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Sky

―Estoy impresionada, ¿sabes? ―le dije a Deacon.

Paré delante del espejo para probarme por encima una máscara de payaso aterrador.

―¿Con qué? ―preguntó sin ganas.

―Con el poco drama que has hecho porque tu hermana vaya a volver a dormir fuera. No he querido sugerirlo desde... aquel día.

Le miré con los ojos muy abiertos para que entendiese el drama y él puso los suyos en blanco. Recogió una peluca con un par de largas trenzas rubias y me la colocó medio de lado.

―Esto te queda mejor, de niña buena ―se metió conmigo―. Y es que he hecho un trato con Ashley, por eso no me he negado.

―¿Un trato? ―pregunté curiosa, quitándome las trenzas para colocárselas a él, que agitó la cabeza, pero se dejó hacer.

―Sí. Ella se comporta como una adulta y a cambio yo la trato como tal, básicamente. Después de todo, yo llevo cuidando de mí mismo desde los diez años. No es justo que no le deje hacer lo mismo.

―Estás muerto de preocupación ―me burlé de él, recogiendo una diadema con cuernos.

―Aterrado ―reconoció, apoyando una mano en mi cintura e inclinándose sobre mí. Se me secó la boca por el contacto, pero solo pretendía alcanzar una máscara de lobo del estante.

Se la puso con las coletas rubias aún y no pude evitar una carcajada por el contraste. Sin embargo, cuando pasó el hocico de plástico por mi hombro, paré en el instante y me quedé estática. ¿Qué pretendía? Seguía de espaldas a él, de frente al espejo y podía verle reflejado, aunque con la estúpida máscara no podía saber qué pensaba.

―En realidad ―me dijo, apartándose de golpe―. Creo que aquí yo soy el damiselo en apuros y tú la loba feroz.

Se quitó la máscara y volvió a ponérmela. No pude evitar una nueva carcajada, antes de que se perdiese entre los pasillos repletos de disfraces para ir a buscar algo, quizá a su hermana. Sonreí al quitarme la máscara y me di cuenta de que tenía las mejillas rojas por la emoción y la excitación.

Había tenido tres semanas muy duras. Una de las camareras habituales del bar se había hecho daño y el jefe me había pedido como favor que fuera a trabajar los fines de semana, en lugar de como apoyo cuando había partido. Así que, entre eso, la universidad y cuidar a las gemelas, apenas había tenido tiempo ni para ir a ver a mi abuela. Pero aquella noche era el cumpleaños de Leanne y yo iba a aprovechar. Como que me llamaba Sky que Deacon no volvía a escapárseme.

Estaba tan cachonda que me extrañaba que no derritiera todo aquel plástico con solo tocarlo. Y sí que pensaba zampármelo como una loba. Sin ninguna contemplación.

―¡Yo lo he visto antes, estúpida! ―el grito de Bonnie me hizo soltar todo lo que tenía para ir a buscarlas con un suspiro.

Ella y Audrey estaban en medio de un pasillo, con un trozo de una tela cada una, jugando a un tira y afloja que supe que no acabaría bien. Ni para ellas ni para mi economía. Bueno, la de sus padres, que pensaba pasarles la factura.

―Eh. Soltadlo las dos ahora mismo ―ordené, colocándome en medio para sujetarlo―. ¿Qué os pasa? Sois hermanas, trataros mejor.

Miré la prenda de la discordia, cuando la soltaron las dos, reacias. Era una especie de disfraz de muñeca de trapo. Tenía una falda muy corta y un corsé ajustado.

―¿De verdad quieres ponerte algo así, Audrey? No sé si es tu estilo... ―pregunté curiosa.

―¿Y qué? Es Halloween, se supone que es para no ir como siempre.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora