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Sky

La comida pasó rápida y distendida. Serví el postre con Ashley, que parecía encantada, y después nos tomamos una copa. Retiramos las mesas y se hicieron grupitos de conversaciones, por los que la niña paseaba charlando con todos. Me pareció que solo les faltaba tomar notas, emocionada y atenta a todo lo que le decían.

En cierto momento, Will salió fuera por el patio trasero. Tenía mala cara, como si estuviera agobiado, y decidí seguirle pasados un par de minutos. Quería hablar de ciertas cosas con él, aunque no estaba segura de cómo iba a tomárselo.

Will se había sentado en un árbol que Deacon había cortado para crear una suerte de banco. Sabía que él se sentaba allí para meditar y para pasar rato con los perros, que miraban en ese momento a Will desde los árboles, como si no entendieran qué pasaba. Ares no tardó en correr hasta mí cojeando y yo me agaché a su lado para acariciarle.

―Mi padrastro era jardinero, si viera esto, le daría un infarto ―comentó Will.

Señaló... aquello. Deacon lo había hecho genial con la casa, pero el jardín trasero era un desastre. Parecía ir empezando por donde se le ocurría y había árboles talados, leña por todos lados, restos de la obra y un saco de boxeo. A mí también me dolía cada vez que lo veía.

―Iba a sugerirle ayudarle, pero me preocupaba que pensase que era demasiado serio... ―reconocí―. ¿Puedo sentarme contigo?

―Claro. ―Se movió por el improvisado banco, para dejarme hueco.

Ares se tumbó a mi lado, lo más lejos de Will que pudo de forma que su única pata delantera quedó sobre mi bota. No me importó mucho que la manchase de barro.

―¿Puedo preguntarte algo? ―dudé, algo incómoda.

Le conocía desde hacía tres horas y estaba segura de que iba a propasarme. Pero necesitaba saber.

―Si es de Deacon, debo decir que no lo conozco ―reconoció.

No me miró, tenía la vista fija en el bosque al fondo. Me percaté de que, pese a que solo llevaba una camisa muy ancha y unos pantalones vaqueros, sudaba ligeramente.

―Es sobre ti. No tienes que responderme, pero...

―Suéltalo ―me interrumpió, mirándome por primera vez.

No se parecía mucho a Deacon, en realidad, pero tenían los mismos ojos. Will era rubio, con el pelo largo y barba descuidada. Sabía que Deacon prestaba mucha más atención a su aspecto que él. Will también era más alto y quizá más ancho, aunque tenía todos los músculos tan marcados como Deacon. Sería un tipo aterrador de encontrártelo en un callejón por la noche, pero me dirigió una sonrisa amistosa y me relajé mucho.

―Alguien ha dicho que tenías agorafobia. ¿Cómo te curaste?

Miró al frente un segundo de nuevo, pensé que me mandaría a la mierda, pero habló enseguida.

―¿Quién dice que me he curado?

―Pero la mantienes a raya... ―me aferré a algo.

Tenía que ayudar a Deacon de alguna forma, ¿no? Y él debía ser el que mejor le comprendiese, aunque no tuviera nada que ver...

―Sí. Generalmente está controlado, aunque cada vez que salgo al mundo real tengo que enfrentarme a una prueba de fuego. Los ataques de ansiedad son poco frecuentes ya y estoy seguro de que algún día, no será tan difícil...

―¿Tenías ataques de ansiedad? ―cuestioné, girándome un poco más hacia él.

―¿Por qué no me dices qué pasa? Quizá pueda ayudarte mejor... ―sugirió y me pareció reacio a seguir hablando de sí mismo.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora