Sky
―Deac, mi amor.
Una morena se lanzó a sus brazos y le comió la boca. No hubo lengua, pero tampoco fue un beso precisamente fraternal. Traté de verla mejor, aunque su pelo largo y negro se interpuso un poco entre nosotras. Era alta, casi tanto como Deacon y llevaba ropa similar a la que solía usar él: pantalones cargo y sudadera. No fue hasta que se retiró un paso, que vi su embarazo más que evidente. Parecía apunto de estallar, estaba enorme.
―Id a dormir, chicas ―ordené a las niñas, que obedecieron enseguida, mientras apoyaba la mano en la cabeza de Ares para que parase de gruñir a la mujer.
―Nell, ¿qué haces aquí? ―preguntó Deacon, apartándose azorado de ella.
Al menos tuvo la dignidad de mostrarse avergonzado. ¿Qué mierda le pasaba en la cabeza? ¿Tenía una mujer embarazada y estaba jugando a... las casitas conmigo? ¡Y yo era tan idiota que había estado a punto de declararme! ¡Incluso me había mudado con él!
―Quería descansar de mis padres, no los aguantaba más y te echaba de menos ―le dirigió un puchero encantador―. ¿Tú a mí no?
No me pareció especialmente guapa, pero quizá era porque los celos me estaban consumiendo por dentro. Tenía una cicatriz en la mejilla, que estropeaba un poco sus rasgos, aunque eran demasiado marcados para mi gusto. Me pareció que, en general, era fuerte, mucho más que yo, sin duda. Ni siquiera la enorme barriga conseguía transmitir algo de fragilidad por su parte. Clev estaba apoyado en el sillón, en completo silencio, pero tenía una mirada de lástima clavada en mí. ¿Él también lo sabía y no me había dicho nada?
―Yo... ―empezó Deacon, pero se aclaró la garganta y no respondió.
Pareció recordar mi existencia entonces, quizá por el gruñido de Ares que se volvió más alto. Centró la mirada en mí y me pareció desesperado. ¡Ya podía estarlo! La mujer llevaba una alianza, aunque Deacon no. ¿Estaba usándome para engañar a su mujer embarazada? ¿Qué clase de cabrón enfermizo era él?
―¿Quién es ella? ―preguntó la morena, con un repentino tono frío. Y no me extrañaba...
―Es Sky ―me presentó muy vagamente―. Sky, ella es Nell Jenkins.
Parpadeé como una idiota. ¡¿Jenkins era una mujer?! ¡Pensaba que era un amigo que había muerto o algo! ¿Cómo había sido tan idiota? Le había estado consolando por lo que fuera que había pasado con esa mujer, pensando que era un trauma con alguien que había perdido... Aparté la mirada llena de lágrimas, no soportaba los ojos oscuros de la mujer fijos en mí.
―Pero Deacon ―se quejó ella, con tono caprichoso y ligeramente lloroso―. Yo pensaba... Déjalo, está claro que también sobro aquí... Será mejor que busque otro lugar donde estar...
―No sobras, Nell ―aseguró él. Alcé la vista para ver como Deacon sujetaba su mano para que no se fuese―. Sabes que esta también es tu casa.
¡Y tanto que lo era! ¡Si estaban casados! Literalmente era de los dos. Sentí las lágrimas abrasarme los ojos. ¿Por qué no podía habérmelo dicho? ¿Por qué había dejado que me enamorase de él?
―No... Estás con ella, aunque me prometiste que yo sería la única en tu vida... ―lloró ella, antes de darse la vuelta y salir de allí dando un portazo.
Deacon cerró los ojos un segundo, luego me dirigió una mirada que no supe interpretar y salió tras ella.
¿Qué mierda había hecho? ¿Por qué me había dejado engatusar hasta enamorarme de él? El dolor me partió el pecho en dos y decidí largarme por la puerta de atrás.
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Cuando te coma el lobo - *COMPLETA* ☑️
RomanceSky a menudo atraviesa el antiguo terreno abandonado entre Havenfield y Millerfort para ir a ver a su abuela y nunca le ha pasado nada, pese a los rumores que acompañan al lugar. Sin embargo, una noche que parecía como cualquier otra, unos perros la...