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Deacon

Aquello había sido una idea pésima. Tras cagarla profundamente besando a Sky... (¡Era una niña, por dios! Por mucho que me gustase, no era para mí), me había dado a la bebida. Pasé de la cerveza y me pedí un whisky y después otro. Quizá tres más. La chica se mezcló entre sus amigos y aunque trató que hablase con ellos, que me integrase... no estaba de humor.

Y no estaba de humor precisamente por lo mucho que me había gustado. Estaba tan cachondo que seguía empalmado (otro motivo para no moverme de la barra) y solo podía pensar en llevármela a mi casa y estrenar la cama.

―¿Me toca invitarte? ―me preguntó Leanne, apoyándose a mi lado en la barra.

―Es tu cumpleaños, ya te invito yo ―sugerí, pidiendo para los dos de nuevo. Yo decidí tomarme otro whisky.

―Es preciosa, ¿verdad?

La miré para entender de qué hablaba. Dudaba que tuviera que ver con su ron cola. Ella tenía la vista fija en Sky, que estaba dando saltos en la pista con sus amigos. Ninguno estaba esforzándose en bailar bien, solo saltaban y se divertían. Sky reía de algo, con su cadera pegada a la de otra chica. Su pelo blanco bamboleaba al ritmo de su cuerpo, lanzando destellos de colores por las luces estroboscópicas. Ese día llevaba un vestido más normal que la ropa que solía usar: manga larga, escote cuadrado, falda muy corta, de un conservador color negro. Además, en lugar de esos leotardos gordos que se ponía habitualmente, llevaba medias finas que hacían resaltar sus piernas largas y firmes.

―Sí ―asentí.

―¿Y qué haces aquí plantado? ―me regañó, empujándome un poco hacia ella.

―Es una niña ―lo repetí como un mantra y me acabé el whisky.

―Le sacas diez años, Deacon. No es el fin del mundo. Además, Sky no soporta a los chavales de nuestra edad. Creo que, para ella, tu edad es un punto a favor.

Sky nos miró en ese momento y me dirigió una sonrisa espléndida que no pude evitar devolver. Era tan guapa que dolía, no podía negarlo. Y era verdad que la diferencia de edad no era tanta, ni tan importante. Solo era una excusa porque no me atrevía... No estaba bien y no podía arrastrarla a mi mierda.

Me disculpé con Leanne y me fui al baño. Me lavé la cara con agua fría, tratando de sacar aquellos malos recuerdos de mi mente. Al alzarme de nuevo, mi reflejo me pareció poco nítido y oscuro. Me miré las manos, para ver que las tenía cubiertas de sangre. Di un paso atrás y me choqué contra la pared de los retretes. Aquel lugar era ridículamente pequeño. El golpe al menos me calmó un poco y la sangre desapareció de mis manos.

Salí de allí de nuevo. El DJ estaba gritando algo que no entendí de una canción de moda y un bombo empezó a sonar de forma repetitiva y constante. Quizá sonaba música por encima, pero solo podía oír aquella nota de la batería, una y otra vez. Al llegar a la discoteca, me di cuenta de que habían sustituido las luces de colores por una blanca que se encendía y apagaba al ritmo de la batería. La gente gritaba...

Las balas iluminaban el sitio, acompañado del martilleo constante de las armas. La gente gritaba. Jenkins caminaba solo por en medio de la discoteca. Sky estaba cubierta de sangre.

Me sujeté a la barra y apreté los ojos, pero las imágenes no dejaron de castigarme ni así. El camarero se acercó y me preguntó algo. Ni siquiera pude oír mi voz, pero un segundo después tenía una botella de whisky en la mano.

Bebí hasta quedarme sin aire. Hasta que todo dio vueltas y las imágenes no lograron asaltarme con la misma facilidad. Bebí hasta que acabé la botella.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora