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Singto escuchó en silencio y luego dijo:

–¿Hay un hotel cerca?

El contestó afirmativamente y Singto, tras preguntarle dónde estaba, le dijo que pidiera una habitación, que él la pagaría. Antes de colgar, ya había empezado a vestirse.

–¿Qué pasa? –preguntó Krist, alarmado.

–Es el papa de Fiat, N' Bass. Está con el bebe a las playas del sur.

–¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

–Te lo explicaré en el camino. Vamos, vístete –dijo.

Singto organizó un vuelo privado. Llegaron al hotel de madrugada. Al ver el viejo edificio iluminado con un letrero de neón azul parpadeante, Krist se estremeció.

Singto despertó al recepcionista. Este llamó a la habitación pero no obtuvieron respuesta.

Angelo y su papa se habían ido.

–¿Qué hacemos ahora? –preguntó Krist, angustiado.

–Llamar a la policía –Singto le tomó ambas manos y, con expresión solemne, añadió–: Los encontraremos.

Krist, demasiado conmocionado como para hablar, se limitó a asentir. Al otro lado de la carretera había una gasolinera y un aparcamiento de camiones. Si Bass había conseguido que alguien lo llevara, sería imposible localizarlo. El teléfono de Singto sonó.

–¿Sí? –contestó con gesto contrariado–. ¿Dónde demonios estás?

Unos segundos más tarde, colgó.

–EraN' Bass. Angelo se ha despertado temprano y no paraba de llorar, así que han salido a dar un paseo y están ahí mismo –dijo, señalando el aparcamiento justo en el momento en el que Krist dejaba escapar una exclamación de alivio.

Cruzaron la carretera de la mano y entraron en la cafetería de la gasolinera. En un rincón, estaba sentada un joven con aspecto de estar exhausto, y un cochecito de bebé a su lado. Singto y Krist fueron a el presurosos. Krist no quiso culpabilizarlo después del tono recriminatorio que Singto había usado con el, y le dedicó una sonrisa. Cuando miró al bebe, el corazón le dio un salto de alegría y al mismo tiempo se le encogió. Parecía contento, ajeno al caos que era su vida, y Krist habría querido levantarlo y estrecharlo contra su pecho. El instinto maternal que Fiat despertaba en el era tan fuerte que casi se sentía su papa natural.

Singto esperó a que se sentara, y ocupó la silla de al lado.

Bass tenía ojeras y el aspecto de haber recorrido un largo trayecto.

–Lo siento, pero no tenía a quién llamar.

–¿Qué ha pasado? –preguntó Singto.

–Hablé con el padre de Angelo y me dijo que fuera donde estaba, que podía conseguir un trabajo. La gente del piso de acogida era muy agradable, y habíamos hablado de ir a la universidad, pero pensé que debía ir junto a él, que quería ayudarnos.

Los ojos de Bass se inundaron de lágrimas y Krist le tomó la mano.

–Reuní todo el dinero que tenía –continuó el joven–, dejé el piso y llamé a mi madre para decirle que no íbamos a volver. Luego llamé a God, el padre de angelo, pero parecía... diferente –hizo una pausa antes de seguir–: Debía haberlo imaginado... Pero saqué el billete y le llamé de nuevo para decirle la hora a la que llegaríamos –se mordió el labio para contener el llanto–. Me colgó, pero me dio tiempo a oír voces de mujer al fondo –las lágrimas rodaron por sus mejillas–. Entonces me acordé de ustedes.

Krist le apretó la mano.

–Has hecho bien. Cuidaremos de ustedes.

–He pensado algo que me resulta muy doloroso, pero que sé que es lo mejor para Angelo –dijo Bass, irguiéndose.

–¿A qué te refieres? –preguntó Singto.

Una súbita calma asomó al rostro de Bass.

–¿Quieren adoptar a mi bebe?

Singto recibió la pregunta como un puñetazo en el pecho que lo dejó sin aire. En aquel momento llegó una camarera.

–¿Quieren café? Se va a acabar la hora del desayuno.

Krist dijo algo que Singto no entendió porque tenía un zumbido en los oídos. No podía dejar de mirar a Fiat y pensar en lo desvalido que estaba. Se preguntó si, de saber el giro que iban a dar los acontecimientos, no habría preferido haber tomado el taxi de Krist y volver a Bangkok.

–Singto ¿estás bien? ¿Has oído a N'Bass?

Él separó la silla y sintió que se mareaba.

–Claro que he oído –sonrió para contrarrestar la brusquedad de su respuesta–. N'Bass, Kit y yo no estamos casados.

–Pero está claro que tienen una relación –dijo el joven con una sonrisa esperanzada–. Por eso han venido juntos, ¿no?

–Disculpadme –dijo él, necesitaba tomar aire–. He dejado el móvil en el coche.

Ya en la calle respiró profundamente. Sentía un nudo en el estómago y le flaqueaban las piernas.

No podía adoptar a un bebé; él era un soltero convencido. No tenía tiempo para niños. Y N'Bass había dicho que quería que los dos adoptaran a Angelo. ¿Eso significaba casarse con Krist?

No podía haberlo. Él nunca había pensado en formar una familia; su vida era su trabajo. Y si diciéndolo resultaba cruel, tendría que serlo.

Se abrió la puerta del bar. Singto se incorporó y Krist salió con las manos en el bolsillo del pantalón.

–Menuda sorpresa, ¿eh?

Singto carraspeó.

–Desde luego.

–Parece que N'Bass lo ha pensado en profundidad. Quiere conocernos mejor y estar seguro de que hace lo correcto.

Singto lo miró desconcertado.

–Lo dices como si te estuvieras planteando hacerlo.

–Si puedo ayudarles, lo haré.

Singto rio fríamente.

–Pues no cuentes conmigo.

El parpadeó y luego sonrió con tristeza.

–Creía que Fiat te importaba.

–Por eso mismo. No sería un buen padre.

–Eso no es verdad, pero no quieres darte cuenta de ello. Por mi parte, voy a hacer lo que haga falta por ellos.

–¿Sin dinero?

–El dinero no lo es todo. Además, tengo unos ahorros.

Singto pensó súbitamente en la solución.

–Le abriré una cuenta con todo el dinero que necesite.

–¿Para que su madre o su novio se hagan con él?

–No, para que pueda ir a la universidad.

–¿Y quien cuidará de Fiat?

–niñeras. Mis hermanos las usan.

–N'Bass quiere que el bebe tenga un medio estable –Krist lo miró con desilusión–. Voy a entrar a decirle que cuente conmigo. Si puedo adoptarlo solo, lo haré.

–Krist, no tienes los medios.

El lo miró con lástima.

–Si esa es tu actitud, tienes razón. El bebe está mejor sin ti.

[Terminado] Repentino AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora