17

5.1K 543 28
                                    

Deacon

La siguiente media hora, mientras el partido al que no presté ninguna atención acababa y la gente llevaba la fiesta al siguiente nivel, pidiendo alcohol como para ahogar un barrio entero, me la pasé allí sentado. Con la vista fija en Sky, que meneaba el culo como su jefe le había dicho.

Una camarera se había acercado poco después. Estaba algo rellenita, pero se había metido en un uniforme de cuero parecido al de Sky, que no acababa de favorecerle del todo, porque marcaba curvas donde no debían ir. Aun así, también me percaté de que tenía su público y que ella reía encantada. Se inclinó sobre la barra para acercarse a mí, yo estaba a punto de apartarme, cuando ella me habló.

―Si te gusta, mejor espérala fuera ―me dijo―. Si montas un numerito, van a despedirla.

No entendí de qué hablaba hasta poco después. Sky cargaba la bandeja con jarras de cerveza y la llamaban a un sitio u otro para que rellenase sus vasos. Y, cada vez que se acercaba a una mesa para hacerlo, los borrachos enardecidos por la victoria de su equipo, aprovechaban para apoyar las manos indiscretas en su culo, su cadera, sus piernas o incluso su abdomen.

Y Sky se libraba de ellos con una sonrisa, un movimiento sexi de cadera, algún guiño de ojos y sonrisas coquetas. Tenía que reconocer que tenía gracia y a la mitad de hombres embelesados. Ya no tenían partido que mirar, así que las camareras eran su principal entretenimiento. No me costó ver que al resto las prodigaban un trato similar y la mayoría salían con la misma facilidad que ella de esas situaciones.

Alguna incluso tonteaba mucho más abiertamente. Una de ellas se sentó sobre las piernas de un tío y le dio un beso en la boca, antes de que otro cliente tirase de ella para levantarla como un saco de patatas y se la llevase a su mesa. Una vez había visto un documental sobre neandertales que se comportaban de forma muy parecida.

Traté de quitar la vista de Sky de verdad, porque me estaba poniendo enfermo. Así que me dediqué a mi cerveza sin alcohol. Aunque apenas aguanté un par de segundos antes de volver a desviar la vista hacia ella.

¿Qué iba a hacer con su propuesta? Mi intención había sido disculparme y sugerirle una amistad mucho más inocente. Podía mantenerla a salvo de mis miedos si me comportaba con ella como si fuera otra hermanita. Pero no la quería como a Ashley, eso no podía negarlo. Nunca había dejado de verla como una mujer...

Pese a la diferencia de edad, desde la primera vez que la vi sumergida en el río tras mi propiedad, me había puesto cachondo. ¿Tenía que ser diferente porque hubiera sexo entre nosotros? Seguro que no había pasado nada bueno tras aquella frase jamás, pero estaba claro que ambos nos atraíamos, y si de verdad no trataba de profundizar en mis sentimientos enredados, quizá pudiera salir bien.

No podía engañarme a mí mismo. Llevaba duro desde que la había visto al entrar en el bar. Y añadir tensión sexual a la mezcla de sentimientos que bullían en mi interior, no ayudaría a nadie. Quizá, si conseguía quitarme eso de en medio, pudiera pensar con más claridad.

Estaba claro que, aunque Sky solo tenía veinte años, sabía de sobra lo que era la vida y el sexo. No era una niñita desamparada, ni siquiera era ingenua o inocente. Sabía coger al toro por los cuernos, plantar los pies y tomar su lugar en el mundo.

Y, por algún motivo, yo le gustaba. ¿El ingenuo era yo por creer que podría mantenerla a salvo de mí mismo? Seguramente sí, porque Sky conseguiría lo que quería, parecía de esa clase de gente tenaz y firme. Solo quedaba una pregunta: ¿podría estar a la altura de sus expectativas?

Sonreí cuando la vi hacer un quiebro a un borracho y escaparse bajo sus brazos abiertos. Sin duda era muy hábil con aquello. No me extrañaba que hubiera podido manejarme tan bien el fin de semana anterior.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora