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Deacon

Pasamos el resto del día con la obra, parando solo para comer un rato, aunque por la tarde Ashley se fue a estudiar voluntariamente a la caravana. Supuse que por validar nuestro nuevo acuerdo. Por la noche, cuando me dejé caer en el saco de dormir, agotado y chorreando agua fría por el manguerazo que me había dado, mi móvil empezó a sonar.

Era un número desconocido, que me apretó el corazón. Eran más de las once de la noche, tarde para vendedores o llamadas de cortesía. Tardé un segundo más en darme cuenta de que era una videollamada. Quizá porque no había usado jamás ese método para hablar con nadie. Para mí el teléfono era una herramienta muy puntual, no usaba más aplicaciones que las de mensajerías o llamadas.

Descolgué preocupado y me encontré el rostro de Sky al otro lado. No tardé en darme cuenta de la rojez de sus ojos o la palidez de su mejilla y me sentí como un mierda. ¿Se había pasado todo el día llorando por mi causa? Una parte muy egoísta de mí, esperó que le pasase otra cosa, que la tristeza de su bonito rostro no fuera por mí.

―¿Qué pasa, Sky? ―susurré por la hora, aunque Ashley estaba en la caravana y no me oiría seguramente.

―No te hablo. Solo quería decirte que, si has perdido un perro, está aquí.

Movió su móvil para enseñarme a Ares, tendido sobre una colcha rosa decorada con mariposas. ¿Aquella era la tierna cama de Sky? No pude evitar una ligera sonrisa.

―Lo siento, no sé qué les pasa a esos perros ―reconocí, cuando volví a ver su cara―. Hades no se separa de Ashley y ahora Ares contigo...

―Supongo que no sabrá que soy una mala influencia ―replicó. Trató de sonar borde, pero le tembló la voz.

―No quería decir eso. Me he pasado mil pueblos. Lo siento muchísimo.

―Ya. Te perdono. Mañana por la tarde te dejaré a Ares. Le he sacado de paseo y le he comprado pienso. Espero que no le pase nada, porque ha comido mucho.

―Lleva días sin pasar por casa, así que estaría hambriento. Creo que me odia, no me extraña que se haya ido contigo.

―No hagas que te tenga lástima, Millerfort.

―Vaya, veo que ya sabes mi apellido ―me reí―. Dame tu dirección, iré a por el perro a primera hora. No es justo que tengas que cargar con él, no me he portado bien contigo.

―No hace falta, yo iré por la tarde a Havenfield. Pasaré por ahí. Y sí, sé tu apellido. Muy hábil haciéndome creer que habías comprado esas ruinas cuando son de papá.

―No tienes ni idea ―suspiré―, te aseguro que las he pagado con creces. Mi padre se deshizo de la propiedad de mi madre, que valía mucho más que esto. Así que salí perdiendo incluso. Aunque si quieres debatir de Bill Millerfort, podemos pasarnos horas. ¿Qué tal mañana a primera hora en tu casa? Para aprovechar el viaje ya que voy a por mi perro.

―Si piensas que me voy a levantar un domingo antes de las doce, eres un iluso, Millerfort.

Suspiré. Estaba claro que quería conservar las distancias, pero yo iba a disculparme. Luego, si quería seguir pasando de mi culo, por mí bien. En cualquier caso, no necesitaba que me dijera dónde vivía. Zeus era muy capaz de seguir su rastro sin problema, y más si Ares seguía con ella.

―Tiendo a salirme con la mía, Sky. Así que te veré mañana a primera hora ―la provoqué.

El color volvió brevemente a sus mejillas y casi me pareció que sonreía, aunque no me atrevía a cantar victoria tan rápido.

―Como veas... ―Se encogió de hombros.

―Esto de las videollamadas en un puntazo ―le dije, recostándome en el saco y sujetando el móvil sobre mi cara―. Es mi primera vez.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora