Capítulo Veintiocho

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Una esencia ha alcohol entrando por sus fosas nasales es lo que sintió antes de despetar, Mía se había desmayado.

Y un dolor débil sentía en la cabeza.

—Te desmayaste. —Pronunció su padre antes de que ella preguntara. —El médico te reviso.

—¿Y que es lo que tengo?

—Ahora mismo está hablando con tu madre, yo lo haré después. Quería estar aquí.

—Gracias, papá.

Carlos asintió y besó la mano de su hija.

—Todo estará bien. Intenta descansar.

Sus ojos se cerraron, por alguna razón se sentía más cansada ahora.






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Cuando Mía abrió los ojos, la señora Carpenter se encontraba frente a ella, Mía se levantó de la cama y salió de ella.

Noto a su madre mucho más enojada de lo normal.

—¿Qué sucede..

—Es increíble que me sigas decepcionando.

Mía no entendió las palabras, pero eso no significó que no dolieran, dolian como la última vez, aunque el enojo de Amelia era mucho más grande ahora.

—Estas embarazada, Mía.

Mía abrió los ojos mucho, por instinto se llevó la mano al vientre y su mirada bajo.

Estaba embarazada.

De Leo.

Tendría un hijo suyo, producto de su amor.

—Tengo.. que.. ¿Donde está Leo?

Ella avanzo hacia la puerta de la habitación, pero su madre la detuvo.

La empujó sin importarle haber descubierto que su hija estaba embarazada, Mía cayó al suelo y Amelia la miró con desprecio.

Odiaba a ese esclavo y odiaba la abominación que había creado al profanar el cuerpo de su hija.

Sintió asco y ganas de matarlo, pocas no le faltaban.

—Mamá. —Pronuncio Mía con los ojos llenos de lágrimas, aquel empujón había dolido y le había dolido más al saber que su madre lo había echo con la intensión de que perdiera al bebé.

—Me da asco que seas mi hija, Mía.

—Mamá, por favor.

—Esa cosa. —Señalo el vientre de su hija y Mía se lo cubrió con su palma. —No voy a dejar que esa cosa sea mía nieto, no vivir con la vergüenza. Ya suficiente tengo contigo.

Mía sollozo.

—Ahora mismo iremos a que te lo quiten.

El corazón de Mía se aceleró.

—¿Qué.. que estás diciendo?

Su madre caminó hacia ella y le sujetó del brazo con fuerza.

—Estoy diciendo que vas abortar.

Mía no creo lo que salía de la boca de su madre.

—Vas a abortar a ese demonio, Mía.

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