Salí con todas las ganas del mundo de un receso. Con ganas de algo bien frío y dulce. Necesitaba algo que me sacara de la cabeza la tonta idea de enviarle un mensaje para intentar averiguar de los anónimos. En cierta parte, creo que más que nada quería evitar pensar que la urgencia que tenía por enviarle un mensaje no era causada por el anónimo. Y era lo que más me molestaba. Porque yo ya podía imaginarlo; con Sarah, o con cualquier otra, en los lugares en los que había estado conmigo, diciendo las bromas que me decía a mí, tal vez besándolas como me había besado a mí. Y yo todavía pensando en él, cuando él seguramente ya ni siquiera se acordaba de mi nombre.
Solté un largo suspiro y levanté la mirada. Alex estaba recargado contra una de las paredes frente a mi salón, hablando con un chico, que obviamente yo no conocía, porque no conocía a absolutamente nadie. Más que él, Jade, y dolorosamente Hannah, de vista.
Verlo no me hizo saltar de felicidad que digamos. Pero me esforcé. Que las veces anteriores siempre hubiéramos peleado no significaba que no podíamos llevarnos bien. Le sonreí con todas las ganas que pude. En cuanto me vió, noté una sonrisa forzada en su boca.
— ¡Amor!— la verdad casi me atraganté con el aire que iba a respirar.
— Hola.— su amigo nos miró perplejo y sonrió. Cuando llegué hasta él, Alex me tomó la mano, y tuve que resistir el impulso de arrebatársela. Se suponía que ahora éramos pareja. Y no era como que me encantara la idea.
— Hola.— su amigo me devolvió el saludo. Miró a Alex de nuevo sus manos chocaron antes de darse una especie de abrazo en el que en realidad era muy poco el contacto— Entonces nos vemos después, Alex.— me miró.— Novia de Alex.
En cuanto se encontró lejos, Alex me soltó la mano y se giró para verme directo a los ojos.
— ¿Tienes el anónimo?— lo saqué y se lo entregué. Lo leyó con atención un momento.— Esto, ¿Lo pisaste?
— Supongo.
— ¿Supones?— sonrió. Y me recordó tanto a él. Con esa sonrisa burlona, como si acabara de ganarme en algo, aunque no estábamos compitiendo.— Entonces, ¿Lo mandaron ayer por la noche?
— ¿Cómo quieres que lo sepa? ¿Crees que vi al cartero deslizando la nota bajo mi puerta?— Alex me dirigió una mala mirada.— Creo que pudo haber sido ayer en la mañana, o antes de que llegara de la Universidad. Lo encontré justo llegando.
— ¿Y qué significa? El mensaje, es algo... Extraño.— me miró, una de esas miradas que no sabes lo que quieren decir, y que aun así, te perforan el alma completamente.
— Eso es algo muy personal.— le respondí.
— Personal.— repitió pensativo.
— Sí, no es importante.— intenté arrebatárselo pero lo alejó de mi.
— ¿No lo es? Tal vez no has visto tu cara, pero es la misma que tenías ayer en la noche cuando me enseñaste el anterior anónimo. Estás preocupada, y no te conozco lo suficiente como para darme cuenta por tu sutileza.
Quité la mirada, dándole a entender que era verdad. Estaba cediendo, porque él tenía razón. Pero si iba a ayudarme tal vez necesitaba saber una parte. No podía contarle todo, obvio, pero, no podía ayudarme si tampoco sabía nada.
— ¿Me vas a contar?
— Está bien.— miré hacia todos lados.
«Genial, además de tonta, paranoica» pensé.
— ¿A qué hora sales hoy?— le pregunté.
— A las tres y media.
— Bien, guarda mi número y márcame cuando termines. Yo salgo a las cinco.
Alex me miró un momento, y yo le sostuve la mirada. De alguna forma, se asimilaba tanto a él, pero a la vez, eran demasiado diferentes.
— Te llamo, amor.— se burló con esta última palabra y yo le lancé una mala mirada.— ¿No vas a decirme que me amas?
— Llevamos dos días saliendo, mi amor.— le respondí, recalcando mis palabras para referirme a él. Me di la vuelta y seguí a mi clase.
Sería mentira decir que logré concentrarme en mis clases, desde que empezó el día. Todo el día rondó en mi cabeza el mismo pensamiento: Bec.
"Bec, dame un beso" "Ven aquí, Bec" "Me encanta esa sudadera, Bec" "Bec, Bec, Bec".Solo él me llamaba Bec. Todos me decían Becca. La idea de mandarle un mensaje se volvía cada vez más tentadora. Como si no fuera ya lo suficientemente malo pensar en él constantemente. Incluso estando lejos, ¿Por qué seguía ocupando mis pensamientos?

ESTÁS LEYENDO
Tienes Prohibido Enamorarte
RomanceCuando Becca se muda a Miami para empezar la Universidad, cree que los problemas que tuvo en Seattle por fin han llegado a su fin. Al menos hasta que alguien peligroso comienza a mostrarle que sabe su secreto. Esto lleva a Becca a hacer un trato con...