Quería decirle. A él, a Nick. Ni siquiera sabía por qué él estaba en esa corta lista. Tal vez porque él era el único que sabía de los anónimos. Abrí los ojos de golpe. Los anónimos. Había llegado uno en los baños ahtes de que alguien me golpeara.
— ¡Alex!— mi garganta escoció. Él apareció por la puerta de la cocina con un rostro espantado.— Anónimo.
Se acercó y volvió a sentarse junto a mi. Saqué el papel de la bolsa y lo abrí. Ambos quedamos estupefactos apenas leer el contenido.
"Estos ataques de pánico, ¿Te suceden desde que la tiraste de las escaleras? ¿O tal vez lograste matar a alguien más?"
Mi vista se concentró en Alex en un pestañeo. Él seguía con la mirada pegada al anónimo. Luego se frotó la cara y se levanto a caminar de un lado a otro.
Yo lo sopesé un momento. Él era la única persona que sabía de los anónimos. Me había escuchado balbuceando sobre el accidente. Alex estaba perfectamente consciente de que existía una gran posibilidad de que yo fuera una asesina. Pero seguía aquí. Estaba en mi casa, cuidándome. Me había preparado una comida deliciosa. Y estaba dispuesto a escucharme. ¿Por qué no podía contarle?
— Becca.— levanté la mirada un tanto anonada.— ¿Cómo te sientes? Respecto al anónimo.
— Bien.
— ¿Bien? ¿Te sientes bien? Porque, bueno, lo que dice el anónimo no se ve para nada bien.
— No es eso. Es que no puedo contarte.
Alex asintió en respuesta. Tenía una cara que me provocaba terror, indudablemente. Aunque tengo que admitir que no estaba segura del porqué. Parecía confundido, pensativo. Como si sopesara si era buena idea quedarse. Y no podía culparlo. Escuchar que tu supuesta novia— aunque fuera falsa— tal vez había matado a alguien seguro que no era algo fácil de tragar.
Miré hacia otro lado. No estaba lista para hablar del tema, con nadie en realidad. Pero no quería que Alex se fuera. Quería que se quedara aunque fuera solo para hacerme sentir menos sola. Quería sentir que me apoyaba. Que podía sostenerme si me caía. No podía contarle toda la historia. Pero al menos tenía que saber que yo no había hecho nada.
— Becca...
— Nadie murió.— noté como su rostro se giraba hacia mí.
— ¿Qué?
— Los anónimos. Dicen que tal vez yo maté a alguien, pero no.— la garganta me escocía con cada palabra.— Nadie murió. No maté a nadie.
No había dicho mentiras. No habia dicho que yo no le había hecho daño. No había dicho que no había sido culpa mía lo que había pasado. Pero yo no había matado a nadie. Y esa era la verdad más importante. Era lo que Alex necesitaba saber. Lo que yo necesitaba contarle.
Él dejó escapar un largo y profundo suspiro. Tal vez estaba aliviado. Y eso, por alguna razón me quitó un peso de encima.

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Tienes Prohibido Enamorarte
RomanceCuando Becca se muda a Miami para empezar la Universidad, cree que los problemas que tuvo en Seattle por fin han llegado a su fin. Al menos hasta que alguien peligroso comienza a mostrarle que sabe su secreto. Esto lleva a Becca a hacer un trato con...