El tatuaje de Alice.

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Cuando el reloj marca las cinco y treinta mi padre todavía no llega a casa, yo tengo mi habitación llena de ropa tirada en el piso y Zeus no deja de ladrar al gato del vecino que se pasea por nuestra ventana. 

— No puedo dejarte solo— le aseguro a mi mascota, al mismo tiempo que me doy un último vistazo en el espejo; ni siquiera sé por qué me preocupo tanto de lo que llevaré. Es sólo una cena. 

Pongo un poco de máscara en mis pestañas y decoro mis ojos con un delineador negro; mi teléfono no deja de sonar con los mensajes de Sahara preguntándome por la cena, pero no quiero tener que preocuparme por contestarle. Al menos no por el momento.

Mi padre cruza la puerta de entrada cuando el reloj marca las cinco y cuarenta y lo primero que hace es ir hasta mi habitación.

— ¿Qué te demoró tanto?— le pregunto, de repente mostrándome ofendida. Él frunce ligeramente el ceño y apoya su espalda en la pared. 

— Tuve que hacer unas cosas. 

Yo me doy la vuelta para observarlo de golpe; antes de que pueda decir algo, mi padre señala mi atuendo con su dedo índice.

— ¿Qué es eso?—pregunta confundido. Yo ruedo los ojos.

— Un vestido— respondo— obviamente. 

— ¿Vas a alguna parte?

Zeus ladra; dos pequeños golpes en la puerta y las miradas fulminantes entre mi padre y yo. De repente, todo se transforma en una guerra de miradas.

— Iré yo— le aseguro. Él asiente, pero en menos de dos segundos se pone a correr desesperadamente hasta la puerta y yo simplemente le sigo por detrás con la misma desesperación— ¡yo abro!

— ¡Litty, detente!— forcejea conmigo, y dos segundos después el rostro de Alice nos observa confundida del otro lado mientras nosotros intentamos mantener la compostura. 

— Alice— mi padre abre los ojos sorprendido. 

— Hola, señor De la Vega— murmura ella— ¿vine en un mal momento? Porque puedo esperar afuera si es que...

— No— la interrumpe mi padre, haciéndose a un lado para que ella pueda pasar. Alice asiente agradecida y desliza su cuerpo hasta el interior de la casa para darme un rápido vistazo.

— ¿Estás lista?— pregunta animada. Yo asiento con el rostro y antes de que podamos dejar la casa, mi padre llama mi nombre para que ambas nos giremos sobre nuestros propios talones. 

— ¿A dónde irán?— pregunta con curiosidad. Alice me observa sin saber muy bien qué decir así que decido tomar la palabra.

— A cenar— carraspeo— a casa de Alice— me apresuro a decir, y luego sacudo el rostro— con toda su familia.

Mi padre asiente confundido.

— ¿Como... en una cita?

El color rojo sube a mis mejillas de una manera abrupta; desde donde estoy puedo sentir las pequeñas risitas de Alice por lo bajo. Al mismo tiempo que yo pronuncio un "no", Alice pronuncia un "sí", provocando que la confusión de mi padre aumente. 

Yo me giro hacia Alice y la fulmino con la mirada, esperando que entienda la indirecta de "déjame esta conversación a mí".

Sin embargo, Alice no parece captar indirectas.

— Charlie y Sahara pasaron por casa ayer— explica— y a mi madre le simpatizó así que la invitó a cenar.

Mi padre asiente, rascándose la barbilla.

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