Capítulo Diecisiete

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Lo primero que hizo Mia al volver fue dirigirse a la habitación de su padre, estaba descansando, así que solo se acercó a verlo y por una parte se sintió aliviada de que estuviera dormido.

No soportaba que la viera lleno de decepción, a diferencia de su madre, el no.

No iba a soportar ver esos ojos sobre ella.

Mia se arrodilló y besó la mano de Carlos.

—Lo lamento mucho, papá.—Pronunció y rompió en un llanto silencioso.







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Mia ingreso a la sala, donde la esperaba su madre, quien se encontraba observando un cuadro en sus manos, con una fotografía de Mia.

Ella todavía tenía las palabras grabadas que le dijo antes de abandonar el pueblo.

"Deja de ser mi mayor grande decepción"

Las palabras le habían dolido mucho.

—Que hermosa eras de niña.

Mia sintió un dolor en la garganta.

—¿En qué te volviste en esto?.—Amelia dejó el cuadro en su lugar y se volvió hacia su hija.—En una decepción.

—Por favor, mamá, ya no me llames así.

—¿Acaso eso no es lo que eres, Mia?

Los ojos le dolieron.

—Me avergüenza que seas mi hija.

Mia apretó los labios y aun así las lágrimas cayeron.

—Pero no podemos hacer nada para cambiarlo.

Le dolía, cada palabra que soltaba le dolía más que la anterior y le daba miedo escuchar las que seguirían.

Aun así, ella se lo pidió.—Mamá, por favor... Leo..

Amelia no la miró.

—Leo sigue en la cárcel injustamente, tienes que..

—¿Injustamente? Ese hombre te secuestro y tenía tus joyas.

—Si las tenia fue porque yo le di mi bolso, pero Leo no me secuestró.—Le aclaro Mia, cosa que hacia enfadar más a Amelia.—Fue decisión mía irnos, no la de el, el cumplió mi capricho y si huimos fue porque sabíamos que no lo aceptarían.

—Mia..

—Nuestro amor. Amo a Leo, mamá.

Amelia apretó las manos, ahí estaba, lo que esperaba no oír.

Su hija se había enamorado del hijo de un esclavo.

—Estoy enamorada de él.

Amelia golpeó a su hija, ya no solo era una bofetada, mientras Mia se protegía, Amelia no dejaba de golpearla con las manos, la empujó y Mia retrocedió.

Amelia se giró y subió las manos a su cabello, tirándolo de el con desesperación.

—¡Te dije que dejaras de ser una decepción!

Mia lloro, todo su cabello rubio estaba despeinado, Amelia había tirado de el con tal fuerza que algunos cabellos de su hija se quedaron en su palma.

—No puedes enamorarte de él, no puedes. Estas loca, mírate ¡Mírate, Mia!.—Le grito, cogió las mejillas de su hija.—¡Eres una dama!

Pero lo amo, mamá...

Mia sollozo, Amelia le soltó las mejillas.

—¡Pues te olvidas de el!.—Gritó llena de enojo.—¡Te tendrás que olvidar de él porque yo misma voy a encargarme de que se pudra en esa celda toda su vida!

—¡No! ¡No, mamá, por favor!

—Me da asco.—Pronuncia Amelia enojada.—Me da asco de solo imaginar todo el tiempo que estuviste con él.

Mia negó.

—Si llegó a tocarte.—Amelia se detuvo al ver la mirada de Mia.—No.

Su corazón dolió, si antes estaba decepcionada, ahora más.

—Dime que no, Mia.

—Lo hice porque lo amo, Mamá.—Pronuncio Mia con voz rota.—Si me entregue a Leo es porque lo amo, solo por eso..

Su madre se alejó, la miro de pies a cabeza.

—Pero.. ¿Qué has hecho?

—Mamá..

—Te has ensuciado.

Mia apretó los ojos.

—¡Ese hombre te ha manchado, Mia!

—¡Claro que no, mamá!

Amelia negó.

—¿Qué hombre te aceptara ahora que estas sucia?.—Preguntó Amelia negando.—No mi niña.. ¿Por qué mi niña?

Mia se llevó la mano al pecho, no entendía esto, mientras ella había disfrutado cada una de las veces que estuvo con Leo, su madre lo despreciaba.

—Ni siquiera Arturo querrá tenerte... si se entera.

Mia se mordió el labio.

—No, no tiene que enterarse, tú vas a casarte con él.

—Mamá.

—Te casas con él o... o dejare a Leo en la cárcel.

Mia se quedó en shock.

—¿Qué estás diciendo?

Amelia sintió que tenía a su hija en sus manos y junto ambas cejas.—Estoy diciendo que si quieres que saque a Leo de la cárcel, vas a casarte con Arturo.

Su hija no salía de su shock.

Amelia pasó a sonreír, se acercó a ella.

—Voy a sacarlo de ahí, Mia.—Le aseguró.—Pagare la fianza e incluso dejare que venga a esta casa a seguir trabajando, de esa forma disfrutare su dolor al verte casada con Arturo.

Mia no podía creer lo despiadada que era su madre con tal de dañar a Leo, sin importarle sus propios sentimientos.

—Lo haré, solo si tú te casas con Arturo.

Las lágrimas cayeron por sus mejillas.

—Así que tú eliges, cariño. Te casas con Arturo y si no lo haces..

Mia no quería escuchar lo que seguía, pero nada detuvo a Amelia.

—Si no lo haces dejare que Leo se pudra en la cárcel.

Color de PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora