A la hora de almuerzo, busco a Dante por todas partes para ir con él a la sala de música, pero no lo encuentro. Finalmente, decido ir por mi cuenta a buscarlo hasta la sala de música; al menos si no se encuentra allí, sabré que probablemente esté en el comedor.
A medida que me voy acercando a la sala, puedo escuchar la melodía de alguien tocando el piano. Sonrío para mis adentros pensando en que se trata de él y lo talentoso que es. No tenía ni idea que también tocaba el piano. Abro la puerta sin mirar adentro e ingreso como si fuera mi casa. La melodía en el piano se detiene y el rostro de Alice se gira en mi dirección, algo frustrada. Abro la boca para decir algo, pero inmediatamente me quedo callada. Miro hacía todos lados, buscando un lugar donde la tierra me pueda tragar.
— Alice — doy un paso atrás — lo lamento.
Ella deja salir un suspiro y asiente con el rostro. Deja que sus dedos reposen en su regazo y me observa con cierta incomodidad en la cara.
Debería darme la media vuelta y salir, pero algo me impulsa a entrar a la sala. Sus ojos cafés se posan en mi dirección; su cabello está tomado y se ha sacado el piercing que traía en la nariz hace unos días. Nuevamente tiene las mangas de la camisa arremangadas, dejando ver el tatuaje de su brazo que no tarda en cubrir.
Quiero decir algo; pero no sé qué. Alice parece ser una de esas chicas realmente difíciles de tratar y yo me estoy quedando sin palabras. Pero ya está; ya estoy sentada en una de las sillas al lado de ella. Me vería completamente estúpida si me levanto y me voy.
Alice deja caer sus manos encima de las teclas del piano, haciendo que éstas hagan un sonido alborotador. Se sienta a horcajadas en su silla y apoya sus manos en el respaldo. Inclina su cabeza hacía mí, hasta quedar a diez centímetros míos. Sus ojos fulminan los míos y podría decir que hasta casi los traspasa; si está intentando ponerme nerviosa, entonces lo está consiguiendo con excelencia.
Mis manos tiemblan un poco y puedo sentir la sangre subiendo a mis mejillas. Ella alza una ceja sin quitar la mirada de mis ojos. Dejo que la saliva corra por mi garganta, intentando no hacer ninguna especie de ruido. Luego de un rato, Alice asiente y se separa abruptamente de mí, poniéndose de pie para tomar su mochila.
— Me tienes miedo — me asegura, como si creyera saber más de mí que yo misma.
Trago una gran bocanada de aire y me quedo mirando cómo se pone la mochila al hombro.
— No te tengo miedo, Alice — le digo lo más firme que puedo.
Quizás Alice no cometió ningún asesinato, pero aún así, pareciera querer que las personas le tengan miedo. Ella se da la vuelta, divertida con la situación.
— No te tengo nada de miedo — reitero, por si no me escuchó las dos primeras veces.
Alice, que parece estar devorando la mejor de las comedias, suelta su mochila y se vuelve a sentar en la a horcajadas en la silla. Esta vez se acerca a mi rostro aún más que antes.
— ¿Y por qué no? — pregunta, curiosa, mientras su aliento a menta me golpea el rostro. Agacho un poco la mirada para no volver a encontrarme con sus profundos ojos cafés — todos dicen que asesiné a Camila.
Inhalo y exhalo tan rápido como puedo.
— No creo que lo hayas hecho — admito.
Ella me mira sorprendida.
— ¿Qué te hace pensar eso? — se separa de mí un poco, dejando de lado su juego y hablándome en serio.
Me atrevo a subir la mirada nuevamente.
— Por algo te dejaron en libertad.
— ¿Qué tal si cometí el crimen realmente bien? — se cruza de brazos.
— Pues entonces ni siquiera hubieras sido sospechosa.
— ¿Y si te dijera que fui yo? — su voz seca me hace eco en los oídos como si se tratara de un ruido espantoso.
Me quedo en silencio durante unos cuantos segundos y sin darme cuenta, comienzo a jugar con los botones de las mangas de mi blusa.
Los suelto inmediatamente e intento contener la mirada de Alice con la mía.
— ¿Lo hiciste? — pregunto.
Alice parece sorprendida de las palabras que acaban de salir de mi boca, tanto que ahora es ella quien agacha un poco la mirada, pero no tarda en alzarla de nuevo. Se acomoda un poco en su asiento y deja caer sus dedos en algunas teclas del piano.
— Es verdad— suelta, ahora un poco más para ella que para mí— no me tienes miedo.
— ¿Y ahora por qué lo dices?— pregunto, confundida.
La mandíbula de Alice se tensa.
— Porque eres la primera que se ha atrevido a preguntar si lo hice.
— ¿Y? — insisto — ¿lo hiciste?
— No, Charlie — dice ella, y no puedo evitar reparar en que no solamente es la primera vez que me llama por mi nombre, sino que también lo ha abreviado.
El rostro de Dante aparece por la puerta y nos queda mirando a ambas como si hubiéramos estado haciendo algo completamente malo.
— Charlotte — dice él, mirándome — te estaba buscando.
— Yo ya me iba — anuncia Alice, poniéndose de pie para tomar sus cosas y marcharse de la sala de música lo más rápido que puede.
La manera en la que me ha llamado se queda volando en mi mente hasta que finalmente desaparece de mi vista. Dante deja caer sus cosas al suelo y se sienta a mi lado, mirándome con cierta extrañeza.
— ¿Qué estabas haciendo con Liz? — pregunta, curioso.
Yo repaso toda la conversación que acabo de tener con ella, desde que entré hasta que me aseguró que no había matado a nadie, e involuntariamente una pequeña sonrisa se expande por mi rostro.
— ¿Charlotte? — vuelve a preguntar Dante. Yo lo quedo mirando y sacudo el rostro.
— ¿Si?
— Ustedes... ¿son amigas o algo así?
— No, solamente me la encontré aquí — recuerdo las palabras de Haley, Rebecca y Ulisse. Que no debo decirle a Dante nada de lo que me digan ellos.
Dante no parece el tipo de persona que va contando a todos lo que le cuentan a él; pero si ellos lo dicen es por algo. No estoy diciendo que Dante sea un bocón, pero si ellos no quieren que los secretos de Alice o los de ellos lleguen a sus oídos, pues entonces están en todo su derecho y yo no soy quien para irrumpir en eso, así que prefiero quedarme callada, no armar ningún escándalo y mantener mis conversaciones separadas.
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PERDET
Genç KurguLuego del brutal asesinato de Camila Abele, el pueblo completo de Perdet queda conmocionado; pero lo peor llega cuando Alice Dominico, la única y principal sospechosa del crimen, es dejada en libertad. De la noche a la mañana, el pueblo de Perdet se...