Veinte.

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PEQUEÑO RECORDATORIO: NUEVO FANFIC EN MI PERFIL. ESTÁN OBLIGADAS A LEERLO, O B L I G A D A S. 

Ella terminó comprando ese vestido, aunque no confió ni un segundo en mis halagos, dijo que probablemente estaba mintiéndole y dejó sus celos de lado para preguntarle a la chica que nos atendió si le quedaba bien ese vestido. La chica dijo que le quedaba realmente bien y la halagó más de lo que yo hice, así que ahora mismo estoy ofendido con Ella.

Haaaarry —se queja, golpeando suavemente sus caderas contra las mías mientras caminamos— No puedes estar enojado todo el día.

Me cruzo de brazos y observo hacia otro lado, actuando ofendido.

—Deberías estar feliz porque siquiera compré el vestido que tú querías —dice con tono enojado.

La observo sorprendido, no entendiendo por qué ahora era ella la enojada. ¡Se supone que yo estoy enojado!

—¿Ahora tú vas a enojarte conmigo por estar enojado contigo? —reprocho.

Sus cejas se unen en desagrado y me echa una mirada.

—Sí.

Ahora es mí turno de golpear suavemente su cadera con la mía y alargar su nombre mientras hago un puchero.

—Era broma —murmuro como un niño pequeño que acaba de ser descubierto.

Me ignora completamente mientras comienza a caminar más rápido, alejándose de mí.

Ellaaa.

Frena su caminar y me mira con una pequeña sonrisa. 

 —Eso siempre funciona —se ríe fuertemente y me hace señas para que me acerque. Obedezco y la observo mientras se pone de puntitas de pie, dándome un beso en la mejilla.

Genial. Voy a hacerme el enojado más seguido.

—No vale eso —me cruzo de brazos y la observo con una ceja alzada.

—Claro que sí. Mírate —juega con mis mejillas y se sube sobre mis pies para dejar otro pequeño beso sobre la ceja que tenía levantada.

La sostengo de la cintura para que no se caiga y comienzo a hacer círculos en su piel con mi pulgar.

—Nunca voy a entender por qué una mujer se enoja el doble que el hombre cuando él debería ser el enojado —murmuro mientras contemplo la forma en la que sus brazos rodean mi cuello.

Una sonrisa se extiende por sus hermosos labios, dejándome con una extraña sensación en mi estómago.

—Sería tonto explicártelo... La idea es que no lo entiendan —Sus labios están dándome una gran invitación para besarlos y juro que me muero por hacerlo.

No puedo dejar de observar la forma en la que las comisuras de sus labios se extienden mientras me sonríe y en lo delicada que se ve su boca.

Necesito besarla.

—Ella... —susurro demasiado metido en mis pensamientos como para pensar en lo que estoy diciendo— Quiero besarte.

Mis ojos encuentran los suyos y me siento en el paraíso; sus ojos azules están abiertos de par en par, sorprendidos. Siento que no sólo estoy contemplando sus ojos, si no también el cielo. Y desde este momento hasta el último,  que sus ojos van a ser mi lugar preferido.

Sus labios se abren un poco, soltando el aire como si de fumar se tratara.

Me observa, con sus ojos expectantes y sus labios casi esperanzados por ser tocados; se ve condenadamente hermosa.

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