Capítulo 35.|Demasiado tarde.

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Aaron.

Caminaba por una calle totalmente oscura que era habitada sólo por los insectos nocturnos que hacían sus típicos ruidos. Suelo no tenerle miedo a nada, pero había algo extraño en particular el día de hoy. Mi cuerpo sentía una mala vibra, mis manos sudaban y mi corazón latía a mil por hora. Busco mi celular en el bolsillo delantero de mis pantalones y veo que casi no tiene batería. Chasqueo con desesperación evidente. No sé dónde está Leah, pero me había enviado un mensaje diciéndome que se encontraba cerca de aquí.

—¿Leah?—La llamo mientras avanzo por el camino oscuro. —¡Leah! ¿Dónde carajos estás mujer?

Escucho el sonido de unos pasos detrás de mí y volteo enseguida sacando mi arma y apuntando hacia delante. Nada, no hay absolutamente nada. Solo los árboles danzando contra el viento y lo solitario del camino. Suspiro y continuo con mi búsqueda. Los faroles de luz que alumbran un poco el camino pestañean como si estuvieran a punto de apagarse. Como siempre lo he dicho, Leah va a hacer que me de un infarto a los veintiséis años de edad que me cargo.

Veo la entrada de un callejón y me adentro a el, viendo más oscuridad mientras más avanzo.

—¡Leah! Deja estos jueguitos Chaparra, ya me estás poniendo nervioso.

De repente escucho un grito y luego silencio otra vez. Me paralizo un instante y luego empiezo a correr todo asustado. Ese grito fue de Leah. ¡Era ella!

—¡Leah! ¡Maldita sea Chaparra!

Detengo mis pies y caigo de bruces al terminar el callejón y encontrarme a Leah en el suelo envuelta en un charco de sangre. Pierdo la respiración al instante y caigo de rodillas frente a su cuerpo ya sin vida.

—¡No, no, no!

Me levanto de un golpe de la cama con la respiración entrecortada y el pecho sudado a más no poder. Miro hacia todos lados y me doy cuenta de que estoy en mi habitación con las sábanas mojadas y con el corazón a punto de salírseme del pecho. Me paso las manos por el cabello peinándolo hacia atrás tratando de normalizar mis latidos y sentidos al mismo tiempo.

Ha sido una pesadilla, una maldita y terrible pesadilla.

—Válgame Dios. Cálmate Aaron, ha sido una pesadilla. Gracias a Dios que ha sido solo una terrible pesadilla.

Nunca había estado tan feliz de despertar y darme cuenta que todo fue un mal sueño. Miro la hora en el reloj de la mesa de noche y marca las dos de la tarde. Vaya, he dormido como todo un koala. Desde que llegué de casa de Leah caí rendido en la cama. Estaba agotado. La Chaparra había consumido todas mis energías la noche anterior, y aunque dormí plácidamente a su lado, el nerviosismo de ser descubiertos por sus padres me tenía algo incómodo.

Tomo el celular en mis manos y le envío un mensaje a Leah para que sepa que me he dormido y ahora desperté. Suelto un suspiro y me termino de levantar de la cama directo al baño para darme otra ducha. Dejo el agua caer por mi cuerpo aún sintiendo los latidos fuertes de la terrible pesadilla y la imagen de Leah muerta me rompe en dos al instante. Mi mayor miedo se ha reflejado en un horrible sueño que aún no deja de darme vueltas en la cabeza. Trato de negar con la cabeza como si eso fuera a sacar esos pensamientos negativos de mi mente.

Salgo del baño y empiezo a cambiarme de inmediato. Debo organizar un poco el departamento y también debo pasar por el almacén unos minutos. Bajo las escaleras y me pongo a ordenar más o menos todo el desastre que hago todo el tiempo. Soy un hombre ordenado, pero llegan situaciones en las que vuelvo el departamento un tremendo basurero y muchas veces es por el tiempo tan corto que mayormente tengo para ponerme a limpiar. Cuando termino de ordenar, busco las llaves de mi auto y salgo del departamento. Ya estando de camino, veo que aún Leah no me responde el mensaje y frunzo el ceño. La Chaparra siempre me contesta al instante. Marco su número para ver en qué está tan ocupada y no responde. Llamo a Travis que responde al segundo.

Mi Salvación #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora