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Singto estaba soñando que un tigre se disponía a avalanzarse sobre Fiat, cuando el sonido lejano de tambores se transformó de pronto en algo mucho más identificable, y se despertó bruscamente.

Poniéndose de pie de un salto se concentró en localizar el origen del ruido. Miró hacia la ventana y en una décima de segundo fue consciente de lo que pasaba, a la vez que se daba cuenta de que estaba desnudo.

Tomando una manta, se envolvió en ella como pudo a la vez que Krist se revolvía y, rascándose la cabeza, se sentaba con el cabello alborotado y dando un gran bostezo. Tan desnudo como él, parpadeando, miró a Singto desconcertado.

–¿Qué pasa?

–Hay alguien fuera, y creo que es la mujer de servicios sociales.

Krist lo miró horrorizado y al volverse hacia la ventana vio a una mujer con botas de goma y expresión severa. Mientras se levantaba y se ponía un albornoz, Singto fue a abrir la puerta. La mujer entró diciendo:

–Señor Ruangroj . Veo que vengo en mal momento.

–Yo no diría que es malo –dijo él con gesto inocente, indicando a Krist–. Solo inconveniente.

Ella le dedicó una sonrisa crispada.

–No dijo que estuviera casado.

–No lo estoy. Este es Krist... –Singto se quedó en blanco– Sangpotira. Lo siento, estoy un poco atontado.

–Son más de la nueve –dijo la mujer, estrechando la mano de Krist con frialdad–. Lamento tomarlos desprevenidos, pero no sé si saben que un gran tronco obstruye la puerta principal y...

Un grito agudo la interrumpió. Singto se quedó paralizado y Krist entró en acción. Fiat gritaba como si se le hubiera clavado un alfiler, y Singto intentó aparentar calma mientras una señora de servicios sociales claramente preocupada esperaba la vuelta de Krist.

Con la preocupación transformándose en suspicacia,ella preguntó:

–¿Señor Ruangroj , dónde tienen al bebe?

–Está perfectamente atendido. Cruiser cuida de el –dijo él con gesto tranquilizador.

En aquel instante, el perro entró y le olfateó los talones.

–Aquí esta.

–¿Dejan al niño a cargo de un perro?

–Solo por la noche. Nosotros estábamos aquí mismo.

–Quiero ver al niño–exigió.

–¡Ahora mismo voy! –se oyó a Krist.

Mientras la señora esperaba dando pataditas de impaciencia, Singto fue a ponerse unos pantalones y una camiseta. Volvió al instante, peinándose con la mano.

–Kit debe estar cambiándolo –dijo a la señora–. Se despierta empapado.

La mujer apretó aún más los labios y tras un minuto de creciente tensión, intentó adentrarse en la casa. Afortunadamente, Krist llegó en ese preciso momento, se había vestido y llevaba a Fiat en brazos, sonriente y feliz.

–¿Han averiguado algo? –preguntó, deteniéndose junto a Singto.

–Hemos localizado al papa –dijo –. Está fuera, en un coche de la policía.

Singto la miró alarmado.

–¿Algo va mal?

–No estoy en disposición de decirlo –la señora alargó los brazos–. Yo la llevaré.

[Terminado] Repentino AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora