Uno.

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Camino sin ganas hasta la cafetería más cerca de la ciudad. El café es una de esas pequeñas cosas que aún pueden levantarme un poco el ánimo, supongo que la cafeína reactiva mis emociones un poco.

Abro la puerta de la cafetería más pequeña y acogedora de la ciudad, y me adentro en ella. Me dirijo hacia el mostrador.

—Buenos días —saluda la muchacha desde el otro lado del mostrador— ¿Qué desea ordenar?

—Un café latte alto. —Pido rápidamente, queriendo borrar su sonrisa. ¿Por qué la gente está feliz a las 11 pm?

—Enseguida. ¡Chris, un latte alto! —Grita la muchacha y me sonríe.

—¿Cuánto es? —Pregunto de mala gana.

Me da el ticket de compra y yo le entrego el dinero.

—¿Tú nombre? —Cuestiona con mi café en manos, observándome curiosa.

—Harry.

—Bien... —Se muerde la lengua mientras escribe mi nombre y me lo entrega— Disfruta. —Sonríe y vuelve con sus compañeros.

Me siento lo más apartado posible de las pocas personas que hay aquí y bebo en silencio mi latte.

Hace un año atrás comencé a venir a esta cafetería por mis recurrentes pesadillas sobre el suicidio de mi madre, y hasta el día de hoy nunca había visto a esa chica aquí. Su mirada parece tan feliz que me resulta irritante.

Desde que mamá falleció mi vida ha sido un completo desastre. Me ha ido horrible en la secundaría y tuve que rehacer un año. No me han admitido en la universidad que tanto quería y mi hermano, Jason, se ha ido con su prometida a otra ciudad... Él pudo rehacer su vida completamente luego de su error.

Estoy atascado en mi vida desde el momento que observé la piel perdida y pálida de mi madre. Emilie nunca mereció ese final, pienso que el sucidio es una salida, pero no una solución. Aunque muchas veces no puedo dejar de pensar en eso y aunque entiendo por qué lo hizo; no puedo perdonarla por haberme dejado.

Mi hermano tiene 27 años y una vida completamente hecha, mientras que yo estoy indeciso sobre absolutamente todo y necesito una madre que me diga que todo va a estar bien.

Cuando estoy por terminar mi latte, la muchacha que me atendió se acerca a mi mesa.

—Mhm, ya estamos por cerrar... —Murmura.

—¿Eh? Pero apenas son las... —Observo mi celular y busco la hora con mis cansados ojos: 11:47 pm— Oh.

—Sí, ¿me llamarías antes de irte? Porque ya no hay nadie y soy la encargada de cerrar el local y limpiar.

Frunzo el ceño y asiento mientras observo a mi alrededor; ¿En qué momento las personas habían desaparecido?

La chica se aleja rápidamente y yo termino mi café. Me levanto luego de unos minutos y camino hasta el mostrador. Le hago una seña a la chica y ella se acerca.

—Ya terminé...

—Gracias por avisar —Me sonríe amistosamente.

Doy media vuelta sin devolverle la sonrisa y me voy del lugar.

Llego a casa muy cansado, con ganas de dormir pero sin poder hacerlo. Me acuesto sobre las suaves sábanas negras y doy un vistazo a mi habitación; paredes blancas, un pequeño sillón negro y un espacioso escritorio lleno de hojas con dibujos. Era una habitación simple y solitaria; no tenía fotografías ni paredes pintadas, sólo hay soledad.

Intento dormir y con suerte logro hacerlo un par de horas, aunque me levanto a las 11 de la mañana por mi molesta alarma.

Rebusco en mis cajones una camisa y unos jeans negros y me los pongo luego de ducharme.

her | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora