CAPÍTULO III

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Las primeras horas de Mara en prisión fueron bastante interesantes

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Las primeras horas de Mara en prisión fueron bastante interesantes. Después de la "conversación" con sus compañeras de celda lo menos que quería era seguir con ellas a solas, por lo que salió a estudiar el terreno donde iba a tener que vivir en los próximos años.

Las presas la miraban con incredulidad. Ver a gente nueva en ese infierno, era lo más parecido a tener un parque de atracciones en prisión. Todas querían conocerla, saber por qué había sido encerrada, si era de las duras o de las blandas, si podían aprovecharse de ella o no... Mara no hacía caso a todas las mirada que iban dirigidas a ella. Seguía caminando por la galería a paso tranquilo hasta llegar al patio.

Zulema y Saray, por otro lado se habían quedado en la celda comentando lo que había pasado.

—¿Qué piensas? -preguntó Saray a Zulema, intentando descifrar a su amiga que no había hablado desde que la nueva había salido de la celda.

—No es de fiar.

—Pos claro que no es de fiar esa paya, claro que no. Pero Zule, parece peligrosa.— Saray había dicho eso último con miedo, como si temiera la reacción de la mora por decir que Soler podía hacerles frente.

La mora respiro, profundamente, mientras caminaba de lado a lado de la celda. Aunque le jodía admitirlo, sabía que había algo raro en esa mujer y asintió con la cabeza antes de hablar.

—Me jode admitirlo gitana, pero hay que prepararse por si las moscas. —comenzó a decir mientras hacía una mueca con sus labios— Le estaba apretando eh... La mano. Se la apretaba con todas mis ganas... y no se quejaba.

Se reía de la situación, aunque por dentro llevaba escondida la preocupación. Ella sola sabía la cantidad de fuerza que había ejercido sobre la muñeca de la nueva y ella no se inmutaba. ¿Qué clase de persona no se queja cuando están a punto de romperte la muñeca?

—Vamos, vigila. —ordenó la mora.

Levantó las escaleras de su litera para poder coger el móvil que estaba escondido dentro de los hierros. Marcó al número de su novio y habló con él mientras Casper y Saray, se miraban entre sí, sin entender ninguna palabra que hablaba la mora.

Mientras, en el patio, a Mara ya se le habían acercado más presas de las que a ella le gustaría. Todas intentaban parecer amigables para luego intentar sacarle favores.

—Es un infierno esto, ¿verdad? —dijo una mujer que estaba sentada en la grada más alta de donde se había sentado la chica.

—Ya ves.

La misma mujer se le acercó, mientras pasaba una mano amigable por su espalda. A Mara no le empezaba a oler bien ese tipo de comportamiento. Además la risa cínica que mostraba esa presa, no era precisamente amigable.

—Soy Anabel, encantada bonita.

Anabel había cogido un mechón del cabello de la chica y lo peinaba con delicadeza. Mara, sin pensarlo dos veces, le quitó su mano con autoridad.

_Anabel, que ya no cuela esa fachada de bonachón. Hasta la nueva ve tu veneno. —ésta era otra chica que estaba sentada en la misma grada, pero un poco más alejada. Era de piel mulata y de pelo rizado.

—Calla Rizos.

—¡Nueva! No te fíes. Probablemente lo que quiera es prostituirte. Anabel es la proxeneta de Cruz del Sur.

—No le hagas caso cariño.-justificó con nerviosismo la susodicha. Aunque a Mara ya le daba igual lo que dijera, le daba asco su presencia. Y así se lo hizo saber, solo con la cara que le puso. Anabel lo pilló al vuelo y la dejó sola mientras escupía palabras ininteligibles.

—Gracias por el aviso. —le dijo a la chica morena.

Rizos se levantó de la grada y se acercó a Mara con una sonrisa en la cara. De todas las presas que se le habían acercado, ella aparentemente, era la más normal. Aunque tratándose del lugar que se trataba, no podía poner la mano en el fuego por nadie.

—¿Cómo está siendo tu primer día?

—Interesante...

—¿A qué celda te han asignado?

—A la 234. —nombró sin darle importancia. Rizos por su lado abrió los ojos de par en par.

—¿Estás en la misma celda que Zulema?

Mara asintió pero se dio cuenta de la mala reacción de la mulata. Además la miraba como con pena, como si, lo que le acababa de decir fuera una mala noticia.

—Mira tronca, ten cuidado. Esa tía es el mal personificado te lo digo yo que la llevo viendo hace un par de meses.

Mara vió, rápidamente, su oportunidad. Esa chica mulata, no tenía pinta de ser una informadora de Zulema. Su actitud y sus palabras, no iban acordes si fuera el caso. Tenía que aprovechar la manera de poder sacarle el máximo de información de su compañera de celda.

—¿Qué ha hecho? —murmuró en voz baja para que nadie escuchara su conversación.

—De todo. Amenaza, extorsiona, prostituye... Creemos que anoche mató a una compañera nuestra.

—¿Seguro?

—Tía, aquí seguro no tenemos nada. Pero la última vez que alguien vio a Yolanda, con vida, fue anoche. La vieron con ella, que al parecer se la llevó con ella a "fumarse un piti" en el baño. —dijo mientras recalca las comillas con sus dedos.

—¿Por qué mataría a la chica?

—Muchas presas querían ver muerta a Yolanda. Al parecer tenía mucho dinero escondido, y el escondite solo lo sabía ella.

Mara pensó en el dinero y en el por qué Zulema quería, supuestamente, robarlo. Si estaba encerrada, al igual que todas. No necesitaba ningún dinero.

—¿Cuánto dinero tenía esa chica?

—Nueve millones de euros.

Abrió los ojos de par en par al escuchar esa cantidad. Estaba claro, que cualquier problema que tuvieras, con ese dineral lo podrías solventar. Pero aún así, estaban encerradas en ese agujero, no podía sacarle la información y simplemente ir a buscarlo.

Hasta que cayó en cuenta una cosa. Una persona. El motivo por el que ella tenía que espiar a Zahir.

El egipcio.

Zulema lo tenía en el exterior. Su novio, pareja, marido o chico de los recados. El criminal que le hacía todo el trabajo sucio.

Primero sería conseguir ese dinero y luego, con nueve millones en el bolsillo, hacer lo que quisieran. Hasta sacarla de allí.

—Estate al loro con ella. No te metas en sus mierdas y todo irá bien.

Agradecía las palabras pero Mara ya se encontraba de fondo entre las mierdas de la mora. Ambas dos estaban luchando por su supervivencia: una por unos nueve millones que la ayudarían a sacarla del agujero y la otra, por ser capaz de joder a su novio y entregarlo a la policía, para una reducción de condena.

La cosa se ponía interesante. Tenía que afilar sus sentidos ahora que conocía de lo que era capaz Zahir, y de los planes que tenía con su novio.

Mara se despidió de la mulata, para comenzar con su tarea.

Se dirigió a su celda esperando que, con un poco de suerte, podría encontrar allí nuevamente a la mora y a la gitana, hablando de algo interesante que ella pudiera aprovechar.

𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋 ~𝘻𝘶𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘻𝘢𝘩𝘪𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora