20

5.5K 528 34
                                    

Deacon

Me desperté al amanecer, como solía ser habitual. Lo raro fue hacerlo sin que fuera a causa de una pesadilla, estar en el sofá y tener a Sky completamente desnuda pegada a mí. Se había metido entre mi cuerpo y el respaldo, como si buscase calor, aunque tenía la carne de gallina.

La levanté en brazos para llevarla de vuelta a la cama. Menuda tontería que hubiéramos acabado allí durmiendo y pasando frío los dos. Aunque no recordaba haber descansado tanto... Quizá desde los diez años, antes de que mi madre enfermase.

Me paré en la puerta del dormitorio, al darme cuenta de que Sky estaba murmurando algo. Pensé que se había despertado, pero tenía los ojos cerrados y el cuerpo laxo por el sueño. ¿Hablaba dormida? Sonreí con ternura, mientras trataba de descifrar lo que decía.

―Abrázame... ―murmuraba, entre suspiros.

También distinguí mi nombre y no tuve corazón para desobedecerla. Yo había dado las órdenes toda la noche, pero sabía que ella podría dármelas a partir de ese momento y que no podría negarle nada. Me metí en la cama con ella y nos arropé a ambos. No podría volver a dormirme, pero me daba igual, quería estar allí con ella, que se acurrucó contra mí enseguida.

Traté de decirme que solo había sido sexo. Ya ves, tampoco es que fuese la primera con la que lo hacía. Ni la forma más curiosa ni exótica. Había tenido sexo en muchos países diferentes con muchos tipos de mujeres. En mis trece años en el ejército (Bill había dado el consentimiento para que me alistase a los diecisiete), había visitado muchos países. Por entrenamientos, prácticas, maniobras o trabajos. En todos ellos siempre había encontrado tiempo para divertirme, aprovechando fines de semana de permiso y cosas así. Mis compañeros solían irse con sus familias si tenían la ocasión, yo prefería quedarme en algún país extranjero y buscar compañía con la que olvidarme del mundo real.

Sin embargo, ni yo estaba tan ciego. Aquel sexo no había sido como todo el demás. No porque el «mete y saca» hubiera sido diferente al resto. Era Sky, ella lo había hecho especial. Ver lo entregada que estaba a mí, su cara de placer, su cuerpo buscando al mío, sus ojos en blanco...

―Quédate conmigo, Deacon... ―murmuró de nuevo, subiendo una pierna sobre las mías.

―No me voy a ningún lado, preciosa ―respondí en el mismo tono, aunque sabía que seguía dormida.

Nunca antes me había enamorado, eso lo tenía claro. Pero ¿qué sentía por ella? ¿Por qué tenía la necesidad de satisfacer hasta sus deseos subconscientes? ¿Aquello tenía algún sentido? Solo sabía que necesitaba protegerla de todo.

Apoyé mi mejilla en su cabeza y ella se movió un poco para frotarse, como un gatito satisfecho. Y yo me relajé tanto que, pese a que pensaba que sería imposible, volví a quedarme dormido.

Me desperté un rato después, con Sky babeándome el pecho. Sonreí un poco. Si lo hubiera hecho aposta para tumbarse encima de mí, habría sido imposible. Su pierna estaba enroscada a las mías, su brazo rodeando mi pecho, con su mano descansando bajo mi bíceps y su cabeza estaba apoyada entre mi cuello y mi pectoral, donde un reguero de babas daba fe de que seguía dormida.

Alcancé mi móvil de la mesilla como pude, tratando de no despertarla, para comprobar que eran las diez. No me importaría seguir en aquella postura, pero me moría de hambre. La moví con cuidado para poder salir de la cama. Ella se quejó y murmuró mi nombre, pero se aovilló en la cama y siguió durmiendo.

Salí de la habitación tras coger un pantalón de chándal y ponérmelo. Estaba seguro de que Sky no se despertaría ni aunque hiciera estallar una bomba. Me estremecí solo ante el pensamiento y marqué el número de Ashley mientras buscaba algo por la cocina para desayunar.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora