CAPÍTULO VII

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—¿Alguna novedad?—preguntaba el viejo regordete, que hacía llamarse Castillo, al otro lado del teléfono

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—¿Alguna novedad?—preguntaba el viejo regordete, que hacía llamarse Castillo, al otro lado del teléfono. Quería saber todo lo nuevo que Mara hubiera descubierto. 

—Zulema mantiene el contacto con el egipcio. Tiene un teléfono móvil que, los incompetentes de prisión no han visto. A mi me basto un par de horas. Puedo confirmar que ella es la autora legal del asesinato de Yolanda, la presa muerta la semana pasada. No tengo pruebas que la inculpan, pero se que fue ella, por una conversación que mantuvo con Ferreiro. Tanto ella como su novio, planean encontrar el dinero robado de Yolanda. Los nueve millones. No se si lo han conseguido aún. Del paradero de Hanbal, todavía no se nada. 

—Pues eso es lo que te pedimos. Nada de lo anterior nos interesa. ¿Estás perdiendo tus facultades, Soler?— Castillo hablaba sin saber. No podía imaginarse cómo era, el intentar espiar a una tía que tenía comprada a media cárcel. 

—Disculpe, señor. Pero me gustaría que hiciese usted su trabajo, sabiendo que todo el mundo que le rodea está comprado por su rival. ¿Sería tan bueno? 

Un silencio incómodo se apropió de la conversación. Detrás del teléfono, un hombre que aclaraba su garganta para hablar. 

—Esta bien, —reconoció— sigue como lo estás haciendo. 

—Sigan a la familia de Ferreiro. Hágame caso Castillo. Algo me dice que, están metidos también en la lucha por los nueve millones. 

Había escuchado hablar a Macarena en su celda, cuando se encontraba sola en ella, aunque no pudo escuchar totalmente lo que decía; sólo entendió varias palabras clave como "tened cuidado" "es peligroso" y no se que de unas imágenes. 

Además, la Rizos, en pleno ataque de furia contra la rubia, dijo unas palabras desvelando que Macarena tenía una tarjeta Sim de Yolanda. Ninguno de los funcionarios le prestó atención, pensando que había sido el arranque de una loca, pero Mara tenía otro punto de vista. Y en ese punto de vista, Macarena Ferreiro y su familia estaban metidos en la búsqueda del dinero, al igual que el egipcio. 

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Las horas de patio eran las más codiciadas por las presas. Sentir el sol y la brisa en la piel, era algo que Mara jamás había pensado que echaría de menos. Hasta ahora. Por eso, se encontraba en el patio, recostada sobre una de las gradas, disfrutando como el sol acariciaba su cara. 

—Pareces un cangrejo. —Zulema, siempre inoportuna, despertándola de su pequeño momento de placer. La chica abrió, como pudo, uno de sus ojos, ya que el sol le hacía regañarse. 

Desde su "pequeño trato" con la mora, la tenía más pegada a ella de lo que le gustaría. Y por ende, también a Saray, que parecía su devota más fiel, más que su amiga. 

—Me gusta el sol. —afirmó Mara. 

—Un sol entre vallas de aluminio. Vaya mierda. —replicó la mora, sentándose a su lado. 

𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋 ~𝘻𝘶𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘻𝘢𝘩𝘪𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora