Perder

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¿Cómo se supone que debo sentirme cuando despierto a la mañana siguiente y Alice ya no se encuentra a mi lado? ¿cómo debo actuar esa misma mañana cuando mi padre me pregunta cómo dormí anoche? ¿qué debo responder? ¿debería estar feliz de que Alice se haya quedado conmigo casi toda la noche? ¿o debería sentirme ofendida de que se haya marchado sin avisarme?

¿La verdad? Me da igual. 

Me da igual que haya despertado esta mañana y Alice se haya marchado.

Me da igual que mi padre me haya preguntado cómo dormí anoche y yo no haya sabido cómo actuar. 

Me da igual porque de todas maneras me levanto, me pongo ese horroroso vestido negro que siempre odié y le doy un beso a Zeus antes de salir por la puerta de salida. Me da igual porque ignoro cualquier cosa que tenga que ver con la escuela para caminar hasta el funeral. Me da igual porque preparo mi mejor sonrisa para hablar con las personas cercanas a Alice y así demostrarles lo fuerte que puedo ser por ella. 

Me da igual porque el frío se cola por cada rincón de mi cuerpo y esta ciudad tiene algo que me hace sentir a veces invisible. 

Me da igual porque cuando llego al lugar y la diviso a ella de pie afuera de la iglesia y su figura se ve tan diminuta y su expresión tan vulnerable, ella se gira para observarme. Y sonríe. Y se acerca unos pasos a mí haciéndome sentir como si no hubiera palabra en el mundo para describir lo hermosa que es.

Y toma mi mano. 

Alice toma mi mano en frente de todas esas personas en el funeral de su mejor amiga; y Frances estaba sonriéndome pero su rostro desaparece. Su madre estaba saludándome con la mano derecha, pero su rostro también desaparece. Y así el rostro de todas las personas se esfuma en frente de mis ojos; el rostro de Amélie, el rostro de Boo, el rostro de Haley, el rostro de Ulisse, el rostro de Leyla, el rostro de Taira.

Es como si de repente la tierra se hubiera tragado a todas las personas y me hubiera dejado completamente a solas con Alice. 

Los dedos de Alice entrelazados con los míos. Su mirada perdida observando la enorme puerta de madera. Sus pies que no quieren apartarse de la lluvia. Su mano sosteniendo el paraguas. Su playera negra. Sus pantalones rasgados. 

Su corazón latiendo con fuerza.

Puedo sentir el corazón de Alice latiendo incluso estando lejos de ella; cuando llego simplemente se hace un poco más evidente. Cualquier persona que clave la mirada encima de Alice se daría cuenta de que está sufriendo. 

¿Cómo detengo su dolor? ¿cómo hago para llevármelo? ¿querrá ella que yo le quite el dolor?

— Estás conmigo— murmura por lo bajo, casi con sorpresa. Alice no se gira para mirarme durante mucho rato seguido; sus ojos están clavados en el lugar. Su atención está concentrada en el funeral. 

Y yo no quiero su atención ahora; me da igual que no se haya despedido esta mañana, esta madrugada, o la hora en la que se le ocurrió salir por la ventana y marcharse a casa. 

Quiero que estés bien, Alice.

— No me gustaría estar con ninguna otra persona en el mundo— admito yo. Y puedo sentir cómo su expresión se suaviza un poco; su cuerpo completo para tomar una posición un poco más de relajo. 

El grito de una mujer retumba el oído de todos.

— Es su madre— Alice me indica lo que ya es obvio. Y ella coge mi mano y me guía hasta donde está la señora vistiendo un elegante vestido y un sombrero de flores. 

La mujer nos observa con los ojos llenos de lágrimas; me siento como un pez fuera del agua. No sé quienes son la mayoría de estas personas y eso que probablemente las veo a menudo en la escuela o en las calles de este hechizado pueblo. 

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