Deacon
Aquella fue la peor semana de mi vida con diferencia, al menos sin contar la guerra. Estaba devastado emocionalmente. Traté de fingir que no pasaba nada para no alterar a Ashley, que parecía olerse que algo había sucedido. Sin embargo, aunque me preguntó varias veces no le hice caso al respecto. Que se lo contase Sky, si quería. Yo me había dedicado a arreglar el jardín trasero.
Quería montar una terracita con una barbacoa en la parte de atrás, y para eso tenía que deshacerme de toda la mala hierba y los árboles más cercanos a la casa. Además, quería cementar el suelo y cubrirlo de madera, con un techo para no morirnos de frío allí fuera. Con el paso del tiempo y sin cuidados los árboles se habían acercado demasiado y me daba miedo que las raíces dañasen los cimientos de la casa.
Además, talar árboles a hachazos era un ejercicio deliciosamente agotador. Y, aun así, las pesadillas seguían acosándome hasta el punto de no dejarme apenas descansar. Aguantaba una hora o dos en la cama y luego Sky se colaba en mis sueños, para mirarme decepcionada, o dolida, y decirme que me odiaba mucho.
―¡Deacon! ―El grito de mi hermana me hizo girarme bruscamente.
Debía llevar un rato llamándome, porque estaba algo roja del esfuerzo. Pero después de que el primer día de limpieza exterior casi le tirase una rama encima, había dejado de salir por allí atrás cuando estaba con el hacha.
Me hizo un gesto, así que clavé el arma en un tocón y fui hasta ella quitándome los guantes.
―Tenemos visita ―me dijo, muy seria.
Por un segundo, me emocioné pensando que podía ser Sky, el corazón me palpitó con fuerza y entré rápidamente dentro. Cuando vi a mi padre con su traje impoluto, limpiándose una pelusa invisible de la manga, la decepción me arrasó. No podía engañarme más, necesitaba a Sky en mi vida. ¿Cómo iba a aguantar aquello cada día de mi vida? Era insoportable.
―Hola, Deacon ―me saludó él.
―Solo llegas un mes tarde a tu revisión ―me burlé, tirando los guantes fuera desde la puerta y entrando a por una cerveza―. ¿Quieres tomar algo? Ya tenemos sillón y nevera.
No es que me importase que no hubiera aparecido antes, cuando dijo que lo haría en una semana, pero me molestaba la despreocupación que tenía con su propia hija.
―¿Nos dejas un momento, Ashley? ―le pidió a la niña, que salió por la puerta delantera seguida de Hades. El perro no se despegaba de ella si podía elegir.
―¿Qué te pasa? ―me preguntó Bill, haciendo que le mirase con el ceño fruncido―. Cuando vine la última vez parecías motivado y decidido. Ahora pareces hundido.
―¿A ti qué te importa?
―Me da igual ―aseguró el muy cabrón―. No voy a fingir que hay una relación entre nosotros que no existe. Pero Ashley es menor y sigue estando a mi cargo. ¿Tengo que llevármela? Si no estás en condiciones de cuidarla...
―Estoy perfectamente ―mentí.
En cualquier caso, no iba a dejar que mi desasosiego me afectase para con mis responsabilidades con la niña. No era esa clase de cabrón. No era como Bill.
―Se llamaba Agatha ―me dijo de golpe y yo solo fruncí el ceño. ¿De qué hablaba?―. No supe ver lo que valía. Tuve que elegir entre llevar una relación a distancia mientras cursaba los últimos años de universidad o dejarla, y pensé que dolería menos cortar el contacto. Creía, idiota de mí, volver después de la universidad y recuperar lo que teníamos. Para mí no hubo nadie más ese tiempo. Cuando quise recuperarla, descubrí que había muerto en un accidente. Quizá no hubiera podido evitarlo, pero al menos podría haber disfrutado el tiempo con ella, haberla hecho feliz antes de que pasase. La he buscado desde entonces en cada mujer con la que he estado, pero nadie me hace sentir como ella.
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Cuando te coma el lobo - *COMPLETA* ☑️
RomanceSky a menudo atraviesa el antiguo terreno abandonado entre Havenfield y Millerfort para ir a ver a su abuela y nunca le ha pasado nada, pese a los rumores que acompañan al lugar. Sin embargo, una noche que parecía como cualquier otra, unos perros la...