Prólogo

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Sky

Miré la hora en el móvil. Era tardísimo. No me gustaba ir tan tarde a Millerfort, pero mi madre me había dicho que mi abuela se encontraba mal y estaba preocupada. Alumbré el suelo con la linterna, para no tropezarme con nada. Encima, estaba anocheciendo cada vez más pronto. Odiaba el otoño. Por desgracia, en Havenfield, el verano duraba literalmente dos días.

Me froté el brazo del móvil con la mano libre, estaba helada. Aceleré un poco, procurando no tropezarme con las raíces de los árboles que sobresalían. Ojalá ese día no me hubiera puesto unas botas tan incómodas. Resoplé y aceleré. Dichoso camino...

Paré en seco al oír un ladrido. ¿De dónde había venido eso? Aquel terreno siempre me había puesto de los nervios, pero atravesar por medio de la casa abandonada era la forma más fácil de llegar a Millerfort. La otra opción era subir la empinada y serpenteante carretera. Por allí, andando, tardaba unas dos horas en ir de un pueblo al otro. Por el camino legal tardaba más de seis.

No por nada había competiciones en Havenfield a ver quién se atrevía a acercarse más a la casa maldita y abandonada. Daba mal rollo y más de noche. Yo no tenía que acercarme a la vieja cabaña, solo por el terreno. Lo cual seguía dando muy mal rollo, con tantos árboles y animales salvajes.

El ladrido sonó más cerca esta vez. Aceleré y metí el pie en una raíz, que me tiró al suelo de rodillas. Y oí el ladrido justo a mi derecha. Me levanté como pude y salí corriendo de nuevo. Lo único que me faltaba era que me atacase un perro salvaje.

Entré a un claro, justo al lado del riachuelo que discurría por allí. Frené en seco y miré atrás. Un perro enorme emergió de entre los árboles, con un gruñido. Era un pastor alemán, o eso me pareció, aunque ya no podía ver mucho, salvo lo que iluminaba la luna llena, porque el móvil debía habérseme caído por el camino.

El animal dio un paso hacia mí. Yo di uno hacia atrás. Tenía el río demasiado cerca y hacía mucho frío.

―Tranquilo, bonito ―le dije―. Somos amigos. Tengo galletitas...

Era mentira, pero solo era un perro, ¿no? Di un paso hacia él y me gruñó de nuevo, así que retrocedí un par más. Ese bicho era enorme, seguro que correría mucho más que yo. ¿Qué iba a hacer?

Un segundo perro, completamente negro, surgió por mi izquierda entonces. Y me pareció mucho más belicoso que el primero. ¿De dónde habían salido esos animales? Llevaba seis años al menos cruzando por aquella propiedad cada fin de semana y jamás los había visto.

No pude pensarlo mucho, antes de que el perro diese un par de pasos hacia mí. Yo me moví hacia atrás y, durante un segundo, el corazón me dio un vuelco por el miedo, al perder el pie. Un instante después estaba empapada y helada desde los pies hasta la cabeza.

Traté de hacer pie, pero no lo logré. Aquello era muy profundo. Me sujeté al borde entonces, pero el primer perro dio un par de pasos hacia mí, y ladró una vez más. Me alejé de nuevo, esforzándome por flotar. En Havenfield nadar no era una prioridad y aquello no era lo mío.

Cuando estaba a punto de darme por vencida y empezar a gritar como una loca, los perros se calmaron un poco. Un tercer perro entró en el claro y ahí sí que quise gritar. ¿De qué iba aquello? Nunca había visto animales salvajes allí, no tan grandes al menos. ¿Por qué de pronto había un montón de perros?

Un segundo después, el destello de una linterna me cegó y tuve que apartar la cara. El alivio porque alguien me encontrase se me pasó cuando el dueño apartó la luz de mis ojos y pude verle. Era un tipo alto, fuerte y tenía el pecho descubierto. Un tatuaje enorme de la cabeza de un lobo le cubría completamente el torso. No pude ver mucho más por la falta de luz, pero acojonaba.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora