Capítulo 11

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Xiao Zhan se encontraba en la tienda de medicinas, en el centro de la ciudad, a un par de kilómetros de su hogar.

Le habían vendido la dosis incorrecta de supresores, diferentes a los que le había recetado el doctor Liu Haikuan, obligándose a ir personalmente a realizar el cambio del medicamento.

Por suerte, el Omega aún contaba con las últimas dosis de pastillas del remedio anterior. Pero ahora, su preocupación recae en las malas condiciones climáticas que comenzaban a reflejarse en el cielo.

Si hay algo que le causa temor a Xiao Zhan, además de un celo repentino en cualquier lugar o momento; eran las tormentas.

Cuando Darren no se encontraba en casa para resguardarlo, corría al cuarto de sus hijos, sintiéndose un niño más entre ellos.

—Darren no te preocupes... —el omega suspiró mientras entonaba los ojos y desviaba su mirada en cualquier dirección, evitando observar los grandes ventanales de cristal que dejaban ver los fuertes vientos en el exterior de la tienda, estos arrastraban rápidamente nubes grises, las cuáles iban agrupándose en el cielo—. Tomaré un taxi.

Su esposo había quedado en pasar a buscarlo saliendo de la oficina, pero unos informes de último momento, retrasaron su salida, Darren lo llamó muy preocupado, conociendo bien a Xiao Zhan y su miedo, fobia o temor al mal clima.

—Los niños están con Lulu, termina tú trabajo, tengo para rato... nos vemos luego en casa.... adiós —el omega colgó la llamada, observando la gran fila de personas que tenía por delante.

Los minutos pasaban y sólo avanzó unos pocos centímetros en la extensa fila, maldecía internamente a quién había confundido la receta con la de otro cliente, viendo al mismo tiempo, cómo pequeñas gotas empezaban a repiquetear contra las ventanas del local.

Sus nervios estaban a flor de piel, agradecía que no podía liberar sus feromonas porque el lugar estaría impregnado de su aroma agrio; denotando un claro disgusto, trasmitiendo su angustia, sobre todo: miedo. Su cuerpo temblaba cada vez que los cielos empezaban a iluminarse por consecuencia de varios relámpagos.

El omega observaba cómo la hora en su celular avanzaba rápidamente, a diferencia de las personas delante de él. Decidió apagarlo por un tiempo, porque, para sumarle a su buena suerte; la batería se estaba agotando.

No sabe si aquella voz cerca de su oído hizo que su cuerpo se congelara o la mano cálida deslizándose por su cintura.

Sin importarle aquél estúpido sobrenombre que alcanzó a oír, se dejó arrastrar sin reaccionar.

—Gege pimiento... sígueme... —el alfa ordenó llevando al omega confundido hacia la línea de caja.

—Disculpe señorita... —Wang Yibo observó cómo la cajera lo miró con un tímido sonrojo—, mi esposo se siente muy mal y necesita su medicina, rápido... —le informó, dedicándole un par de miradas coquetas a la vendedora, quién parecía querer comérselo con la mirada.

—Sí. Con gusto joven... ¿Qué es lo que necesita? —preguntó mirando por primera vez a Xiao Zhan que tenía la mirada perdida en el rostro del castaño.

—Yo quiero unos antiácidos —dijo a la vez que golpeaba suavemente con el codo el costado del mayor—. ¿Amor, qué es lo que deseas?

—¿Me hablas a mí? —el omega pareció salir del transe, sorprendido por la manera en que fue nombrado.

—Jajajajaja —el alfa se rió con nerviosismo —. ¡Sí! ¿A quién sino? —apuntó la bolsa que Zhan tenía en sus manos.

—Ah, sí, perdón... necesito el cambio de mis... —dudo en decirlo—, supresores... Éstos que han enviado no son los que el doctor me recetó —le entregó el paquete a la joven, mientras observa como aún el castaño lo tenía envuelto con uno de sus brazos.

Si decido dejarte [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora