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Deacon

―No sé cómo me he dejado convencer de esto... ―murmuré, mientras Sky se empeñaba en colocarme una máscara de lobo.

La noche anterior, Bonnie, Audrey y Taki se habían quedado a dormir en casa y ahora estaban por allí, acabando de retocar sus disfraces con Ashley. No se ponían de acuerdo porque todas querían los disfraces más geniales, así que Sky lo había solucionado con rapidez, haciéndolas ir a juego. Las cuatro y ella misma iban de animadoras que habían sido atacas por un hombre lobo, que era yo, por cierto.

Según Sky, iban de peli de serie B y eso me había hecho reír. Tener que llevar un traje de pelo como un perro y una máscara que me coartaba la visibilidad, no me hacía tanta gracia. Aunque su uniforme de animadora era el mismo del instituto, que le quedaba muy corto. Si no hubiera sido por las niñas, ya habría resumido aquel Halloween para llegar a la parte sexual. Al menos, podría consolarme con la visión de su culo, que parecía dispuesto a exponerse en cualquier momento.

―Porque eres un pringado ―replicó Clev, sentado en mi sillón y con una cerveza en la mano.

Sky le ofreció un disfraz cuando apareció esa tarde, pero él se había limitado a reírse de ella. Y yo estuve a punto de darle un puñetazo. Puede que aquello no me hiciese especial ilusión, pero a ella sí. Y pese al maquillaje de animadora mordida por un lobo, seguía estando preciosa con la sonrisa de emoción.

También había dedicado muchas horas a maquillar a las chicas, y habían creado prótesis con silicona y cosas así para imitar heridas. La casa había estado repleta de carcajadas toda la tarde. Sin duda, como mínimo, estaba creando recuerdos geniales con ellas. Y eso lo agradecía, porque quería que Ashley tuviera lo que yo jamás había tenido.

―Di que no ―me defendió, sentándose sobre mí en el sofá, a horcajadas sobre una de mis piernas, para llegar mejor y colocarme la máscara de forma perfecta―. Además, lo sugeriste tú.

―Quería llevarte a la cama, no cuenta. Me estoy asfixiando ―me quejé.

―Ares no se ha quejado tanto por su disfraz ―me regañó.

Eché un vistazo de reojo al perro, que miraba a Sky. Y juro que ese chucho estúpido estaba sonriendo. Llevaba una diadema especial para animales con dos pompones a juego con el uniforme rojo y blanco de Sky. Puse los ojos en blanco, aunque la máscara me mantuvo a salvo de la ira de la chica. ¡Dios me librase de meterme con su perro!

Como Sky llevaba una semana viviendo en casa, Ares había vuelto por allí. Dormía en nuestra cama a veces incluso. Yo le mandaba al suelo cuando se subía, pero en cuanto me despistaba, ella le hacía subir de nuevo. Al final, había dejado de pelear contra lo inevitable.

―Ares es un traidor a la masculinidad ―aseguré, apoyando las manos en sus piernas.

Ella me dio un golpecito en el pecho sin ninguna fuerza y yo colé las manos por debajo de su tentadora falda.

―Oye si te vas a sentar encima de mí así, puedes disfrazarme también ―aseguró Clev.

―Quizá te disfrace yo, gilipollas. Tus heridas van a ser de lo más realistas.

―Antes no eras tan posesivo... ―se quejó él, pero se levantó para alejarse, por si acaso.

―¿Nos vamos ya? ―pregunté, apartando mi cabeza de Sky para que dejase de reajustarme la maldita máscara. Ella se inclinó para susurrarme al oído.

―Hace media hora que la tienes bien puesta, pero quería sentarme aquí.

Agité la cabeza, pero no pude controlar una sonrisa. Las ganas de besarla tuve que tragármelas, porque habría sido imposible con la máscara.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora