Capítulo Cuatro

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—Es hermoso, Leo.—Pronunció Mia completamente emociona a lo que Leo sonrío de oreja a oreja.

Le había gustado su regalo.

Un hermoso collar, que no era de plata ni de oro, era lo más cercano a una imitación, pero que había valido cada moneda ahora que él había visto su rostro feliz.

Si bien Leo quería darle algo que merecía ser portado por Mia, el dinero que le otorgaba Carlos Carpenter cada mes no alcanzaba para comprarle las joyas que usabas y que parecían ser diseñadas para una reina por lo cara que se veían, además, no podía pedirle más dinero al padre de su amada, él ya había hecho suficiente con ayudarlo y traerlo a vivir a su hacienda, pero esperaba en algún momento ahorrar lo suficiente y otorgarle las joyas que realmente ella merecía.

—Me gusta mucho.—Pronunció ella apretando el collar contra su pecho.—Gracias, Leo.

Leo sonrio y Mia también, pero sus sonrisas se terminaron cuando Amelia ingreso a la habitación, su sorpresa era enorme.

Leo, el hijo de un esclavo estaba en la habitación de su hija y si bien lo toleraba antes fuera por su esposo y porque eran niños, pero ahora Mia era una joven dama, una mujer completa y Leo era un hombre, un hombre atrevido que se había colado a la habitación de su rubia hija.

—¿Qué estás haciendo aquí?.—Preguntó con desdén.

La sonrisa de Mia se borró y leo mantuvo una expresión seria, Mia se levantó de la cama y se acercó a su madre.

—Yo lo deje pasar.

Y su madre la miro.—¡Santo dios, Mia!

—No es como si no estuviera vestida.—Replico Mia y era cierto, llevaba un hermoso vestido color crema.

—Él no tiene por qué estar aquí, Leo, retírate, por favor.

Leo iba a irse, pero Mia hablo poniéndose delante de él.

—Leo, no te vayas.—Enfrento a su madre.—Es mi cumpleaños, mamá, hoy no vas a botar a Leo y estará en la casa porque yo lo quiero así.

La señora Carpenter estaba lista para abofetear a su hija, pero Carlos Carpenter, su esposo ingreso a la habitación al escuchar los ruidos.

—Pero..¿Qué está pasando aquí? ¿Amelia, Mia?.—Puso los ojos en Leo al notarlo y solo asintió la cabeza en un saludo.

—Pasa que tu hija dejó que este hombre entrara a su habitación.. ¿Qué pueden pensar de el? Los sirvientes hablan y si eso se propaga.

—Me retiro, Señor.—Indico Leo.

Carlos lo detuvo sosteniéndole del brazo.—Tú no te vas a ningún lado, hijo.

Soltó a Leo y se acerco a su esposa.

—Amelia, por favor..—Le pidió, a su vez Mia se quedó al lado de Leo.—Es el cumpleaños de tu hija.

Amelia cogió la falda de su amplio vestido y miro a su esposo enojada.

—Parece que en esta casa no tengo ni un solo voto.—Le respondió, miro a Mia.—No voy a ser la madre de una mujer que es una cualquiera en la boca de todos, ten presente eso, Mia.

Y se marchó, levantando su vestido.

Carlos Carpenter se volvió hacia su hija y le pidió que hablaran, leo decidió marcharse.

—Mia, sé que tú y leo se conocen desde..

—Desde que lo trajiste a casa, papá.—Le recuerda el.

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