» Fuegos artificiales

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Fuegos artificiales


Llegó a caer varias veces, raspando sus brazos y llenándose de tierra. El cuerpo le dolía, sintiéndolo cada vez más pesado conforme se levantaba y retomaba su camino por aquella colina; el aire le faltaba y por cada bocanada de oxígeno que daba era como si sus pulmones ardieran por el vano esfuerzo.

Lance intentó detenerlo, incluso forcejearon un tanto hasta que Keith pudo escaparse del cuidado de su mejor amigo. Shiro le encargó vigilarlo para que no hiciera ninguna tontería, pero esto claramente no era una tontería.

¿Por qué nadie entendía cuán importante era encontrarse con ella?

Keith necesitaba llegar a la cima de la colina, ahí Pidge le estaría esperando sentada en uno de los bancos del mirador, mientras exploraba el cielo con el telescopio que él le regaló para uno de sus cumpleaños. Entonces Keith se sentaría a su lado mientras bebían café, la escucharía hablar sobre las estrellas y constelaciones tal como pasó muchas veces atrás.

Pero ese día era todavía más especial; cuando el reloj marcara la medianoche los fuegos artificiales iluminarían el cielo, conmemorando uno de los tantos aniversarios de la ciudad. Keith en realidad no entendía por qué todos se maravillaban ante tal espectáculo, para él solo eran un montón de materiales en combustión... pero lo que sí sabía, era que amaba ver esas luces reflejadas en los bonitos ojos marrón de Pidge, pues los mismos se llenaban de ilusión y aquella sonrisa le hacía sentir que todo estaba correcto, como si el montón de engranajes descompuestos que lo conformaran finalmente encontraran su lugar correcto y entraran en función.

Y, obviamente, no podía faltar solo porque Shiro le había castigado. Ya había hecho una promesa antes con su novia.

Aunque no recordaba que el camino hacia el mirador fuese tan pesado y difícil como ahora. Ya sentía sus piernas doler tanto por el esfuerzo, su pecho apretaba aún sin lograr tomar suficiente aire para seguir adelante.

«No debí salir estando tan agitado...―pensó; discutir con Shiro le afectaba mental y físicamente, más de lo que le gustaría―. Sólo un poco más»

Dio un paso más y no pasó de ahí. El mareó se sintió antes de escuchar un golpe estrepitoso que perturbaba la paz del lugar. Llevó una mano a su cabeza punzando de dolor, y al intentar pararse de nuevo, volvió a caer. Todo empezaba a tornarse borroso y el pitido en sus oídos le provocaba náuseas.

«Levántate, levántate, ¡levántate! Pidge te está esperando... Pidge...»

―ith... Keith... ¡Keith! ―el mencionado cerró los ojos, aturdido por la luz que iluminaba de pronto su rostro. Sintió una mano suave y pequeña tocarlo―. ¿Estás bien? ¿Por qué estás aquí tirado?

La voz logró sacarlo muy apenas de su letargo. Poco a poco fue sentándose, tuvo que parpadear varias veces para poder distinguir la figura frente a él, arrodillada en medio de la oscuridad con una pequeña lámpara.

―Pidge... ―Keith sonrió atrayéndola en un abrazo y finalmente pudo respirar―. Estoy bien, solo me tropecé. Pero ya estoy aquí...

―Te habías tardado, así que vine a buscarte.

La castaña ayudó al muchacho a ponerse de pie, con algo de dificultad y pequeñas risas por el desastre de su apariencia; Keith parecía uno de esos niños que se lanzaban al lodo como si fuese lo más genial del mundo. Pero Kogane se sentía más tranquilo a comparación de hace unos minutos, era impresionante el efecto anestésico que Pidge tenía sobre su persona, capaz de borrar cualquier preocupación que le aquejara.

[Kidge] Red, Green & LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora