Sky
No esperé a la bronca de Deacon. La verdad es que la última vez que me habían regañado... Probablemente había sido mi abuelo antes de morirse a mis doce años, así que emprendí el camino, rodeando la casa y Ares llegó a mi lado un segundo después. Agradecí el apoyo, dándole una caricia rápida, siendo completamente consciente de que Deacon venía detrás de mí.
―¿Qué es primera hora para ti? ―me preguntó finalmente.
Parpadeé un par de veces. ¿Eso le molestaba? Pensaba que seguía picado por la charla de la noche anterior. Le miré sobre mi hombro, con los ojos entrecerrados, aunque no paré de andar.
―Antes de medio día ―repliqué, acelerando un poco.
―Estaba preocupado.
―Ya te dije que no tenías por qué.
―Ni tú tenías derecho a llevarte a mi hermana y aparecer tres horas más tarde de lo que habías dicho... ―Me sujetó del brazo para hacerme parar y que le mirase.
―Era una fiesta adolescente. ¿A qué hora esperas que se despierten niñas de catorce años? No iba a levantarlas al amanecer para ti.
―¡Estaba preocupado! ―me gritó―. Encima Hades ha tardado una hora en volver con vosotras... Pensé que había pasado algo malo.
Estaba segura de que no habíamos estado tanto rato con el perro, debía haber tardado en encontrarnos. Palmeé su mano para que me soltase el brazo. No es que me diera miedo, ni me hiciera daño, es que no quería que tuviera ese poder sobre mí, porque su solo contacto me hizo derretirme un poco.
―Estás obsesionado con que van a pasar cosas malas, Deacon. En Havenfield lo peor que ha pasado es que la nieve nos aísle del resto de pueblos. Nunca pasa nada. Te preocupas demasiado.
Eché a andar de nuevo, tratando de fingir que no sabía que tenía su vista clavada en mi espalda.
―No quiero que vuelvas a llevártela... ―me dijo, con un tono de ligera derrota.
Me paré en seco, yo solita esta vez, y me giré hacia él. Ares ladró una vez, provocando que Deacon le mirase. Yo no aparté la vista de su cara, buscando cualquier rastro de que bromeaba.
―¿Cómo dices? ―insistí.
Quería que me lo dijera mirándome a la cara y no tardó en alzar la vista hacia mí. Un velo oscuro parecía opacar sus ojos azules.
―No sé si eres... tan capaz cómo te crees. No quiero que Ashley se rodeé de... malas influencias.
Fue como si le costase pronunciar cada palabra, pero a mí me sentó como una bofetada. Apreté los puños y me planteé gritarle lo que pensaba de él. ¡Era un jodido estúpido! Pues bien, mejor caerme de la nube en ese momento. En lo que a mí respectaba, Deacon ya no era un candidato ni para un revolcón.
―Como quieras, tío ―repliqué burlona, antes de echar a andar una vez más, aunque me paré solo dos pasos más allá. Deacon estaba a mi espalda, pero hablé igualmente―. Que sepas que no solo me estás castigando a mí por tu estupidez, también vas a hacer daño a Ashley, si no quieres que esté cerca de mí, no podrá salir con sus nuevas amigas... Y no sé si habrá mucho más en Havenfield que merezca la pena.
No es porque mis gemelas y Taki fueran como mis hermanas pequeñas, es que conocía muy bien aquel pueblo y sabía que eran la mejor compañía para alguien tímido e inseguro como Ashley. Mis chicas cuidarían de ellas, igual que yo. Pero Deacon prefería cargar todo aquel peso sobre sus hombros, pues allá él. Cuando alguien no quiere tu ayuda, es mejor no imponérsela.
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Cuando te coma el lobo - *COMPLETA* ☑️
RomanceSky a menudo atraviesa el antiguo terreno abandonado entre Havenfield y Millerfort para ir a ver a su abuela y nunca le ha pasado nada, pese a los rumores que acompañan al lugar. Sin embargo, una noche que parecía como cualquier otra, unos perros la...