El robo

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— ¿Donde está Alice?— la voz de Rebecca me asalta cuando estamos entrando a la clase de comunicación— pensé que la habían soltado. 

Yo la observo algo dudosa; no sé por qué yo debería saber dónde está Alice o por qué todavía no se ha presentado a la escuela, pero una parte de mí se siente aliviada de que Rebecca piense que yo tengo la respuesta. 

— No lo sé— admito, tomando asiento en uno de los pupitres e intentando que el cansancio no se robe la poca energía que me queda ahorrada para mi primer día de la semana— no la vi durante la mañana.

— ¡Hola a todos!— la voz del profesor Dawson interrumpe de golpe nuestra conversación. Yo guardo silencio y me quedo en mi pupitre, pensando en si debería enviar o no un mensaje de texto a Alice.

Lo único que me da curiosidad es saber qué le dijo Valeria anoche, a pesar de  no tener nada que ver con el tema; y después de la amenaza de la persona de las cartas, soy la que menos debería andar merodeando en busca de alguna respuesta a mis dudas. 

— ¿Charlotte?— la voz del profesor Dawson hace que despierte de mis pensamientos. Él frunce el ceño en mi dirección, algo confundido.

— ¿Si?— pregunto nerviosa. Él deja caer su peso encima de la mesa y se cruza de brazos para examinarme durante unos segundos con la mirada, haciéndome sentir repentinamente incómoda. 

— Te preguntaba si es que avanzaste en tu poema. 

Yo trago saliva.

— No— murmuro por lo bajo— lo lamento. Estoy un poco somnolienta.

El profesor Dawson me observa dudoso unos cuantos segundos más; lo único que se me viene a la mente es el poema de Alice. 

Alice.

Alice. 

Alice.

Observo mi teléfono celular durante unos cuantos segundos más; lo saco de la mochila de hecho. Pero no lo hago; no le envío ningún mensaje a Alice. 

— Charlotte— el profesor Dawson llama mi atención. Yo, aún nerviosa, guardo mi teléfono celular en el bolsillo de afuera de mi mochila— ¿puedo hablar contigo después de la clase?

— ¿Por qué?— pregunto torpemente. La mirada de todos mis compañeros se gira en mi dirección— lo siento— sacudo el rostro— sí, sí, claro que puede. 

El profesor Dawson asiente satisfecho. Probablemente quiere preguntarme por qué mis ojeras parecen ser del tamaño de mi rostro y la respuesta es simple; estoy que muero del sueño.

Anoche cuando llegué a casa, Sahara estaba desesperada para que le atendiera la videollamada y le cuente todo lo que sucedió en casa de Alice. Me cortó el teléfono cuando ya eran las dos de la mañana, y por si fuera poco, la duda de lo que estaría sucediendo con Alice y Valeria no me dejaba dormir. 

Así que yo diría que dormí alrededor de cinco horas, y probablemente estoy siendo demasiado generosa. 

La clase del profesor Dawson se me hace demasiado rápida; normalmente presto mucha atención a lo que está diciendo, pero hoy me concentré en intentar no dormirme en mi propio pupitre. Y honestamente, en más de una ocasión estuve a punto de hacerlo.

Cuando el timbre suena, todos salen disparados por la puerta excepto por mí. Rebecca me hace señas con las manos, dándome a entender que esperará por mí afuera junto con el resto de sus amigos, y yo simplemente asiento en su dirección.

No sé muy bien cómo es que pretendo mantenerme despierta durante todo el día. 

— Charlotte— el profesor Dawson toma asiento en el pupitre que está justo en frente del mío. Yo dejo mi mochila sobre la mesa y me cruzo de brazos para escuchar lo que sea que tenga para decir— estoy preocupado por ti.

PERDETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora