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Sky

Me lo planteé muchísimo tiempo, mirando a Ashley que dormía en mi cama. Había tardado horas en conseguir que se calmase lo suficiente como para conciliar el sueño. De hecho, entre eso, y el rato que llevaba pensando si llamar a Deacon, ya estaba amaneciendo. Aunque últimamente no dormía mucho, así que tampoco importaba.

Al final, me decidí a avisarle de que la niña estaba en mi casa. Estaría preocupado por ella. Cogí mi móvil y me fui al salón. Podía hacerle una llamada normal, pero necesitaba verle. Había contenido la tentación una semana entera, pero ya no aguantaba más. Quería saber si estaba tan mal como Ashley decía.

Hice la videollamada esperando en parte que no me respondiese. Sin embargo, el que descolgó al otro lado, no fue Deacon, fue el fantasma del que yo trataba de protegerle. Tenía peor pinta de lo que Ashley me había contado. Parecía al borde de un colapso.

―Hola ―murmuró, sin ningún tipo de sentimiento en la voz.

―Tu hermana está en mi casa ―expliqué. Le vi cerrar los ojos con alivio al otro lado. Al menos estaba bien saber que seguía importándole su hermana de alguna manera―. Se ha dormido agotada. No hace falta que vengas a por ella, ha llamado a vuestro padre, y le ha dicho que vendrá hoy.

―¿Cómo está?

―Echa una mierda. No sé cómo has sido capaz de tratarla así, Deacon.

Desapareció un momento de la imagen y me pareció que apretaba el móvil en su mano. Luego su rostro volvió a parecerme impenetrable. Desesperado, eso sí. A mí me tembló el labio y tuve que mordérmelo para que no lo notase.

―Quiero hablar con ella. Me pasaré por ahí para verla dentro de un rato, si no te importa.

―Como quieras.

Le colgué sin más. No quería hablar con él, no soportaba ver que era una sombra del hombre que había sido antes.

Era horrible imaginar que estaba siendo muy feliz con su mujer, pero era peor ver que realmente estaba tan jodido como yo. Si tan solo me hubiera contado la verdad antes, podríamos haber buscado otra forma de hacer las cosas... Una que nos hubiera evitado ese dolor a todos. Incluida Ashley, que era totalmente inocente de aquella mierda.

No me dormí, no tenía sueño. Cada vez que cerraba los ojos veía a Deacon, así que apenas dormía ya. Aun así, me tumbé en el sofá y miré el techo, a la espera de que llegase Deacon o su padre. Me daba igual. Mi vida se había convertido en una espera eterna sin esperanzas. Incluso había dejado de ir a la universidad. Ya no podía fingir que estaba bien en público, así que no salía.

Deacon no dejó pasar mucho tiempo antes de llegar. Al abrir la puerta y encontrarle al otro lado sentí que me fallaban las fuerzas. Me limité a murmurarle que esperase al otro lado, y cerré la puerta para ir a buscar a Ashley. La agité un poco y ella abrió los ojos enseguida. Sobresaltada y asustada, hasta que se dio cuenta de dónde estaba. La culpabilidad me apretó el estómago. Deacon había fallado en protegerla, pero yo también me sentía responsable de ello.

―He llamado a Deacon y ha venido para asegurarse de que estás bien. Habla con él ―pedí.

―Pero quédate conmigo ―suplicó.

Yo asentí. No tenía corazón para negarle nada después de la forma tan cruel en la que le habíamos jodido la vida. Bajamos juntas y volví a abrir la puerta a Deacon, que no se quejó de la espera.

―Hola ―susurró a Ashley.

Ella se mantuvo parcialmente escondida detrás de mí. Y yo sujeté su mano para darnos ánimos mutuamente, porque tener a Deacon allí era doloso. Lo que sentía por él seguía siendo muy intenso y saber que nunca más sería, me destrozaba por dentro.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora