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Me quedé viendo el cuerpo torcido al final de las escaleras de las gradas. Completamente inmóvil. ¿Estaría muerta?

    — ¡Corre! ¡Vete de aquí!— mis ojos se desviaron un momento hacia él mientras me gritaba que me fuera.

Aún así no logré moverme. Mis ojos podían ver hacia cualquier otro lugar pero yo solo podía verla cayendo una y otra vez. Al final siempre estaba en el suelo con una expresión hueca en sus ojos abiertos. La había matado.

Grité al tiempo que mis ojos se abrían. Tenía la visión nublada mientras tanteaba el aire con mis manos en busca de saber dónde estaba. Mis pulmones no parecían darse abasto, no sentía que tuviera mucho aire, y respiraba trabajosamente. Las lágrimas en mis ojos empezaron a disiparse y unas manos me detuvieron de los hombros.

    — Cálmate, respira.— sujeté mis manos en sus brazos mientras por fin sentía que volvía a respirar. Y el rostro de Alex se volvió nitido. Estaba un tanto cerca. Me miraba con el ceño levemente fruncido y una expresión de preocupación.— ¿Estás bien?

Intenté responder, pero mi boca y mi garganta estaban secas, por lo que me atraganté con saliva que no logró pasar.

    — No, no hables. Responde con la cabeza.— Asentí con los ojos cristalizados.— ¿Estás mejor?— volví a asentir. Alex también lo hizo y poco a poco despegó sus manos de mis hombros. Sentía que algo dejaba de oprimirme contra la superficie suave de la camilla.

Durante unos aegundos solamente se escuchó mi respiración trabajosa.

    — La enfermera va a regresar en un rato.— volví a asentir. Era quizá la primera vez que no escuchaba en su voz un tono burlón.— Jade tiene una clase, por eso yo me quedaré a cuidarte un rato.

Me dolía. Absolutamente todo.

•••

Becca siempre me había parecido un tanto enigmática. Pero esto, más que misterioso ya me estaba pareciendo extraño, incluso algo peligroso. Cuando había llegado a la enfermería, Becca había estado en la camilla en un estado similar a la inconsciencia. Pero parecía más dormida. La emfermera había salido y Becca había empezado a balbucear. Tenía un corte vertical en la ceja izquierda, y también la nariz torcida. La enfermera había dicho que no creía que estuviera rota. Lo que me preocupaba, eran las palabras que había entendido entre sus múltiples balbuceos espantados. Palabras como «no está muerta», «accidente», «maté». Honestamente me hubiera alarmado más si la enfermera hubiera estado presente. Porque si lo que Becca estaba soñando tenía que ver con esos anónimos, si era verdad lo que estaba balbuceando, ella tal vez había matado a alguien, o algo parecido. Habríamos estado hablando de un delito. De un homicidio para ser más exactos.

Ahora, mientras la enfermera le decía que se tomara ese vaso de agua tibia para la garganta, también me preocupaba el, no sé, ¿Ataque de pánico? Que había tenido.

Me quedé enfrascado en mis pensamientos un momento mientras la enfermera hablaba. Hasta que me habló a mí.

    — ¿Tú puedes llevarla a casa? ¿Eres su hermano?

    — No.— le dije yo.— Es que sus papás no viven aquí. Eh, pero sí puedo llevarla.

    — E-es que no soy de aquí.— dijo con dificultad.

    — Bien, muy bien. Te escribiré un justificante de las faltas, y a ti también— me dijo—, para que la lleves a su casa y la cuides.

    — Sí, sí.

    — ¿Tienes algún familiar aquí a quién podamos llamar?— le preguntó a Becca, y ella asintió.— Me puedes escribir aquí su número.— Becca hizo lo que la enfermera le dijo y luego tomó sus cosas.— Lleguen bien.

Tienes Prohibido EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora