26 de Agosto de 1942
El buque del marinero de nombre Pablo llegó a su destino, España. En aquél país dejó la carga que tanto esperaban recibir sus trabajadores, eran muchas cajas de madera repletas de vino, arroz y maíz; el cielo era azul y el sol brillaba en el mar de agua cristalina.
- Que hermoso es España! - exclamó Amelia al bajar del buque con una sonrisa.
-Eso no es nada. Déjame mostrarte lo grandioso que es Ceuta, mi ciudad- dijo Camilo.
Después de algunos minutos de espera mientras el barco se encontrará vacío, fueron a dar un paseo junto a Pablo para mostrarle a Amelia la gastronomía y lugares mágicos de la ciudad.
Camilo miró a lo lejos un lindo vestido de terciopelo; no dudo en comprarlo para Amelia pues ella era la primera amiga que había tenido. En aquél momento en el cuál llegaron justo a la estación de trenes empezó a agradecer toda la ayuda que había recibido:- Se los agradezco mucho. Ustedes han sido muy amables conmigo, en verdad, y no sé cómo pagarles.
- No hace falta jovencita .- dijo Pablo -. Ahora tu destino es Alemania, ¿no es así?
- Es cierto .- respondió sonriente -. No obstante estoy algo nerviosa señor; el conocer un nuevo país, ciudad que jamás he conocido me congela la sangre y pone los pelos de punta.
- (El buen señor dió una carcajada carismática y agregó seriamente): Por cierto jovencita..... ¿Dé qué religión sois?
-No tengo religión.
- ¡Que bien!. No dejéis que esos bárbaros te llenen la cabeza con su ideología.
-¿Usted se refiere a los nazis?
- ¡Son crueles!! Por favor tenéis cuidado con ellos cuando les veas.
- Lo tendré señor. Pero; ¿Por qué tan preocupado? Parece como si algo realmente malo estuviera pasando. ¿Qué religión pertenece usted?
- Hemos llegado hasta aquí y este tren que ves al frente partirá en un par de minutos, te llevará a Múnich, Alemania. ¿Tienes el dinero y todo lo que te obsequiamos?.
- Si señor. Todo está en mi maleta muy bien cuidado .- tomó sus cosas y volvió a preguntar -. No me respondió la pregunta anterior ¿Qué religión pertenece?.
En aquél instante intervino su charla el sonido del tren avisando a los pasajeros a tomar sus asientos.
- Vamos se nos hace tarde, tenemos que ir a Múnich - decía una señora con su pequeña hija.
- Bien señor debo irme ahora mismo - dijo Amelia respirando profundo.
- Qué tonto se atreve ir al infierno, el infierno es mejor que Alemania - se decía entre el público al ver a la gente subir en el tren que los llevaría a dicho país.
- Señor... - dijo Amelia nerviosa y asustada -. ¿Alemania es tan malo como se rumora? Porque estoy pensando seriamente dejar mi viaje en este preciso momento.
- No temáis. Habéis llegado hasta aquí en busca de tu padre. Si te rindes ahora mismo todo el esfuerzo que lograste al llegar aquí habrá sido en vano. Solo piénsalo bien.
Se acercó Camilo a ella y con esperanza dijo: Papá tiene razón. Todo lo que hiciste habrá sido en vano así que lucha por tu aventura.
- Ambos están en lo correcto. Subiré.
Amelia se acercó a ellos y los abrazó muy fuerte subiendo al tren con el alma temerosa y la esperanza de conocer a su padre. Miraba por la ventana despidiéndose del marinero y de su hijo. Cuando el viaje comenzó miraba en el interior del tren que se podía observar la presencia de cuatro personas con el rostro nada amigable. Todo parecía estar en contra de ella pero a pesar de todo lo malo que estaba sucediendo, mantuvo su sonrisa ante el cristal mirando su destino.
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AMELIA MÜLLER
Ficțiune istoricăAmelia Müller, de sangre alemana y mexicana toma un viaje arriesgado hasta el continente Europeo para llegar a Múnich, Alemania donde conoce a su tío Blaz, qué junto a su familia y un judío polaco se esconden en una casa, para no ser llevados a un c...