LA ELECCIÓN

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Eran las 7:40 pm.  La noche era maravillosa mostrando un cielo estrellado y una luna llena, las nubes melancólicas se iban a lo lejos. Las personas bajaban del tren cuidadosamente debido a que la tierra estaba muy húmeda. Edward se acercó al doctor y le pidió ayuda con el cadáver de su amada; no solo el doc estuvo dispuesto en ayudarlo algunos pasajeros fueron amables y sacaron el cuerpo de la mujer cubierto de sábanas blancas.

- ¿ Dónde vive usted?.- Le preguntaban a Ed -. Necesitamos su dirección para que la funeraria haga su trabajo.

Él no quería estar solo en su nueva casa con el ataúd de su esposa. A tal suceso Edward deseaba hospedarse con ellos un par de días. Rosa Hernández accedió a su súplica.

Así lo fué, llegaron a la colonia Roma, Condesa dónde se encontraba su hogar, una maravillosa casa de color blanco con grandes ventanas,teniendo como arquitectura Art Nouveau y La Belle Époque.
La casa era distinta a las que estaban en esa colonia; pues ellos eran de clase alta mientras los demás de clase media. A pesar de la diferencia de clases todos eran vecinos muy unidos.

Rosa le mostró a Edward el interior de la casa dejándolo fascinado y al finalizar su recorrido se recostó en su nueva habitación. En está acomodó todas sus pertenencias que cargaba consigo en especial su baúl dónde ocultaba cosas de gran valor y que nunca dejaría en el olvido. En esa noche no podía reconciliar el sueño, sus pensamientos más profundos parecían enredar sus palabras torturando cada una de ellas siendo positivas o negativas. ¡ Vaya que si era un señor pensativo y ansioso!..

Al siguiente día cuando el reloj marcó al rededor de 10:50 AM todos se encontraban en el cementerio. El sacerdote José Medina y sus ayudantes dieron la sagrada misa arrojando agua bendita al ataúd en forma de cruz. El clima era nublado con esas nubes color gris poniendo el momento cómo uno de los más desagradables para los sensibles. La hora de aventar las rosas había llegado el primero en hacerlo fue el doctor Alejandro, luego su prometida junto a la bebé que cargaba en su seno y finalmente Edward quién se encontraba arrodillado en la tierra con la cabeza inclinada apretó sus manos formando puños qué resaltaban las venas de su brazo. Al sentir demasiada tristeza comenzó a llorar y a gritar desgarradoramente como nunca en su vida lo había hecho. En ese instante los ojos del Alemán se bañaban en lágrimas de dolor y no había nada que pudiera detenerle.

Al llegar a la casa después de lo difícil que fue la mañana Rosa decidió ir a la cocina para preparar una comida mientras el doctor cargaba a la bebé en la sala, y Edward sentado en su escritorio escribía una carta con la mirada triste y pensativo al mismo tiempo, parecía estar decidido.

Cuando terminó de escribir dobló la carta tres veces guardando el contenido con una medalla y collar en el sobre.

- ¿Me permite hablar con usted? - dijo dirigiéndose al doctor desde lo alto del balcón.

Cuando subió las escaleras con la bebé en brazos abrió la puerta del despacho sentándose para escuchar a Edward quién comentó lo siguiente:

- Voy a conseguir trabajo en mi ciudad natal. En Múnich, Alemania. Han pasado cosas realmente interesantes y sobre todo hay buen trabajo por lo que he leído en cartas de mis familiares.

- Pero... ¿Regresarás a México?

- Regresaré cuando sea posible mi visita. Lo más seguro será en días festivos como Navidad y así poder estar con Amelia .- Hizo una pausa y agregó -. En caso de no poder regresar, o si algo me llegará a pasar en el camino quiero que le entregues está carta a ella cuando cumpla los 18 años de edad; solamente mi hija puede leer el contenido. No usted, no Rosa. Solamente Amelia.

El doctor tomó el sobre de la carta y le entregó a Edward la bebé para poder despedirse.

- He dejado algunas pertenencias debajo de la cama - dijo cargando solo un maletín oscuro.

AMELIA MÜLLER Donde viven las historias. Descúbrelo ahora