Alex se fue cuando dieron las nueve y media. Me pareció curioso que en todo ese tiempo no peleáramos. A lo mejor realmente había sido solo una mala primera impresión. Alex no era grosero de verdad. Algo burlón tal vez, pero no se portaba como un idiota.
Incluso me había dado la idea de poner una cámara. Luego de darse cuenta de que no quería hablar del tema del "misterioso" regalo, había dejado de insistir.
Se trataba de un portaretratos. Con una foto peculiar y que absolutamente nadie, más que Michael y yo teníamos. Tal vez fuera la de él. Tal vez la hubiera tirado a la basura o dejado por ahí luego de que todo terminara. Yo no había tenido el corazón, así que la había arrumbado en un cajón de mi casa antes de mudarme.
En la foto nos veíamos claramente Michael y yo. En una de las bancas en la preparatoria. Un brazo suyo me rodeaba la cintura, y yo tenía la cabeza recargada en su pecho, con uno de mis brazos enredados alrededor de un pequeño ramo de flores que me había regalado. Una de las casi nulas cosas que me había dado, y que no le había dado a una de sus demás chicas también. Ese ramo estaría ya en la basura a estas alturas, luego de marchitarse infinitamente. Tomé el portaretratos y lo tiré en el basurero de mi habitación.
Después de todo no lo quería. Tampoco me servía. Suspiré antes de tirarme en mí cama y ver el techo. Ya era de noche. Había terminado una parte de mi tarea, y tenía ganas de hablar con alguien. Alguien que comprendiera la historia completa. Jade era divertida, amable, y conectábamos muy bien, pero ella no sabía qué era lo que me había impulsado a irme de Seattle— además de que quería ir a la Universidad Kendrick—.
Marqué el número de Nick y lo puse en altavoz. Sonó una, dos, tres, cuatro... Se cortó.
¿Por qué? ¿Por qué no contestaba? ¿Qué hacía?
Me cuestioné si debía tomar un vuelo.
— Sí, claro, ¿Y con qué ahorros?— todo se me había ido en el carro, y tenía que admitir que me arrepentía. El fin de semana tenía que empezar a buscar trabajo.
Le mandé un mensaje a mi tía, para preguntarle por Nick, pero había contestado que estos días no había tenido tiempo de ir a verlo. Que tal vez fuera la próxima semana.
Pero Nick no estaba contestando, ni mis mensajes ni mis llamadas. Y tal vez fuera por pura coincidencia, pero nunca lo veía en línea cuando yo me conectaba.
Entonces preocupada era un término que se quedaba ridículamente corto para describir el cómo me sentía respecto a eso.
Cerré los ojos para intentar pensar.
En vez de lograrlo, lo único que se reproducía en mi cabeza era un grito. Espantoso y agudo. Lleno de horror. Una mano intentando sujetarse desesperadamente de un barandal metálico antes de que el cuerpo se desplomara con un golpe para finalizar con un horrible crujido.
— ¡Corre! ¡Vete de aquí!
Abrí los ojos, agitada. Intenté marcar el número de mi primo, hiperventilando. Me faltaba el aire. Podía sentir como me temblaban las manos mientras intentaba sujetar firmemente el teléfono para poder leer correctamente lo que había en la pantalla. Podía escuchar mi corazón martillando en mis oídos igual que aquella vez.
Intenté calmarme. Intenté respirar hondo una y otra vez. Pero solo podía sentir pánico. Tan increíblemente vívido y crudo que estaba ahogándome. Un escalofrío me recorrió la columna entera antes de que me levantara de la cama con las piernas temblorosas para buscar una salida. Corrí a la puerta como pude, intentando no caer, y jaloneé la puerta en mi desesperación por abrirla. Apenas lo logré, prácticamente mis brazos fueron lo único que me sostuvo del barandal para no extenderme por el suelo.
Está era la segunda vez que me pasaba desde que todo había sucedido. La primera había sido apenas el día siguiente. Ni siquiera había logrado gritar. Nick había entrado corriendo en cuanto había escuchado varias cosas caerse mientras intentaba abrir la ventana de mi cuarto.
Al igual que en ese momento, mis ojos estaban llenos de lágrimas. Mi cuerpo estaba recubierto de sudor.
Un ataque de pánico o de ansiedad. Él no había estado seguro.
Volví a respirar hondo, recargada en el barandal con los ojos cerrados.
«Todo va a estar bien, todo va a estar bien. Tú vas a estar bien» me repetí mentalmente.
Eso no había sido mi culpa. No lo había hecho a propósito.
Tal vez fuera... ¿Sería posible qué se tratara de ella?

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Tienes Prohibido Enamorarte
RomansaCuando Becca se muda a Miami para empezar la Universidad, cree que los problemas que tuvo en Seattle por fin han llegado a su fin. Al menos hasta que alguien peligroso comienza a mostrarle que sabe su secreto. Esto lleva a Becca a hacer un trato con...