El gran desierto.

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— ¡Charlotte!— mi padre abre la puerta de golpe, haciendo que Sahara y yo demos un brinco tan grande que de repente las palomitas vuelvan desde mi estómago hasta el suyo. Zeus se levanta de nuestro lado y corre hasta donde mi padre nos observa confundido— lo siento— se disculpa por el susto que nos acaba de dar y avanza apenas unos pasos— sólo quería saber si tenían hambre. 

— Estamos bien— le aseguro, pausando la película de terror que estábamos viendo con Sahara— ya comimos dos bolsas de palomitas y un chocolate entero. 

— Y doritos— murmura Sahara, alzando la bolsa en el aire.

— Y doritos— asiento con el rostro.

Mi padre levanta una ceja para recoger algo a nuestros pies. 

— Y galletas oreo con...— él frunce el ceño— ¿mantequilla de maní?— pregunta confundido, recogiendo el envase. Nosotras soltamos una ruidosa carcajada.

— Así lo comen en juego de gemelas— le explica Sahara. Mi padre asiente, no muy convencido, y se retira del lugar junto con Zeus— qué traidor— murmura mi amiga, refiriéndose a mi perro. 

Yo suelto una risa por lo bajo y por unos instantes me limito a disfrutar de la situación; Sahara conmigo es una de las mejores cosas que me han podido pasar en el mes que llevo en Perdet y no puedo evitar querer unir nuestros cuerpos con pegamento para no volver a separarnos jamás. 

Mi teléfono comienza a sonar de golpe haciendo que ambas demos otro respingo. 

— Es sólo un mensaje— le aseguro a Sahara. Ella deja salir un enorme suspiro— mis amigos me están invitando a una fiesta, pero...

— ¿Pero?— Sahara se levanta de golpe para quitar todas las palomitas que están pegadas a su cuerpo— ¿por qué estás diciendo pero?

¿Quizás por el hecho de que hay un psicópata amenazándome y no quiero arriesgarme a que asesine a mi perro?

— Te quiero para mí solamente— hago una mueca de tristeza. Sahara rueda los ojos y coge un cojín para aventarlo en mi rostro.

— No seas ridícula, Charlotte— Sahara abre las puertas de mi armario para comenzar a buscar algo de ropa— qué toxicidad la tuya. 

Sahara tira unas cuantas playeras como proyectiles en mi rostro, concentrada en encontrar un atuendo perfecto. Yo me las quito de encima algo frustrada y observo a mi amiga dudosa; 

— ¿En serio quieres ir a una estúpida fiesta?

Sahara me fulmina con la mirada.

— Si— ni siquiera duda al responder. Sahara deja caer su cuerpo en la cama, haciendo un puchero— ¿por favor?— junta sus manos en modo de ruego— quiero conocer a tus amigos, Charlotte. 

Yo dejo salir un enorme suspiro por lo bajo.

— Está bien— digo finalmente. Sahara celebra para sí misma y sigue buscando ropa mientras yo me limito a negar y asentir con el rostro a las distintas prendas que me va mostrando. 

Me levanto de la cama y comienzo a rebuscar también entre mi ropa; una parte de mí no quiere arreglarse para ir a esa fiesta, y la otra parte de mí me está pidiendo a gritos que lo haga y me recuerda cada cinco segundos que Alice también estará allí.

Definitivamente no quiero hablar con Sahara sobre Alice ahora; quizás mañana lo haga. Probablemente si le hablo de Alice también tendré que hablarle sobre lo que ha estado ocurriendo y todas las razones por las que la he estado evitando y prefiero no concentrarme en esa conversación de momento.

PERDETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora