CAPÍTULO II

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El módulo dos se había convertido en un hervidero de curiosas

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El módulo dos se había convertido en un hervidero de curiosas. Las presas salían de sus celdas para ver quien era esa nueva interna, que entraba por la puerta de la galería sola con la gobernanta. Le silbaban y golpeaban las barandas de la prisión para crear ruido y hacerla sentir nerviosa. Lo que no sabían es que esa tía que estaba entrando por la galería, había tratado con gente mucho más peligrosa que ellas y estaba acostumbrada a las burlas y las palabras obscenas que le gritaban.

Caminaba tranquila, curiosa, mirando como era su nuevo "hogar". Dirigía su mirada, de ves en cuando, a los ojos de alguna presa que le gritaba algo desde la celda. Esas miradas transmitían serenidad y tranquilidad, cosa que las descolocaba puesto que era novata. Normalmente, las novatas no se encontraban así.

Después de subir hasta el último piso de la galería, al fin se pararon. La gobernanta sacó su tarjeta de prisión y abrió una de las celdas.

—Mara Soler. Celda 234.

No logró ver muy bien la celda puesto que una presa, que ubicó como la famosa Zulema Zahir, saltó de la litera al suelo para impedirle el paso.

—¿En serio gobernanta? Creía que le había quedado claro que aquí estamos completas— Zulema hablaba con superioridad ante la funcionaria. Estaba claro que creía que se encontraba en un punto donde nadie la podía enfrentar. No veía a nadie como rival y por eso, todavía no había mantenido contacto visual con Mara. No la veía digna.

—La señorita Soler está asignada a esta celda.—dijo la gobernanta mirando a Zulema aunque su voz temblaba— Vamos Soler, deja las cosas en esa balda y haz la cama.

La joven espía no pasó por alto como la gobernanta hablaba a Zulema. Su voz era temblorosa y apenas podía mantener su vista en ella un par de segundos. Pese a su autoridad en la cárcel, la gobernanta le tenía miedo a la pelinegra, aunque no entendía el por qué.

Mara se dispuso a esquivar a su compañera para poder entrar pero ésta le cogió del brazo bruscamente obligándole a parar. Por primera vez Zulema la miraba directamente a ella.

—¿A dónde crees que vas? —le preguntó en tono bajo y amenazante.

Mara miró el agarre de la pelinegra en su brazo y luego la miró de nuevo a los ojos.

—A mi cama. Así que, si haces el favor de soltarme.

Entonces Zulema se rió. Se descojonó en la cara de su rival mientras lanzaba miradas cómplices con otra presa que estaba a sus espaldas.

—Está bien.

Y la soltó. Le divertía la idea de enseñarle a su nueva compañera quien era la que mandaba allí y mostrarle que a ella no se le podía enfrentar. Todo Cruz del Sur lo sabía, ahora solo faltaba educarla a ella.

La gobernanta se fue tranquila puesto que al final Zulema no se había enfrentado a ella. Había encontrado otra persona con la que iba a ser más divertido jugar. Mara se encontraba haciendo la cama mientras tenía un ojo puesto en sus compañeras. En las dos morenas. Había otra rubia que no le preocupaba; se había pasado todo el tiempo rezándole a un crucifijo de madera.

Sus instintos se activaron cuando logró ver como Zulema le hacía un gesto a su otra compañera y ésta se iba a la puerta a vigilar. Crujió sus cervicales, ladeando su cabeza preparándose para el combate.

Justo en el momento preciso, en un rápido movimiento, se levantó y se giró hacia donde la pelinegra se encontraba lanzando su primer golpe. Mara interceptó el golpe y agarró su mano para sorpresa de su rival.

—¿Vas a empezar tan pronto el juego? —preguntó Mara sin soltar el brazo de la pelinegra.

—No sabes con quién te estás metiendo valiente— Espetó la mora mientras acercaba su cara a la contraria.

—Has empezado tú.

Mara la empujó hacia atrás de un golpe, haciéndola chocar con la otra litera de la habitación. Se empezaba a hacer una idea de lo que era capaz esta mujer. No le temía a nada, lo veía en sus ojos, y cuando no le tienes miedo a nada, vas a por todo sin pensar en las consecuencias. Eso la hacía extremadamente peligrosa.

Zulema no iba a dejar las cosas así y de nuevo se acercó a su contrincante. Pero esta vez se le acercó tranquila, dando pasos cortos y lentos, mientras la miraba. Su mirada amenazante no había cambiando. La agarró de la muñeca de su mano derecha y comenzó a apretar. Había percibido que era diestra y lesionarla de su mano dominante la iba a hacer bajar tres cambios. Pero Mara no mostraba dolor ni arrepentimiento. Había recibido un entrenamiento duro para ser parte del CNI, había aprendido a no mostrar ni sentir dolor y había recibido torturas que seguramente ni la pelinegra se imaginaba.

Con su mano izquierda consiguió tomar la mano sobrante de la mora y apretar, exactamente, de la misma manera que le hacía ella. En el CNI, te enseñaban a entrenar tus dos brazos. Daba igual que fueras diestra o zurda, si alguna mano te fallaba, tenías que ser capaz de defenderte con la otra también.

La mora ahogó un pequeño grito de dolor para que nadie se diera cuenta de su pequeña debilidad, aunque la otra morena sí lo escuchó. Su amiga entró rápidamente y se dispuso a atacar a Mara, para que así la soltara. Mara negó con la cabeza.

—Si te acercas, le parto la muñeca a tu amiga— Ordenó mientras apretó más el agarre a la mora. Zulema se alzó un poco hacia adelante debido al dolor. Ella también apretó su agarre pero Mara nunca se quejaba. Se sorprendía por el hecho de que no estuviera gritando por la fuerza que estaba ejerciendo.

—Saray, déjala. No hagas nada. —dijo la mora hacia la otra morena.

—¿Soltamos a la de tres entonces? -inquirió la novata— Uno... Dos... Y...

—¡TRES!

Zulema soltó inmediatamente la muñeca de su rival y Mara luego hizo lo mismo. Se quedaron un rato mirándose entre las tres sin bajar la guardia, hasta que Zulema llevó las mano en alto en señal de paz.

—Haya paz entonces. No queremos problemas tía de verdad. Yo soy Zulema, —dijo mientras ponía su mano en el pecho y se presentaba— la gitana es Saray y esa que está ahí sin moverse es Casper, mi asistente personal. Si quieres, como prueba de buena fe, puede servirte de asistente a ti también.

Mara entendía ahora el por qué esa chica rubia y pálida miraba al suelo con terror y temblaba, como si le estuvieran dando espasmos. Probablemente, la mora le había hecho pasar un infierno desde que entró a esa celda y ahora se la estaba ofreciendo como señal de paz, como si no valiera nada, como si fuera un objeto.

La chica le sonrió y asintió con su cabeza para acabar con esa pequeña lucha que habían formado. Aunque sabía perfectamente que esto no iba a quedar así. Comprendía que Zulema no iba a dejar así cómo así, que alguien nuevo hubiera venido a disputarle su condición de intocable. Iba a volver intentarlo y probablemente sería mil veces peor, pero ahí estaría Mara, capaz de hacerle frente y de conocer sus intenciones antes de ser llevadas a cabo.

Además, tenía que ponerse manos a la obra con su pacto con la policía. Tenía que empezar a reclutar información interesante de la mora.

Saray parecía su mano derecha. En el segundo que pudo fijarse en ella, la vió capaz de hacer lo que fuera por la mora. Mostrando su lealtad y su devoción. Si había alguien en la que confiaba Zulema, iba a ser en ella, por lo tanto si hubiera alguna conversación comprometedora iba a ser con ella. Tenía que vigilarlas a las dos.

𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋 ~𝘻𝘶𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘻𝘢𝘩𝘪𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora