Caminé por el edificio dos por si me lo cruzaba. No parecía estar en el uno. Iba asomándome en cada salón. Seguro que iban a pensar que era una acosadora, pero tenía muchas horas libres hasta las tres.
Prácticamente pegué mi cara a la ventana del salón. Analicé la clase. No estaba ahí. Me giré para seguir caminando y mi cuerpo impactó de lleno con otro. Logré sostenerme de la pared para no caer, pero la otra persona no tuvo esa suerte. Sus cosas cayeron desperdigadas en el piso.
Era una chica.
— ¡Ay, perdón!— me disculpé. Reafirmé mi bolsa en mi hombro y me agaché para intentar ayudarla. Intenté jalarla para que pudiera ponerse de pie, pero ella me arrebató su brazo con brusquedad y volvió a caer de sentón. Escuché algunas risas alrededor del pasillo, de la gente que transitaba, lo cuál solo ayudó a que me sintiera peor.— Déjame ayudarte, perdón.
— Quítate.— me espetó.— Ciega.
Se levantó y comenzó a recoger sus cosas. No quise volver a abrir la boca. Entendí que le cayera mal luego de haberla tirado, y peor, que se rieran de ella algunas personas. Aún así me sentía mal.
Volvió a mirarme ya de pie.
— Aprende a ver por dónde vas, o mejor no camines.— me miró con rabia una última vez.— Estorbosa.— murmuró antes de seguir caminando por el pasillo.
Muy bien. Está bien que se haya molestado conmigo porque se había caído por mi culpa, pero con decirme ciega ya se había pasado. ¿Qué le pasaba? Ella también podría haberme esquivado si hubiera visto su camino. No todo era culpa mía. Diablos, ahora estaba de mal humor.
Vi a unas chicas en el pasillo y me acerqué.
— Hola, ¿Conocen a Alex Scove?— ambas negaron.— Gracias.
No podría decir que mi búsqueda tuvo buenos resultados. La Universidad era grande, sabía que no podía acabarcarla toda y estaba bastante cansada para hacerlo. Tenía sueño y en cuarenta minutos comenzaba mi primera clase.
Compré un café bien frío y suspiré. Que delicia. Eran las dos de la tarde sí, pero siempre fui una persona a la que no le importaba la hora para tomar café. Un café no se desprecia. Y siempre es el momento correcto para tomar uno.
Caminé por la acera del patio, del lado de la sombra, cerca de las jardineras. Miré alrededor para pasar la calle al lado de mi edificio. Era la primera vez que tomaba esa clase en la semana, porque era un taller. Así que no era un edificio que hubiera explorado antes. Comencé a cruzar la calle y entonces divisé a alguien. Una espalda que me resultaba conocida desde que me había tirado al suelo. Era él. Era Dios seguramente, que había visto como sufría intentando encontrarlo. Me apresuré y grité su nombre para que girara. Tenía que devolverle la cartera.
— ¡Alex!— Miré su licencia para recordar su apellido.— ¡Alex Scove!
Entonces llegué al otro lado donde estaba él. Giró apenas escuchó su nombre. Tenía el ceño fruncido y un rostro molesto. Y detrás de él— no la había visto porque las plantas de la acera la cubrían antes de que cruzara la calle—, estaba la chica que había tropezado conmigo. O más bien con quién yo me había tropezado.
— ¿Tú de nuevo?— espetó ella.
Quise mirarla molesta. Pero solo iba a dar una cartera. Así que la ignoré.
— Toma.— le dije a Alex.— Dejaste esto en la cafetería el otro día, solo quería devolvértela.—le extendí la cartera. Y noté como la chica fruncía más el ceño.
— ¿Quién eres?— volvió a hablarme a mi, pero el mal sabor de boca que me había dejado al conocerla seguía ahí, no pensaba hablarle, solo por evitar problemas.
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Tienes Prohibido Enamorarte
RomansaCuando Becca se muda a Miami para empezar la Universidad, cree que los problemas que tuvo en Seattle por fin han llegado a su fin. Al menos hasta que alguien peligroso comienza a mostrarle que sabe su secreto. Esto lleva a Becca a hacer un trato con...