Capítulo Siete

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Mía se  acomodó sobre el pecho de leo, quien la tenía abrazada, acababan de terminar su segundo encuentro sexual y podían sentir el calor aún en sus cuerpos a pesar del frío de la noche, Mía le sonrió y Leo la beso en los labios con fervor.

—¿Estas bien?. —Preguntó el preocupado mientras le quitaba los mechones de su rostro y los colocaba detrás de su oreja.

Mía asintió.

—¿Duele?. —Insistió  el, se pondría una soga al cuello de haberla dañado.

—Estoy bien. —Pronuncio Mía con una delicada sonrisa. —Me ha gustado mucho.

Leo se pegó contra ella.

—Me hubiera gustado que no te doliera nada.

"Que me doliera era normal" Pensó Mía, ya se había mentalizado como seria perder la virginidad y a pesar del dolor natural por el que cada mujer pasaba según lo que creía, ella lo había disfrutado mucho, lo suficiente para que esa noche lo hicieran juntos dos veces y no le molestaría para una tercera, aunque tenía conocimiento que ya era muy tarde.

Tenia que volver y seguramente Amelia Carpenter estaba dando el grito en el cielo.

—Te amo, Leo. —Le prometió ella.

Se besaron una vez más y el le repitió las mismas palabras, nuevamente se llenaron de besos y después, cada uno tomó sus prendas y se vistió.






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Esa noche Mía no pensó en la llamada de atención de su madre, ni en su compromiso, mientras permanecía en la cama y tenía la mirada en el techo de su elegante y tradicional de su habitación, ella en lo  único que pensaba era en Leo y en sus momento con el en esa caballeriza.

Llevo las manos a su cabello, aún tenía paja metida entre sus risos rubios, los quito con una sonrisa y se durmió unos minutos más tarde, en su lugar Leo hacia lo mismo en su pequeño dormitorio fuera de la hacienda.

Miraba el techo de madera vieja y se movía inquieto sobre la cama, no podía dormir, la felicidad lo había alcanzado y esa noche a pesar de lo sucedido, resultó ser perfecta para ambos.







Miraba el techo de madera vieja y se movía inquieto sobre la cama, no podía dormir, la felicidad lo había alcanzado y esa noche a pesar de lo sucedido, resultó ser perfecta para ambos

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—Papá, esto...—Pronunció Mía confundida.

Carlos Carpenter sonrió mientras sostenía el collar que Leo le había regaladó a su hija, un collar que destruyó Amelia, pero que el junto pieza por pieza cada dije para volver a armarlo.

Los ojos de Mía se llenaron de lágrimas.

—Gracias, papá.

Ella lo abrazó y su papa le devolvió el cariñoso afecto, se separó de el un minuto después.

—Trata de no usarlo cuando tu madre esté presente.

Mía asintió feliz por tener de regreso en sus manos el collar de Leo.







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Esa segunda noche Mía siguió sin pensar en su compromiso, seguía inundada de felicidad y porque ahora había recuperado el collar de Leo, decidió irle a contar, aunque no lo había visto todo el día.

Mía eligió ir por el ya que siempre era Leo quien se arriesgaba al entrar a la hacienda y ella quiso hacer lo mismo.

Y fue así como mientras todos dormían esa noche, ella caminó en su pijama hacia la habitación de Leo , la cual se encontraba fuera de la hacienda, en una de las casas pequeñas junto a donde estaban algunos almacenes de construcción.

Mía se deslizó por la puerta y entro, Leo la recibió y ella con una sonrisa lo besó.

—Mía, si te encuentran aquí.

—Ya le eché seguro. —Prometió ella y así fue.

Le enseño el collar a Leo y el sonrió, ambos se besaron y cayeron sobre la cama de Leo, una cama diferente a la de Mía en muchos aspectos, menos grande y con un colchón que sonaba ante un movimiento brusco.

Eso no la detuvo, rápidamente Mía se desnudó y Leo también, cayeron rendidos uno al otro como la última vez, pero en esta ocasión, Mia quisó tomar el control, así que ya desnudos, se subió encima de el.

Le dolió un poco, no está acostumbrada aún para recibir esa vitalidad de golpe, además de solo haber tenido dos experiencias sexuales la misma noche.

Fue lento y con las manos de Leo en sus anchas caderas, ella se movió guiado por el, recibiendo su pene con ganas.

—Leo...

Leo movió sus caderas y echó la cabeza hacia atrás, Mía estaba húmeda, tan húmeda que deslizarse dentro de ella se sentía más rico.

—Mia.. maldición.

—¿Te gusta, Leo?. —Preguntó ella con un tono pícaro, a lo que se ganó una mirada de los ojos lujuriosos de Leo.

—Si.. —Gimió. —Me encanta, mi amor.. mierda, me fascina.

Mía siguió moviéndose y el la apretó contra su cadera, sus partes se consumían, se entregaban con fuerza y disfrutaban estar juntos otra vez.

Fue perfecto.

Sabia que a partir de ese momento siempre sería perfecto y Mía sería la única que podría hacerle sentir así.

Y ahí en su pequeño momento ambos volvieron a inundarse de felicidad y de un placer increíble.





Se acerca el drama.

>> Yiemir

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