Los días siguieron pasando, y no diría que ningún otro día de la semana haya sido tan malo como el primero. Incluso había hecho una amiga. Me gustaba llevarme bien con mis compañeros, pero está chica era diferente. Había sentido una conexión en cuanto habíamos empezado a hablar y no habíamos podido detenernos. Se llamaba Jade. Ella tenía clases hasta las ocho, pero yo había salido a las tres, y estaba esperando a que Darrell llegara por mi. Había evitado la cafetería durante el martes y miércoles, pero tenía que esperar a Darrell tres horas, y no tenía nada que hacer. Podía escuchar algún podcast en la cafetería, tomar un café frío. Sonaba a un buen plan. Dedicarme tiempo a mi misma era bastante terapéutico. Y me ayudaba a sentirme mejor. Me distraía del dolor que a veces me causaban los recuerdos. Me puse los audífonos. Sentí las almohadas cubrir mis orejas y el ruido se esfumó. Abrí mi laptop y puse un podcast mientras leía uno de mis blogs preferidos sobre tips de maquillaje.
Pedí un jugo, al final. Pasé media hora muy productiva invirtiendo tiempo en mi y en mi paz mental. Luego alguien se sentó en mi mesa. Intenté ignorarlo, no quería verme grosera revisando que realmente no hubiera habido mesas como para que tuviera que venir a sentarse en la mía, pero tampoco quería levantar la mirada para ver quién era. Sería muy poco cortés. Además tenía los audífonos, eran la excusa perfecta para fingir que no me había dado cuenta de la presencia de mi no deseado acompañante.
Al menos eso pensé, hasta que una mano me cerró la laptop. Mis audífonos se desconectaron y mi mente se quedó en blanco. Levanté la vista para ver a la persona que interrumpía mi tranquilidad. Se trataba del chico del otro día. El que me recordaba tanto a él. No por el físico, sino por la actitud.
¿Cómo era que se llamaba?
— Hola.— me saludó en cuanto me quité los audífonos.— Gracias por no chocarme hoy.
— Bueno, gracias por fijarte.— le sonreí con falsedad otra vez.— ¿Qué haces aquí? No voy a pedirte tu número.— le aclaré.
— Que suerte, porque no te lo daría.— me dijo con un tono divertido, dando a entender que se trataba de una broma, aunque no me resultó precisamente divertidísima. Luego volvió a sonreírme.
Rodé los ojos. ¿Qué le pasaba a este tipo?
— ¿Entonces para qué viniste?
— ¿Quieres que sea honesto?
— ¿Te preguntaría si no quisiera una respuesta?— le repliqué.
— Me sentí algo mal por tirar tus cosas. Pensaba invitarte un café el lunes en la salida, para compensarte, ya sabes. Pero te fuiste y ya no pude hacerlo. Pero hoy te volví a encontrar.
Lo miré. Me miró. Y por un segundo ninguno habló.
— ¿Café?
— O lo que quieras tú.
No quería ser grosera, pero era un café grátis y no tenía nada que hacer hasta que Darrell llegara, además, tal vez no era una mala persona. Quizá había dado una mala impresión al inicio. No quería que alguien me desagradara, en especial tan pronto.
— Está bien.
— Entonces.— alargó.— Elige.— me dijo señalando el menú de la cafetería.
Luego de pedir volvimos a la mesa en un silencio bastante extraño.
— ¿No vas a intentar hacerme plática?— me preguntó.
Dejé el popote para responderle.
— ¿Por qué debería?— además me sentía ligeramente incómoda.
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Tienes Prohibido Enamorarte
RomanceCuando Becca se muda a Miami para empezar la Universidad, cree que los problemas que tuvo en Seattle por fin han llegado a su fin. Al menos hasta que alguien peligroso comienza a mostrarle que sabe su secreto. Esto lleva a Becca a hacer un trato con...