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Singto recibió un aviso de mensaje en el móvil, se levantó y, tras leerlo, volvió a sentarse.

–el trabajo quiere verme mañana –dijo tras dar un largo trago al vino.

Krist se irguió.

–¿Crees que va a aceptar tu oferta?

¿Habría conseguido vencer la resistencia de aquel pobre hombre?

Singto dio un bocado a la tortilla antes de contestar:

–Yo creo que sí.

–Se ve que has conseguido acabar con él.

Singto lo miró desconcertado.

–¿A qué te refieres?

Krist dudó entre acusarlo de lo que sabía o callarse. Después de todo, en los negocios Singto creía en la ley de la jungla, incluso cuando trataba con un hombre que había sido golpeado dos veces: la primera por la pérdida de su hijo y la segunda por la insinuación de Singto de que él era el culpable. Finalmente, Krist se dejó llevar por el deseo de querer saber la verdad.

–¿Cómo murió su hijo?

–En un accidente de tráfico –Singto se limpió los labios con la servilleta y con gesto pensativo la dejó sobre la mesa–. Hay quien cree que fue un suicidio. Por lo visto, tenía problemas.

–¿Por lo visto? ¿Has hecho averiguaciones?

Singto miró a Krist con suspicacia.

–¿A qué lleva este interrogatorio?

Krist necesitaba contestaciones y si Singto no quería darlas, estaría confirmando que era el empresario despiadado que describían los periodistas. Sin embargo, el hombre que el estaba descubriendo era más complejo y compasivo que todo eso. Decidió decir la verdad.

–Cuando he hablado con P'Jennie esta mañana me ha dicho que insinuaste a GunSmile que era responsable de la muerte de su hijo.

Singto frunció el ceño y su mirada se ensombreció.

–¿Que ha dicho qué? –preguntó entre la incredulidad y la furia.

Krist se ruborizó y separó la silla de la mesa, diciendo:

–No debería haber dicho nada.

–¿Actuando como Krist Perawat o como representante de la supuesta «prensa libre»? – Singto lanzó un exabrupto y dejó el tenedor en el plato con furia sin apartar la mirada de el–. Vivimos en una sociedad en la que la gente se preocupa más de lo que hacen los demás que de ellos mismos. Es un circo en el que hay tres cuartos de mentira y uno de basura.

A Krist el corazón le latía aceleradamente. La reacción de Singto lo había desconcertado y no estaba seguro de si con ella pretendía buscar su simpatía o demostrar que era mejor persona de lo que la prensa reflejaba.

–¿Quieres decir que no insinuaste que tuvo parte en la muerte de su hijo?

–¿Importa lo que yo diga? ustedes imprimen lo que vende –Singto apretó los labios–. Y luego piensas que debo avergonzarme de mí mismo.

Krist lo encontró tan convincente que no supo qué creer. Encogiéndose de hombros, masculló:

–No he dicho que fuera verdad.

Singto lo miró fijamente antes de resoplar, como si estuviera harto de todo aquello. Se levantó y llevó su plato al fregadero. Krist bajó la mirada al suyo y tuvo una idea que le pareció podía conciliar sus posturas.

[Terminado] Repentino AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora