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–Cruiser, sal de ahí –ordenó Singto.

–Ha debido encontrar algo –dijo Krist.

Cruiser ladró. Fiat, que estaba en brazos de Krist, gritaba y reía, intentando dar palmas.

Después de la escena con los muñecos, el ambiente se había enrarecido, así que cuando finalmente el sol había asomado entre las nubes, Singto había propuesto salir a tomar aire fresco.Tras dejarle a krist unas botas y una chamarra que le quedaban enormes, envolver a fiat en una manta y ponerse él una cazadora, habían salido al jardín.

Singto no conseguía dominar sus instintos y racionalizar lo que le pasaba con Krist, pero sabía que la resistencia que este ponía a una atracción que era obviamente mutua, reforzaba su determinación por conseguirlo. Y aunque podía deberse al aislamiento y a la ausencia de otros estímulos, lo cierto era que cada vez que se le acercaba, cada célula de su cuerpo parecía revivir y clamar por el.

Al día siguiente los servicios sociales se llevarían a Fiat y el juego habría acabado. Pero estaba decidido a hacerlo suyo y a oírle susurrar su nombre mientras le hacía el amor. Aunque para ello tuviera que esperar hasta la noche.

un poco de agua seia roceada en los arboles asi que Singto agarro una de las que se cayo y empezo a rocear a Cruiser. El perro la esquivó, se agazapó y se lanzó hacia ellos. Krist y Fiat rieron a carcajadas. Singto siguio roceandolo con agua y Cruiser hizo la misma maniobra, salpicando a su alrededor. Luego fue hacia Singto y le agarró el borde del abrigo entre los dientes, tirando de él.

–¡Suéltame! –gritó Singto, tirando hacia el lado opuesto entre las risas de Krist y Fiat.

Cuando consiguió soltarse, hizo ademán de atacar a Cruiser, que lo esquivó en el último segundo. Y Singto cayó al suelo de bruces.

–¡A por él! –dijo Krist.

Y empezó a echarle agua con el pie mientras Fiat movía los brazos frenéticamente sin dejar de reír y Cruiser saltaba sobre él.

Singto se resbaló varias veces antes de ponerse en pie. Estaba sin aliento por el ejercicio y la risa, pero no se dio por vencido. Guiñando los ojos en actitud amenazadora, avanzó hacia Krist, que retrocedió hacia la casa.

–Se acabó el juego –dijo.

–Todavía no –dijo Singto.

–¡Tengo al bebe en brazos!

–Eso no te salvará –Cruiser ladró y Singto le lanzó una mirada, diciendo–: No te preocupes. Luego te toca a ti.

Dando un paso adelante, tomó a Fiat de los brazos de Krist y la dejó con cuidado en su sillita, que habían dejado en el porche, antes de volverse de nuevo hacia Krist. Cuando lo alcanzó, los dos cayeron al suelo mientras Cruiser no paraba de hacer cabriolas y sus risas reverberaban entre los árboles. Luego el perro se acercó a Fiat y a Singto se le borró la visión, excepto por dos ojos hermosos que lo miraban expectantes. Tenía a Krist atrapado, sus labios tentadores a unos centímetros, entreabiertos. No tenía escapatoria y él iba a besarlo.

Con la mano mojada, lo sujetó por la nuca e inclinó la cabeza sobre la de el. Sin pensárselo, apretó sus labios a los de el, que no ofrecieron resistencia. Sus lenguas se entrelazaron y una llamarada estalló en su interior. Singto lo estrechó contra sí. Quería que supiera que había encontrado la combinación de su candado, y que una vez abierto, iba a hacer lo que fuera para romper su resistencia.

A no ser que un bebé de tres meses se estuviera preguntando por qué ya no se divertían todos juntos.

A regañadientes, Singto se obligó a pensar racionalmente y concluyó el beso, pero miró a Krist fijamente para no dejarle dudas sobre el deseo que le despertaba.

–Hemos pasado una buena tarde –le susurró contra los labios, sintiendo que la sangre le corría desbocada.

Fue a besarlo de nuevo, pero Krist apartó la cara.

–Tenemos que entrar. Hay que bañar a Fiat.

–Ya lo hemos bañado.

–Está oscureciendo.

Singto volvió a acariciar con sus labios los de Trinity.

–Lo se.

Fiat..

Fiat va a dormir en el dormitorio esta noche mientras los adultos hacen el amor –dijo Singto, acariciándole la mejilla.

Krist contuvo el aliento antes de decir:

–No creo que sea una buena idea.

–Yo creo que es fantástica.

–Ni siquiera me caes bien.

–No me conoces.

–Más motivo para...

–Decir que sí.

Una hora más tarde Krist salía del dormitorio.

–Ya se ha quedado dormidao.

–Qué bien. ¿Cruiser está haciendo guardia? –preguntó Singto.

–Por supuesto.

–¿Tienes hambre? He preparado un plato especial, tortilla a la Singto.

–Suena delicioso.

Krist le acercó los platos y Singto sirvió media tortilla para cada uno. El sentía un hormigueo en los dedos, y la preocupación de saber cómo se desarrollaría la velada después de la amenaza de Singto de terminar lo que había empezado.

Tras poner una ensalada en la mesa, Singto sirvió dos generosas copas de vino y se sentaron. Mientras él comenzaba a comer con entusiasmo, Krist se quedó dubitativo.

Singto lo observó y dijo:

–¿No te gusta?

–Estoy seguro de que está buenísimo, pero es que antes quiero aclarar las cosas.

–¿Sobre qué?

–Sobre el beso de esta tarde.

–Yo creo que la comunicación ha estado muy clara –Singto señaló el plato de Krist con su tenedor–. Se te está enfriando la cena.

–Pero es que...

–Y necesitas reponer fuerzas para cuidar a Fiat. Te prometo que luego hablamos.

krist se mordió el labio, inquieto con el brillo que apreciaba en los ojos de Singto, y que indicaba que su idea de seguir hablando era callarlo con otro de sus besos, contra los que no era capaz de ofrecer resistencia.

Al cabo de unos minutos, cuando ya había comido más de la mitad, dijo:

–Está buenísima.

–Casi no cocino porque no tengo tiempo. Suelo comprar comida preparada o ir a un asador que hay al lado de casa.

–Me extraña que no tengas una cola de perdonas ofreciéndose a cocinar para ti.

–Recuerda que los domesticados son mis hermanos –dijo Singto, alzando la copa hacia el y dirigiéndole una mirada penetrante antes de beber.

–Sin embargo, cualquiera que te hubiera visto esta tarde con Fiat habría pensado que eres un hombre de familia.

Singto frunció el ceño antes de terminar el vino y dejar la copa con un murmullo de satisfacción.

–Esta cosecha es excepcional.

Krist estaba de acuerdo, pero estaba decidido a no beber más de una copa. Singto le había dejado claro que quería hacer el amor con el y, al mirarlo en aquel momento, supo que, de ser un hombre más frágil, abría dejado la servilleta sobre la mesa y habría sugerido que pasaran a la acción.

Pero por más que hubiera disfrutado durante el día teniendo la oportunidad de descubrir distintas facetas de Singto, no olvidaba que existían muchos rincones oscuros en su personalidad. Ya antes sabía de él que le gustaban los Jovencitos y que, como hombre de negocios, era implacable. Pero recordar lo que P'Jennie le había dicho aquella mañana sobre su ultimo negocio lo convertía en un ser despreciable.

Singto lo atraía más que cualquier otro hombre que hubiera conocido, pero no estaba dispuesto a poner su deseo físico por encima de su conciencia

[Terminado] Repentino AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora