Zeus

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La primera semana de clases la sobrevivo bien; a pesar de que ni Rebecca, ni Haley, ni Ulisse ni mucho menos Alice me han hablado desde lo ocurrido. Ni siquiera se dan vuelta en mi dirección para mirarme. Cada vez que paso al lado de ellos se comportan como si yo ni siquiera existiera, lo que se vuelve un poco incómodo cuando me toca compartir clase con alguno de ellos.

Sin embargo, Dante se apiadó y ahora me acompaña a todos lugares. El viernes incluso me senté con él en la mesa con el resto de sus amigos y todos me han saludado genial, aunque no son muy buenos conversadores.  El fin de semana aprovecho de ponerme al día con las tareas de la escuela; debido a que Perdet es un pueblo pequeño, tenía la sensación de que las asignaturas no serían tan avanzadas y no tardaría nada en ponerme al día, pero al contrario de lo que pensé, hay muchas cosas de las que no tengo idea; por ejemplo en historia, me tuve que comer el cerebro para poder hacer un buen resumen de lo que hemos visto en clases.

Luego de hacer mis deberes, hablo unas cuantas horas con Sahara, ya sin interrupciones del día a día. Me da algo en el estómago cada vez que aparece su rostro con el cabello empapado de agua o me muestra uno de los mil trajes de baño que está usando, sobre todo porque estoy notando cómo mi bronceado se está desapareciendo y mi cabello se está volviendo más opaco.

Sin embargo, este domingo específicamente, comienza como el más triste de todos los días que he pasado aquí. Mis deberes ya están terminados; la casa está limpia, y si bien he pasado toda la semana con Dante, me da un poco de vergüenza ir a buscarlo para salir a dar un paseo o invitarlo a casa a que venga jugar juegos de mesa con mi padre y yo. 

Me quedo recostada encima de la cama, intentando que Sahara responda una de las mil solicitudes que le envío para hacer videollamada con ella, pero es imposible hacerle contestar; y entonces me imagino que está surfeando o que está en alguna fiesta en la playa, o en el centro de Skate hablando con chicos y chicas lindas y me dan ganas de salir corriendo a mi antigua ciudad.

Como si fuera poco, mi padre se asoma por la puerta de mi habitación anunciando que tiene cosas que hacer.

Lo que me faltaba; que mi propio padre me deje sola un domingo por la tarde.

Intento pillar alguna película buena en la televisión, pero lo único que dan son noticias y programas antiguos. Busco algo de papel y lápiz a ver si me animo a dibujar algo, pero no se me ocurre nada. Finalmente me recuesto encima de mi cama y enciendo la música a todo volumen.

Sin darme cuenta, mis ojos se van cerrando hasta que finalmente caigo en un sueño profundo en el que yo estoy nadando por el océano pacífico.

Me despierto por el sonido de unos ladridos y me quedo con el ceño fruncido encima de mi cama. Escucho música que proviene desde el comedor de mi casa; me quedo algo confundida.

¿Estoy soñando todavía?

No. Estoy despierta definitivamente.

Me pongo de pie, sacudiendo el rostro un poco aturdida. Si mi padre se encuentra fuera, ¿por qué hay música en la otra habitación?

Mi corazón comienza a latir a mil por hora. Camino lentamente hasta mi puerta y la abro un poco para mirar por el hueco que queda entre ésta y la pared, sin hacer ruido.

La escena que veo hace que dé un grito de la emoción.

Abro la puerta de golpe y comienzo a correr hasta donde está Zeus, ladrándole a mi padre por quizás qué cosa. Zeus se percata de mi entrada enseguida y corre a mis brazos para que lo abrace de vuelta. Mis manos lo sostienen con fuerza y hundo todo mi rostro en su maravilloso pelaje de color café con blanco.

PERDETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora