sea un simple hola o una insignificante mirada, pero no, nunca levantó la vista de sus zapatillas.

Hace un par de días recibí una llamada de Jason. Me preguntó si aún iba a ir a su boda y si llevaba algún acompañante.

—Sí, voy a ir a la boda, Jason... —Respondo.

¿Con quién vendrás? —Cuestiona emocionado.

—Solo. Iré solo. —Me encojo de hombros aunque no pueda verme y lo escucho suspirar desde el otro lado de la línea.

Bien, Emma no puede esperar a verte, no me cree cuando le digo que estás más alto que la última vez. —Murmura, intentando cambiar de tema.

Luego de eso conversamos un poco más hasta que logró persuadir mis pensamientos.

Son las seis de la tarde y ahora mismo estoy yendo al trabajo, en unos días es la boda y tengo que hacer horas extras para juntar un poco más de dinero para mi traje.

Abro la puerta de la cafetería y me adentro en esta. Mi vista rápidamente se encuentra con el cuerpo de Ella pero decido seguir de largo.

Ella Adams no me importa.

O al menos no debería...

Camino hasta mi casillero y saco de ahí mi delantal, atándolo en mi espalda y volviendo hacia el mostrador para agarrar mis cosas de limpieza.

—Tuve que limpiar yo las mesas, llegaste tarde.

La voz de Ella hace eco en mi cabeza por lo seca que fue y la observo. Intento que la sensación que se instala en mi pecho cuando la contemplo no se note en mi rostro, y creo que lo hago bastante bien porque Ella parece no notarlo, y si lo notó probablemente lo ignoró.

—No estoy acostumbrado al horario. —Respondo simplemente.

Noto como Ella rueda los ojos y me pregunto por qué está tan enojada conmigo, por qué demuestra, de la nada, que la irrito de sobre-manera. ¿Acaso tanto le afectó que quisiera besarla?

—Acostúmbrate, entonces. —Murmura secamente e intenta irse.

Jalo de su brazo fuertemente, logrando que su rostro quede a un par de centímetros del mío. Mojo mis labios al sentir su piel sobre mis dedos, sabiendo que extrañaba sentir su tacto.

—¿Por qué estás enojada conmigo? —Cuestiono.

Siento sus ojos sobre mi rostro, inspeccionando todo lo que no pudo inspeccionar estos días que no tuvimos contacto físico.

Se zafa de mi agarre y alza sus cejas en mi dirección: —No tengo tiempo para esto.

Frunzo mi ceño mientras la veo irse caminando rápidamente a atender gente. Niego repetidas veces con mi cabeza y me siento, esperando que alguna mesa esté vacía.

Alzo la vista y me encuentro con los curiosos ojos de Chris.

—Ustedes están en algo, ¿verdad? —Dice señalando hacia la dirección por la que se fue Ella.

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