CAPÍTULO XI

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Zulema salió del baño dándole una patada a la puerta de acceso

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Zulema salió del baño dándole una patada a la puerta de acceso. Ahora mismo se sentía como si sus demonios interiores, fueran capaz de consumirla. La rabia que recorría todo su ser, solo podía ser controlada con la muerte de su puñetera compañera de habitación. Mara, había conseguido lo que nadie había hecho, ni su madre, por muy hija de puta que era; la chica había conseguido enfrentarla y ponerla contra las cuerdas, en muchas ocasiones. Había logrado ser capaz de desarmarla y hacerla sentir una persona pequeña y débil. La muy desgraciada había conseguido que sintiera ser, otra vez, prisionera de sí misma. 

Intentaba borrar de su cabeza, ese momento que había ocurrido en el baño. Esa situación, ese tacto, esa cercanía, ese beso. Quería que se esfumara todo aquello, porque sabía que aunque ella había luchado, la verdad es que le había gustado. Joder, si le había gustado. Le había encantado. 

Caminaba rápido, casi corriendo, hasta que llegó a la celda y vio a Saray y Casper acostada y relajadas, cada una en su cama. 

Las dos compañeras la vieron llegar, sin atreverse a decir nada. Por la forma en la que había entrado, supieron que había pasado algo, algo feo, que probablemente Zulema no quería ni nombrar. 

—Zahir, te ha llegado una carta —afirmó desde la puerta de la celda el funcionario encargado del correo, entregando a la mora la nombrada carta. La pelinegra la vio, estudiando cada esquina de la carta, intentando adivinar si había algo raro en ella. 

—Que cabrones —expresó para sí misma, mientras fijaba su mirada en un pliegue que había en la parte superior, por donde se cerraba el sobre. Estaba ligeramente despegado, como si ya la hubieran abierto, y luego la hubieran vuelto a cerrar. 

Pasó por alto el hecho de que la policía le tuviera intervenido el correo. Abrió la carta, esfumando todos los pensamientos y problemas que había tenido segundos antes. En ese sobre, había un billete de los grandes e imponentes, un billete que no era tan fácil conseguir, de un color violeta intenso, un billete de quinientos euros. Lo que significaba que, Hanbal había conseguido los nueves millones de euros, y ella se veía, por fin, fuera de ese agujero de hormigón. Libre y lejos de Mara Soler. 

—¿Qué significa? —habló Saray, acercándose a donde estaba la mora y viendo cómo el billete tenía cosas escritas en árabe. Zulema sonrió mientras señalaba unos números escritos en el billete. 

—Que el doce de marzo, mi príncipe me saca de toda esta mierda —concluyó. 

Zulema hablaba con tranquilidad, sintiendo como se quitaba un peso de encima, ya que al fin iba a poder ser libre de nuevo. Pero no tuvo en cuenta algo, o más bien alguien. La persona que desde su ingreso en prisión, le había hecho la estancia más horrible de lo que ya era. Mara Soler, nuevamente, se encontraba escuchando las cosas que se decían en esa celda, desde el exterior. Espiando. 
La chica pensó en el día que era, estaban a once. Mañana el egipcio, iba a sacar a Zulema de la cárcel. 

𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋 ~𝘻𝘶𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘻𝘢𝘩𝘪𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora