Krist no quería quedarse a desayunar. Así que después de que se ducharon, Singto accedió a llamar un taxi, pero insistió en acompañarlo al aeropuerto. Una vez llegaron, Krist no quiso que esperara a que despegara el avión.
Singto pensó que lo tenía merecido tras su discurso sobre «la necesidad de separase del bebe». Se despidieron con un beso, pero este fue radicalmente distinto a cualquiera de los anteriores. Sus labios no mantuvieron el contacto, la sonrisa de Krist no resultó convincente y cuando lo vio alejarse, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no detenerlo y pedirle que se quedara hasta diluir la tensión que se había creado entre ellos.
Lo vio perderse entre el tumulto de gente que intentaba recuperar la normalidad interrumpida por la tormenta, y ni siquiera fue consciente de cuánto tiempo se quedaba paralizado, pensando... Hasta que el taxista bajó la ventanilla y gritó:
–¿Dónde vamos, señor?
Subió y le dio una dirección en el centro.
Krist llegó a Bangkok sintiéndose exhausto, pero decidido a actuar de acuerdo al plan que había diseñado durante el viaje. Bajó del taxi y atravesó las puertas automáticas del edificio en el que había establecido el que hasta entonces había considerado su hogar.
Había tenido que esforzarse mucho para ir a la universidad. Nunca olvidaría la excitación de conseguir el contrato, y de alquilarse un apartamento en el centro de Bangkok en el que, aunque pequeño, había reunido pequeños detalles que le hacían feliz: cuadros de jóvenes pintores con talento, sus libros favoritos...
Pero el apartamento no le pertenecía, no era un verdadero hogar y mientras esperaba al ascensor, fue consciente de que no era más que un techo temporal. Nunca se lo diría a Singto A pesar de su inicial actitud crítica hacia él, se había sentido más seguro entre las cuatro paredes de su casa que en ningún otro lugar.
Pero no debía pensar en ello. Tras la maravillosa noche que habían pasado juntos, Singto había dicho que quería que siguieran viéndose, pero algo le decía que no lo llamaría. Y lo comprendía. Él tenía una vida profesional de éxito, así como la compañía de familia y amigos. No necesitaba que su melancolía lo deprimiera. Y el tampoco lo necesitaba a él.
Tenía un plan y estaba decidido a ejecutarlo.
...........–Ya sé que dije que conseguiría que firmara –dijo Singto–. No me he dado por vencido.
Tay lo observaba desde el otro extremo de la gigantesca mesa de la sala de juntas de las oficinas centrales. Singto sabía que debía parecer un león enjaulado, porque así era como se sentía. Desde que había vuelto de Chiang Mai, dos días antes, no había conseguido concentrarse en nada.
Se había planteado aceptar la sugerencia de Krist y ofrecer una asociación con el estudio. Pero aunque por una parte quería ayudarle, no era así como solía hacer negocios. Una propiedad compartida podía dar lugar a problemas en el futuro.
–Quizá deberíamos olvidarnos de ese contrato –dijo Tay–. Desde que mamá y papá rompieron, está menos obsesionado con la empresa. De todas formas, dudo que la ruptura sea definitiva.
Singto se preguntó en qué basaba esa predicción.
– Tay, aunque creamos lo contrario, nuestra familia no es invencible.
Tay lo miró fijamente.
–¿Se puede saber qué te pasa? Cada vez que te pregunto qué pasó en Chiang Mai, evitas contestar –tras una pausa, preguntó–: ¿Te están chantajeando?
–No seas melodramático –dijo Singto, yendo hasta el ventanal.
–Me dijiste que ese actor al que estabas viendo insinuó algo al respecto.
–Pero no puede hacerlo. Además, sabes que algo así no me alteraría.
–Eso he pensado siempre, pero algo está alterando tu habitual frialdad –Tay fue junto a Singto–. Cuéntame qué pasa.
–No me creerías –dijo Singto.
–Inténtalo.
Tras un titubeo inicial, Singto se sentó y durante el siguiente cuarto de hora le habló de Fiat Angelo, de Krist e incluso de Cruiser. No ocultó la intimidad a la que habían llegado Krist y él, ni lo vacío que se sentía desde que el bebé y Krist habían desparecido.
–Nunca me había sentido tan inquieto –concluyó, levantando las manos en un gesto de impotencia–. Debo estar enfermo.
–Sí, enfermo del corazón. Singto, suenas como un hombre enamorado.
Singto miró a su hermano y dejó escapar una risa cargada de sarcasmo. Su familia siempre insistía en que acabaría encontrando a la persona ideal.
–Kit y yo hemos pasado dos días juntos –dijo, levantando dos dedos para enfatizar sus palabras.
–Yo supe que quería casarme con New en nuestra primera cita. Bright tardó una semana en decidirlo con Win.
–Yo soy distinto, siempre lo he sido.
Tay se sentó y adoptó una actitud que hizo recordar a Singto su afición a la psicología, pero él no necesitaba una mala imitación de Freud.
–¿A qué tienes miedo? –preguntó Tay.
–Entre otras cosas, enamorarme no está entre mis planes –dijo, poniendo los brazos en jarras.
–¿Y esos planes son...?
–Dirigir Elixir Studio. Papá está a punto de retirarse.
–¿Quieres decir que en cuanto los demás nos casamos perdimos la cabeza?
–Seamos sinceros –dijo Singto, enarcando una ceja–. Tenéis distintas prioridades.
–Desde luego: nuestras familias. Pero eso no significa que no podamos llevar un negocio.
–Si papá hubiera pasado más tiempo con mamá cuando empezaron las primeras señales de una crisis, quizá no se habrían separado.
–Eso no es tu responsabilidad. Y tienes que saber que un hombre puede tener ambas cosas: una familia y una vida profesional satisfactoria.
–Pero no sin sacrificios.
–La vida está llena sacrificios, pero te aseguro que también de muchas compensaciones. No hace falta que vendas tu alma y ganes varios miles de millones para ser feliz.
–No lo entiendes: me considero una persona tranquila, centrada y con la mirada puesta en el futuro.
–Todas ellas cualidades perfectas para ser marido y padre.
Singto no estaba convencido. Pero tras aquella conversación le quedó claro que no conseguiría relajarse hasta volver a ver a Krist. Si el sentía algo parecido a la tortura por la que él estaba pasando, no tendría más remedio que acceder a verlo.
Y él sabía cuál era la noche perfecta.
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[Terminado] Repentino Amor
FanfictionRepentino Amor Singto Prachaya creia que el enfocarse en lograr el exito era el unico objetivo en su vida, no habia espacio para nada más, hasta que un dia encuentra una sorpresa inesperada. lo que no sabia es que esta pequeña y linda sorpresa lo ll...