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Deacon

Quizá estaba mal que secuestrase a Sky, no iba a negarlo. Pero tampoco iba a permitir que se alejase de mí para siempre sin saberlo todo. Por fin estaba preparado para contarle la verdad de Jenkins e iba a obligarla a escucharme si era necesario, por horrible que fuese aquello.

Después dejaría ir a Jenkins para siempre y procuraría que Sky me perdonase. Sin embargo, no iba a agobiarla. Si quería largarse de mi vida cuando supiera la verdad, la dejaría ir. Aunque pensaba recuperar a mi hermana, pero ese era otro tema.

Así que abrí la puerta de atrás de mi todoterreno y la dejé dentro. No le di tiempo a reponerse antes de montarme delante y acelerar. Tampoco me pareció que quisiera salir en lo que tardé en arrancar. Seguro que si lo hubiera intentando, podría haberse alejado de mí, pero se limitó a sentarse y tuve la esperanza de que una pequeña parte de ella, quisiera escucharme.

No hablamos en el camino. Yo revisé su cara por el retrovisor con nervios. Estaba cabreada, pero no triste y eso era bueno, ¿no? Aparqué en casa y Zeus y Hermes corrieron a saludar a la chica, desesperados. Había dejado que Nell los echase de casa y me sentí fatal por ello, así que me quedé esperando, apoyado en el coche, mientras Sky les dedicaba un momento de mimos y caricias.

―¿Hablamos? ―le pedí con suavidad, cuando los perros volvieron a corretear por allí.

―Habla ―me dijo, cruzándose de brazos.

―Vamos dentro, aquí hace frío.

Miró la casa un momento y noté el dolor en sus ojos. Me sentí tan mal que solo pude quedarme allí parado, cerrando los míos, para tratar de pasar aquella sensación. Había sido un mierda y no merecía ni un minuto por su parte, pero lo necesitaba, era lo justo para los dos. Yo quería hacerla feliz, aún quería hacerlo.

―¿Y tu mujer? ―cuestionó.

―Nell no está. Déjame que te lo cuente todo, Sky, por favor. Absolutamente todo.

Asintió una vez y fue hacia la casa. Yo la seguí en silencio. Entró y paró un segundo, mirando alrededor. Todo estaba sucio y desastroso. No había tenido ánimos para limpiar siquiera. Estaba más deprimido que nunca por haberla perdido.

―Puedes hablar lo que quieras, Deacon. ―Fue directa a la cocina y sacó un par de cervezas. Me tendió una y luego subió al piso de arriba. Yo volví a seguirla en silencio―. Pero cuando acabes de hacerlo, me largaré, y quiero que te mantengas lejos de mí. No podré superar esto si no dejo de verte. Y no es justo.

Pese a sus palabras se quitó la chaqueta y el bolso y tiró ambas cosas a un lado sin ninguna consideración. Llevaba una ropa similar a la primera vez que nos habíamos acostado, salvo que en lugar de un top llevaba un corsé muy ajustado de color rojo, que realzaba sus pechos.

―Quizá no quieras irte cuando lo entiendas... ―murmuré, con la boca seca por lo rotunda que había sido.

―Lo dudo. No creo que nada que puedas decir me haga olvidar lo que ha pasado. Me has roto el corazón de formas que no creí posible. Quiero que antes de hablar lo prometas, Deacon. Di que, si te lo pido, me dejarás en paz, que no volverás a contactar conmigo, ni a acercarte. Promételo ―insistió.

―Te lo juro por mi vida, Sky. Si no me quieres en tu vida, no volveré a ella.

―Está bien. ―Se dejó caer en el sillón frente a mí y trató de abrir la cerveza sin éxito. Yo abrí la mía y se la cambié―. Habla de una vez, tengo sueño.

-o-o-o-

Sky

Deacon se sentó frente a mí y yo agradecí que no tratase de sentarse en el sofá a mi lado, ni tocarme, ni invadir mi espacio de ninguna manera. En ese momento, pese a que quería escucharle, prefería no tenerle cerca.

Cuando te coma el lobo  - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora