Charlas nocturnas

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La policía llega por Alice para llevarla a la comisaría a las ocho en punto, justo cuando Perdet está completamente oscuro y silencioso. 

Puedo sentir mi nombre a lo lejos, pero no soy capaz de comprender quien me está llamando. Por unos segundos, lo único que tengo en mente es el rostro de Frances lanzándome miradas cargadas de ruego para que yo pueda tranquilizar a Alice.

La policía tocando la puerta de mi casa. 

Mi padre observando desde afuera.

La policía esposando a Alice.

Mi padre intentando detenerlos.

El grito de Frances.

Mi cuerpo de pie junto a la puerta de entrada de mi casa.

La mirada de Alice.

Alice. 

— ¡Alice!— creo haber gritado, pero esa voz no es mía. Amélie llega desde lejos y coge el brazo de su hermana en un intento por impedir que la suban al auto policial mientras mi padre intenta en vano discutir con uno de los oficiales— ¡no se la lleven! ¡no se la lleven, por favor! ¡ella no hizo nada!

Frances coge el cuerpo de su hermana por la espalda. 

Alice intenta caminar con la cabeza en alto, pero hay algo en su rostro que me hace sentir una indescriptible lástima por ella. 

— Yo sé que mi hermana no es una asesina— llora Amélie. Y en el fondo, yo también lo sé. Frances lo sabe; incluso mi padre puede notar que Alice es una buena persona. Zeus la ama. Todo el mundo se gira para observarla cuando camina por los pasillos y no creo que sea solamente por las acusaciones que tiene.

Pero tiene el rostro cansado. Un poco pálido. Ojeroso. 

Alice intenta caminar con la cabeza en alto, pero hay algo que le impide hacerlo, y algo me dice que es el cansancio. 

Quiero hablarle. Quiero meterme en el auto policial con ella y acompañarla a donde sea que la lleven cada vez que sucede algo; quiero decirle que todo está bien. Que estoy segura de que no es una asesina y que ese agotamiento mental que está sintiendo por tantas acusaciones falsas en algún momento va a pasar. Que en algún momento vamos a mirar atrás y recordaremos esto con un poco de nostalgia, melancolía, quizás incluso rabia; pero serán sólo recuerdos.

Serán sólo recuerdos, Alice. Y yo estaré allí para intentar borrar los peores. 

Un pueblo fantasma— pienso para mis adentros. Si yo estuviera en los zapatos de Alice, también me sentiría como un fantasma. 

Me quedo observando la escena algo inquieta. Alice ya está adentro del auto y mi padre ha desistido con la policía; intenta charlar con las hermanas de Alice para calmarlas y sé que yo debería hacer algo, pero no puedo moverme. 

El auto desaparece.

Alice desaparece.

Mi padre murmura algo que no logro comprender así que simplemente niego con el rostro. 

Frances murmura algo; se lleva a Amélie. Me dice que se va a la comisaría y yo logro asentir. Probablemente Alice estará en la comisaría y en este preciso momento, yo también quiero estar allí.

Alice no debería estar en la comisaría; debería estar en casa con su familia. O con Haley, soltando unas cuantas lágrimas. O con Ulisse, recordando el día en el que conocieron a Rebecca. 

De repente me encuentro completamente sola, de pie, en la mitad de la calle. Frances ya no está; Amélie desapareció, mi padre entró a la casa y las sirenas de la policía se alejaron lo suficiente como para que yo ya no pueda escuchar nada.

PERDETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora