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Cuando me levanté temprano para prepararme para la escuela, no me di cuenta de que tenía una solicitud de mensaje en mi teléfono. Me bañé, me lavé la boca y me vestí. Preparé mi mochila y me la colgué al hombro. Tomé prestada la moto de mi hermano. Bueno, no prestada. Digo él puso la mayor parte al comprarla pero la usamos todos los hermanos entonces... Sí, era la moto comunitaria. La usaba para ir a la escuela cuándo mis hermanos no la necesitaban.

Me estaba subiendo cuándo ví el mensaje. Y me sorprendió. Realmente lo hizo.

Era un mensaje de Becca. Pidiéndome mi número. Instantáneamente recordé nuestra primera conversación.

No le había prestado demasiada atención. Quiero decir, la había visto, entrando en la cafetería, pero no había chocado con ella a propósito.

Y justo encima de su mensaje, había otro. De Hannah. Apagué la pantalla y me subí bien a la moto.

    — ¡Oye!— me giré para ver a mi hermano. Fruncí el ceño a manera de pregunta hacia él.— Usa el casco.

    — ¿Dónde lo voy a poner? ¿En el sartén?— le dije burlón a los gritos. Él estaba desde la puerta de la casa con su traje grisáceo, seguro se alistaba para salir con mis papás.

Me hizo un gesto reprobatorio con la cabeza y luego me dijo que hiciera lo que quisiera, pero que no lo metiera en problemas si algo pasaba.

    — ¡Los veo luego!— le comuniqué antes de arrancar la moto y salir. Andar en moto no era mi cosa favorita, pero bueno, era económico, y ya que solo era yo, no me prestarían el carro.

Cuando llegué a la Universidad faltaba tiempo para mí primera clase. Así que aproveché para dejar la moto estacionada y sentarme en un banco del patio para responder el mensaje de Becca.

Me quedé pensando en el anónimo que me había mostrado ayer. Era bastante peculiar. Ni siquiera entendía de qué hablaba. Pero daba a entender que ella tenía un secreto, y que aunque nadie debía saberlo, esa persona lo sabía. Eso me intrigaba mucho. Becca en sí lo hacía.

Toda ella me resultaba un tanto enigmática. De pronto solo apareció. Con sus audífonos gigantes, una mirada penetrante y su falta de contacto con el mundo. Siempre callada. Me inspiraba misterio y eso me gustaba. Al principio había pensado «es tímida, por eso no habla con nadie».

Ahora, lo que pensaba era más como un: «¿Tímida de dónde? Es irritante la mayor parte del tiempo». El hecho de que me resultara interesante no significaba que dejara de ser algo molesta. Era grosera.

Le mandé mi número y borré el chat de Hannah, otra vez.

Estuve probando ángulos con la cámara para revisar que siguiera peinado. Me sonreí yo solo en la cámara y tomé una foto. La guardé y vi la hora. Mi clase empezaba en cinco. Tomé mis cosas y caminé al salón.

Saludé a Beckett cuando estaba a dos salones de llegar a mi clase. Un chico con pecas, cabello dorado y enchinado. Siempre parecía feliz. Algo torpe, pero feliz.

En la puerta de mi salón estaba Hannah. Me parecía incluso algo absurda la idea, pero siempre estaba persiguiéndome.

Fingí no verla. Estaba cansado de rechazarla, agitado de estar tratándola durante años en los que no comprendía que no me gustaba. Por eso me parecía absurdo.

Pero cuando pasé por su lado tomó mi manga y me jaló.

    — ¡Hola, Alex!— su voz amable se adueñó de mis oídos. Ojalá fuera solo amabilidad lo que ocultaban sus palabras. Tal vez entonces habría cabido la posibilidad de que pudiéramos acercarnos, como amigos al menos. Pero yo sabía que no.

Tienes Prohibido EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora