Aquella mañana cuando los rayos de sol entraron en el almacén, Leyna se dió cuenta de la marca qué ocultaba Hoffmann en el brazo derecho. Con las iniciales " SS" qué pertenecía a las Schutzstaffel literalmente ‘Escuadras de Protección’; abreviado SS o estilizado ᛋᛋ.
- ¿¡Por qué !? , ¿¡Por qué dejaste qué te hicieran eso? - preguntaba preocupada.- Perdóname meine Liebe (mi amor) debía hacerlo. No había otra opción.
- Si sabes, ¿Qué jamás podrás borrar esa marca de tu piel?
- Lo se, lo sé. Me duele aceptar qué estoy marcado para toda mi vida, y qué debo servirles a esos Nazis.
Leyna lo miró con tristeza. Parecía haber perdido a su amado, pero aún permanecía algo que los nazis no podían quitarle a Hoffmann. El amor qué sentía por ella.
18 de Enero de 1943
Habían pasado tan sólo tres días los cuales Jude y Amelia disfrutaban del comienzo de su romance, cuando de repente en esa misma noche, Edward Müller le daba un informe a su hija qué cambiaría todo plan creado.
- Toma tus cosas y empaca qué nos vamos ¡Ahora mismo!
- ¿Disculpa? ; ¿A dónde vamos papá? - preguntaba Amelia inconforme.
- Nos vamos a vivir en Oranienburg, cerca del campo de concentración Sachsenhausen.
- ¿Es obligatorio qué te acompañe?; No puedo irme así cómo si nada. Tengo qué estar con Heidi, ella me necesita - decía refiriéndose a Jude.
- Lo siento jovencita. Te vienes conmigo ¡Ahora mismo! - exclama el hombre tomándola del brazo mientras decía -. No puedo rechazar mi trabajo.
- ¡¡Suéltame!!, ¡¡Ya no soy una niña!! - dijo con firmeza y agregó para despedirse - Vine hasta Múnich en busca de un padre qué se preocupara por mí. Pero sólo se preocupa por su trabajo. Fue un grave error el venir en busca de un padre cuando el verdadero está al otro lado del mundo.
Amelia se dió la vuelta, y Edward la detuvo en seguida.
- ¡¡ Espera !!. No he sido un buen padre, lo reconozco, y me duele lastimarte. Pero te pido qué me perdones y me comprendas.
- Traté de entender, créeme. Pero es absurdo, sólo te preocupas por ti mismo. Y qué bueno qué pidas perdón. Nunca te lo pedí.
- Entonces, ¿¡¡ Qué quieres de mí!!?? Te he dado dinero, te ofrecí un hogar pero quieres estar siempre con Heidi, has estado en las conferencias del Führer, y convives en las fiestas de las SS cómo ninguna otra mujer. ¿¡¡ Qué más quieres Amelia!!?? - decía exaltado.
- Quiero tan sólo un poco de tu bendito tiempo. Solo eso papá. La última vez que sentí qué te importe fue en mi llegada, recuerdo ese día con mucho cariño y desearía volver a vivirlo... Pero sé que no volverá a pasar.
- Bien. Te propongo lo siguiente. Vámonos a Oranienburg, y te prometo qué pasaré más tiempo contigo- decía está vez con más relajación.
- Está será tu última oportunidad padre. No la desperdicies.
Edward la abrazó, pero en su ser se sentía el peor de los padres. Aún así debía hacer algo para resolver su problema antes de qué fuera demasiado tarde.
Johann Hoffmann por otro lado, esperaba al señor Müller en el jardín de su futura casa para ayudarles con las maletas, y al darse cuenta qué Amelia le acompañaba se acercó a ella.
- ¡¡ Johann !!, Me alegra verte aquí - dijo la joven sonriente.
- Lo vez querida.- dijo Edward -. Tu novio estará de igual manera con nosotros.
- Si Amelia, somos vecinos.
- ¿¿ Qué!?? - dijo susurrándole en el oído -. ¿Qué pasará con Leyna y los demás?
- Tranquila, tengo un plan para escaparnos a Múnich. Ya verás.
Amelia se alegró por ello. No podría soportar vivir lejos de Jude y de su familia, pero al mismo tiempo quería estar con su padre qué era la razón de todo.
Los días pasaban, comenzaba a perder la felicidad y la tristeza, se apoderaba de ella. Su padre qué le había prometido estar más tiempo con ella, constantemente la dejaba sola en casa con la compañía de un judío el cuál era el esclavo para hacer la limpieza. Su nombre era Otto Hahn, un anciano de 69 años qué demostraba carisma y amabilidad a la joven Amelia cuando ella sé ponía triste. Solía contarle anécdotas graciosas y darle uno qué otro consejo de vida.
Todo estaba completamente tranquilo, cuando de repente un militar de las SS entró al hogar para darle órdenes al judío, pero el había resbalado al intentar bajar los escalones. Este acto inofensivo fue abusado por aquél sujeto, pues al tenerlo en el suelo comenzó a golpearlo con el arma que cargaba consigo.Después de haberle golpeado, un intenso olor se hizo presente en la zona. Nubes color gris salían del campo de concentración por lo cual Amelia se preguntó que era.
- Aquél olor viene de las cámaras de gas, dónde la familia de éste sucio judío han sido eliminados.
- ¡ Cómo te atreves !!? - exclamó él anciano, pero tenía todas las de perder.
¡Pobre hombre! Recibió peor castigo que el anterior.
Amelia no podía seguir viendo la crueldad del anciano, qué rogaba por dejarle en paz.
Los días eran sin duda alguna más oscuros qué la noche; Hoffmann y Amelia visitaban Múnich solamente los fines de semana para visitar la casa de Heidi. Las sospechas sobre ellos dos, comenzaba a ser un tema del cual hablar. Por lo cual debían hacer algo más que tomarse de la mano.
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AMELIA MÜLLER
Ficção HistóricaAmelia Müller, de sangre alemana y mexicana toma un viaje arriesgado hasta el continente Europeo para llegar a Múnich, Alemania donde conoce a su tío Blaz, qué junto a su familia y un judío polaco se esconden en una casa, para no ser llevados a un c...